La columna económica de Enrique Aschieri
La columna económica de Enrique Aschieri
MUNDO DE
QUIMERAS (*)
El riesgo
La dama aparece
Dinero por helicóptero
MUNDO DE
QUIMERAS (*)
Al núcleo dirigente
que está a punto de hacerse cargo del mirá lo que quedó del Estado y
la sociedad civil argentinos, a raíz de que los interlocutores con poder global
no saben bien para qué lado agarrar en los asuntos propios y que comprometen el
destino ajeno, le cae entera la responsabilidad de trazar la salida de la
crisis, renegociación de la deuda externa mediante. El hecho de que en su
discurso de apertura de la asamblea anual del FMI-Banco Mundial esta semana en
Washington, Kristalina Georgieva, la nueva directora gerente del FMI, haya
subrayado que “en 2019 esperamos un crecimiento más lento en casi el 90% del
mundo. La economía global se encuentra ahora en una desaceleración
sincronizada”, no hace más que ratificar en la coyuntura el cariz que viene
tomando la situación geopolítica mundial.
Para no desmentir a Kristalina, la economía japonesa
continúa con su estancamiento de dos décadas, en tanto el índice alemán ZEW, de
investigación económica sobre Europa (Zentrum für Europäische
Wirtschaftsforschung), en octubre cayó menos de lo esperado, aunque el
subíndice de condiciones actuales alcanzó su nivel más bajo desde 2010. El ZEW
mide la perspectiva económica de seis meses. Un nivel por encima de cero indica
optimismo; menos de cero indica pesimismo. Se hace con una encuesta a unos 350
analistas e inversores institucionales alemanes. En septiembre (17/09/2019) el
ZEW dio un valor pesimista de (-22,5) y proyectaba un valor negativo para
octubre de (-38,0), el que efectivamente resultó menor ubicándose en (-22,8).
En Inglaterra el circo Brexit redundó en una caída del empleo e ingresos de los
asalariados del Reino. Buena prueba de cómo está afectando a los sectores
productivos chinos la guerra comercial con los norteamericanos es que, mientras
los precios al consumidor aumentaron a su tasa más alta en seis años —en gran
medida por la continua escasez de carne de cerdo, debida a la epidemia de gripe
porcina—, el índice de precios mayoristas de China declinó 1,2% en septiembre,
siendo la mayor caída desde 2016. Para capear el temporal, el banco central
chino aflojó las riendas del crédito y la demanda de financiamiento montó
fuerte.
Se aguarda que este segundo semestre el crecimiento del
PIB de los Estados Unidos sea menor que el del primero –con los segundos
semestres el gatomacrismo hace escuela— y que el PIB baje aún más
en 2020.
En el mercado de crédito de New York, donde en definitiva
se dirime la suerte y verdad del endeudamiento externo argentino, respecto de
la perspectiva bajista del producto bruto se registran unos cuantos
comportamientos curiosos que van más allá del plano estrictamente financiero.
Tras repasar lo que acontece en los países y regiones que más o menos explican
el 70% del Producto Bruto Mundial, se saca la lógica conclusión cartesiana de
que en cualquier mercado bursátil y sobre todo el neoyorquino, que es por lejos
el más grande del mundo, la cotización de las acciones debería ir en sentido
bajista porque en definitiva los precios de las especies bursátiles reflejan al
alza la buena salud de la economía. Pero mirando los datos se constata que no
es el caso actual. Y eso considerando de soslayo, para tener en cuenta y no
entrar en detalles, que en el mercado global de bonos de grado de inversión
(los de las empresas más grandes y sólidas) valuado en 60 billones de dólares
(algo así como 120 productos brutos argentinos anuales), tienen rendimientos
negativos una cuarta parte un cuarto del esto, es decir lo que representa un
valor de 15 billones de dólares. Esto significa que los inversores, en vez de
cobrar, pagan para tenerlos en cartera hasta su vencimiento.
