La reflexión de Mónica Gutiérrez
La reflexión de Mónica Gutiérrez
Todos quieren saber quién es Alberto
Fernández (*)
Todos quieren saber quién es Alberto
Fernández (*)
En nuestro país hay muchos Fernández. Se calcula que en la Argentina hay cientos de
miles de Fernández. Pero, solo dos de ellos están en la línea de largada para
presidir la Argentina
durante los próximos cuatro años.
Un Fernández, Alberto Ángel, es ya una suerte de
presidente virtual de los argentinos. No detenta la legitimidad del poder, que
por el momento sigue residiendo en Mauricio Macri, pero todos lo
consideran hoy como una suerte de presidente electo.
Una Fernández, Cristina Elisabet, es quien ocupará
el primer lugar en la línea de sucesión presidencial en el caso de que, como
todo parece indicarlo, Alberto Ángel resulte elegido en las generales de
octubre.
El caso no deja de ser curioso. Es Cristina
Elisabet quien ungió con los santos óleos K la candidatura de Alberto Ángel
como presidente de su fórmula. Ella se corrió de escena y se reserva la
retaguardia del poder. Tendrá como responsabilidad primaria presidir el Senado
de la Nación y
eventualmente sentarse en el candente sillón de Rivadavia si alguna
circunstancia de las previstas en la Constitución así lo exigieran. Por el momento se
dedica a una gira literaria. La presentación de su libro Sinceramente,
la muestra sosegada en medio del tembladeral. Lleva adelante una campaña
electoral de baja intensidad.
El que no encuentra paz en esta escena es justamente el primero de los
Fernández.
Una inmensa mayoría espera que el candidato del
Frente de Todos se comporte como una suerte de presidente electo. El hombre
resiste esa condición. Quiere que Macri se haga cargo total y absolutamente
de este tiempo político contra natura que habilitaron las PASO. No quiere ser
corresponsable en este impiadoso final. Prefiere
permanecer retirado de la dramática debacle que se desencadenó tras la
primaria. Esto no evita que todo lo que haga y diga en los días que corren
tenga un impacto directo sobre la vida de todos nosotros.
¿Quién es Alberto Fernández? es la pregunta del
momento. ¿Cuántos Albertos hay?, repreguntan los más desconfiados. ¿Alberto
Fernández es el que disertó en el MALBA, encantando al círculo rojo que lo
ponderó arrobado por su moderación el penúltimo jueves de agosto, o es el que
este lunes emitió un incendiario comunicado tras el encuentro con la misión del
Fondo, quemando todos los puentes de entendimiento y precipitando la debacle
financiera que nos dejó pataleando sobre el abismo?
¿Quién es el verdadero Fernández, quién es el
hombre que está hablando hoy a los mercados? ¿Qué piensa, siente y está en
condiciones de hacer el Fernández que terminará decidiendo sobre la vida y bienes
de todos nosotros? Ese es el interrogante que fatiga las conversaciones.
"Alberto Fernández
no es Scioli", aporta Pepe, el hermano del ex candidato, también elegido
en su momento por CFK. "Son totalmente diferentes", asegura José
Scioli, quien otorga un crédito fuerte a la idea de que CFK se correrá de
escena dejando paso a una unificación del peronismo en torno a sus figuradas
más moderadas. Una hipótesis que no parecen estar tomando como válida los que
mueven las fichas de las finanzas.
Detrás de la aseveración de "Pepe"
Scioli subyace el otro interrogante de la hora: ¿cuánto influye en las decisiones, posicionamientos,
y estados de ánimo de Alberto Angel, las ideas, proyectos y deseos de Cristina
Elisabet? ¿Cuanto estará dispuesta CFK a hacer pesar el
valor de cada voto cuando llegue la hora de ejercer el poder? ¿De cuánta
libertad de movimientos dispone Alberto a la hora de dar respuesta a los que ya
le exigen definiciones? ¿Qué tributo le debe a la ex Jefa de Estado por el
hecho de haberlo elegido para la ocupar la más alta magistratura?