El riesgo
El índice bursátil más representativo de la economía
norteamericana —el Standard&Poor 500 (S&P 500)— aumentó alrededor del
20% desde enero. Por supuesto que la
desaceleración –pero no caída— del mercado laboral (3,5% de desempleo, el más
bajo desde 1969, con una inflación actual anualizada del 1,4%) y el desaliento
de los indicadores económicos norteamericanos, impactaron en los balances de
las empresas con resultados negativos en el segundo trimestre y sin mejores
prospectos para el tercer y cuarto trimestres. El crecimiento económico recula
y los activos financieros en vez de bajar aumentan de precio. El desacople
encuentra su explicación en que los operadores están convencidos de que la Reserva Federal (la Fed ) y el Banco Central
Europeo (BCE) van a poner los billetes que hagan falta para que la sangre no
llegue al río. Sus colegas chinos y japoneses también muestran esa decisión.
La muy conservadora revista británica The Economist se
expresa desorientada ante lo que observa como “Las extrañas nuevas reglas de la
economía mundial”, conforme titula su nota de tapa (10/10/2019) y llama la
atención sobre el auge de la teoría monetaria moderna entre la izquierda
norteamericana (MMT según sus siglas en inglés), a la que califica de “una
noción descabellada que […] dice que no hay costos para expandir el gasto
gubernamental mientras la inflación sea baja”, siempre que el banco central
esté en posición de poder financiar la deuda en su propia moneda. Donald Trump
no parece de izquierda y no está muy lejos de exigirle a la Reserva Federal lo
mismo que la MMT.
Tras tomar nota de que los bancos centrales están
comenzando a invadir la política fiscal, el territorio de los gobiernos, The
Economist concluye que “el viejo plan ya no funciona. Las instituciones que
dirigen la economía deben ser rehechas para el nuevo mundo extraño de hoy”, sin
decir cuáles ni cómo. Y ese no sé si vengo no sé si voy de los
conservadores es lo que ha bombeado al alza el riesgo global ante la sospecha
de los operadores financieros de que los bancos centrales van a hacer lo que
haga falta se encuentren con escollos políticos generados por una trama
ideológica que se ha convertido en un peso muerto.
Eso se infiere de la lectura del valor más reciente del
Índice de Incertidumbre Mundial (IIM) que mide el Instituto de Finanzas
Internacionales (IIF por su sigla en inglés), el lobby de los grandes bancos
globales. El índice está en su punto más alto en más de 20 años. Se mide
rastreando la frecuencia de la palabra «incertidumbre» en los informes
trimestrales sobre los países que hace la Unidad de Inteligencia de The Economist. El
Índice de incertidumbre mundial se ha disparado después del ataque del 11 de
septiembre de 2001, el brote de SARS y después de la Segunda Guerra del
Golfo, la crisis de la deuda del euro, El Niño, la crisis fronteriza europea,
el voto del Reino Unido por el Brexit y las elecciones de 2016 en los Estados
Unidos. Aunque la tregua con China en la guerra comercial que dice haber
alcanzado Trump es poco creíble, el peso de la incertidumbre comercial en la
incertidumbre global no es de gran significación para el índice.
La dama aparece
Además de los datos que permiten discernir como delicada
la coyuntura global en la que la
Argentina deberá renegociar su deuda y la amenaza del peso
muerto de las rémoras ideológicas, estas también se hacen sentir en el plano de
las tendencias de fondo cuando se palpan al cruzar un discurso de Cristina de
2008 con el premio Nobel de Economía otorgado hace unos días y el diagnóstico
del Bretton Woods Committee, reunido ahora con motivo del 75° aniversario del
encuentro que dio origen al FMI y al Banco Mundial.
Adam Tooze, en su ensayo “Crash” sobre la crisis y los
avatares transcurridos en su ya larga década de persistencia, dice que el
martes 16 de septiembre de 2008 —un día después de la caída de Lehmann— los
mercados financieros globales se paralizaron a la espera de cómo reaccionarían
las autoridades para cortar la reacción que se temía en cadena. En paralelo,
Tooze refiere que “en el centro de Manhattan, el 16 de septiembre de 2008 fue
el día de la apertura del sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General
de Naciones Unidas”. El historiador inglés —actual profesor en Yale— especifica
que “los oradores que intervinieron en la sesión plenaria que comenzó la mañana
del 23 de septiembre no se explayaron sobre los aspectos técnicos de la crisis bancaria.
En lo que insistieron en hablar fue en su significado más amplio”. Los oradores
en los plenarios son los presidentes y primeros ministros.