"Tenemos que dejar
de alentar la idea de que Cristina es una cosa y yo otra (…) cuando hablo yo
está hablando Cristina", dijo el candidato del Frente de Todos, el
candidato que tendrá la lapicera, el mismo que dijo que tomará sin consultar
con su vice todas las decisiones.
Si la mutación que Alberto registró entre el
bálsamo del jueves y el maldito último lunes de agosto tuvo que ver con la
marcha del sábado que mostró a Macri exultante causando irritación en el núcleo
duro K o si fue un mero reposicionamiento de campaña dedicada a la popular es a
esta altura irrelevante. En cualquier caso el cambio de piel precipitó el curso
de los acontecimientos.
Las declaraciones de este viernes al Wall
Street Journal reconfirman el reseteo de Alberto Fernández en
modo K. No solo vuelve a cargar contra el FMI como corresponsable de la crisis
sino que también acusa a los funcionarios de ese organismo de entregar dinero a
un gastador compulsivo.
Entre un Macri que va del presidente al
candidato y un Fernández que oscila entre la templanza y la confrontación corre
la vida de todos nosotros en estos días, ¿quién tiene la culpa? Esa es la otra pregunta
de esta semana ¿Quién es responsable de este derrape que nos colocó otra vez
frente al abismo? Otra cuestión inconducente. Si esto
pudiera ser medido con alguna herramienta científica, es probable que se
encontrarían responsabilidades concurrentes.
El resultado del escrutinio definitivo de las
PASO, que le otorga a Alberto Fernández el 49,49% de la intención de voto, un
porcentaje que se eleva por encima del 50% en el caso de no tener en cuenta los
votos en blanco, refuerza la idea de que el comportamiento de todas las
variables de la economía y el mercado está inexorablemente atado a los dichos y
hechos del ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner.
Cuidado con el "cuanto peor, mejor".
Vale recordar, llegados a este punto, que quien siembra vientos suele cosechar
tempestades, muy especialmente en el devastado territorio de nuestra economía.
Macri ya se llevó puesto
su catecismo. Son pocos los mandamientos que le resta transgredir. Convertir estos
días en un enfrentamiento de "machos alfa", en una disputa para medir
quien la tiene más complicada solo aumenta la zozobra y aumenta peligrosamente
los niveles de desconfianza en la dirigencia política.
Julio Cobos se suma este
viernes hablando de control de cambios. Solo falta mencionar la palabra
maldita: cepo. Después ponerse a rezar.
Faltan 57 días eternos. El contrapunto
dialéctico entre el presidente en ejercicio y su potencial sucesor los muestra
a ambos contando los días que restan de este tiempo de confusión e
incertidumbre que las PASO nos dejaron. Un daño colateral que nadie supo prever
y que lejos de mitigar todos se dedican a profundizar. Un efecto deletéreo y
ferozmente corrosivo sobre la confianza en los dirigentes y las instituciones.
Este escenario fallido es producto de la
política y solo con gestos políticos se puede sobrellevar. Encontrarle la
vuelta demanda grandeza para enmendar el tremendo daño que este forcejeo de
egos nos está produciendo.
Alguien tiene que
hacerle saber a Macri que hay muchas maneras de dejar el poder y a los
Fernández que el pasado doce de agosto comenzaron a gestionar su propia
herencia y que ese legado incluye un insumo del cual no se podrá prescindir: la
confianza. Comprometerse en ese empeño es urgente. Todos necesitamos saber no
solo que nos proponen sino que camino van a tomar para lograrlo.
Las cartas están echadas. Gane quien gane
en octubre, en los días que restan hasta las elecciones estamos en manos de los
Fernández. Les guste o no ellos detentan un inmenso poder y
el poder no es impunidad como solía pregonar el malogrado Alfredo Yabrán. El
poder es responsabilidad. De lo que hagan o dejen de hacer depende el
sufrimiento y siempre esquiva tranquilidad de los Argentinos.
(*) Infobae, 31/8/019.
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