Según Tooze, George W. Bush “no parecía tanto un
Presidente al final de su mandato [sino] como un hombre desconectado de la
realidad”. Habló mucho de terrorismo y casi nada de la crisis que en todo caso,
dijo, era un problema estadounidense. En cambio, “Cristina Fernández de
Kirchner señaló que ‘la presente intervención’ no solo era ‘la más formidable
de la que se tenga memoria’, que la estaba llevando a cabo un Estado con un
‘colosal déficit fiscal y comercial’. De mantenerse así, el ‘consenso de
Washington’ de disciplina fiscal y monetaria, al que habían estado sometidos
tantos países emergentes, estaba claramente muerto. Era ‘una oportunidad
histórica para poder revisar comportamientos y políticas’” consigna Tooze.
La oportunidad histórica a la que se
refería Cristina tardó casi una década en llegar al Centro. Ironías de la vida,
tal como van las cosas ahora dependerá mucho del liderazgo y personalidad
histórica que esté dispuesta a asumir la dirigencia argentina, marcar un antes
y un después para la
Periferia. Lo cierto que la oportunidad histórica en la
práctica de estos días se manifiesta en el Centro postulando como factibles
ideas económicas anteriormente marginales, que solo hace unos años se habrían
considerado extremas o incluso ridículas. El presidente del BCE, Mario Draghi,
una y otra vez viene señalando que la Eurozona debe considerar regirse por los cánones
de la teoría monetaria moderna, la
MMT , entre otras razones porque la política de tasas de
interés negativas ha derramado una mejora insignificante.
Dinero por helicóptero
Mientras grandes administradores de activos financieros
exhortan a más bancos centrales a comenzar a comprar acciones si toman un
decidido tono bajista, en diferentes cónclaves ex presidentes de bancos
centrales de los países desarrollados están abogando porque se pongan en marcha
la política denominada dinero por helicóptero. Genéricamente
se trata de programas en los que en circunstancias recesivas los bancos
centrales depositan dinero directamente en la cuenta corriente de cada
ciudadano. Hay propuestas de pagos automáticos del gobierno directamente a las
personas cuando la tasa de desempleo promedio de tres meses aumenta medio punto
porcentual por encima del mínimo del año anterior, porque cada vez que eso pasó
desde la década de 1970, la economía entró en recesión. Otra similar propugna
un programa que usaría fondos del banco central para depositar vales de compras
directamente en las cuentas de los consumidores. Otra variante combina el
dinero por helicóptero con una moneda digital del banco central.
Mientras el sostenimiento de la demanda agregada va
conquistando adeptos hasta ayer remisos a estas heterodoxias, buena parte de la
fauna que se mueve en torno a la conducción de los bancos centrales de los
países desarrollados permanecen escépticos, desorientados como el editorial de
The Economist o continúan rechazando tales ideas, incluso ante la creciente
evidencia de que sus políticas no están funcionando. Actúan en consecuencia y
el Nobel de economía otorgado hace una semana a Abhijit Banerjee, Esther Duflo
y Michael Kremer por su investigación para aliviar la pobreza global, se puede
leer como fruto de esa militancia. En medio de este verdadero despelote global,
darle el Nobel de economía a un trío en el mejor de los casos de asistentes
sociales, tratando de vestir a la mona con la seda de que se trata de
investigaciones sobre desarrollo económico, como el mismo trío de neoclásicos
conservadores llama a sus iniciativas sobre asistencialismo, es hacer el
ridículo en la amarga práctica de negarse a aprender y olvidar nada.
Pero hay conservadores más conscientes que cabalmente
van comprendiendo que es hora de virar el rumbo y así “el Comité de Bretton
Woods insta a los encargados de formular políticas mundiales a que se
comprometan nuevamente con el espíritu de Bretton Woods. Hace setenta y cinco
años, este espíritu reflejaba la necesidad general de restaurar la paz global y
la prosperidad económica”. El Comité compendió cincuenta trabajos, los presentó
esta semana en la asamblea de Washington del FMI. Es simbólico que encabece el
lote de análisis el trabajo de Paul Volcker, el ex chairman de la Fed (agosto de 1979-agosto de
1987) quien siendo subsecretario del Tesoro a fines de los ’60 impulsó la
salida de Bretton Woods, tal como lo reconoce.
Volcker se justifica en que no les quedaba otra, pero
admite que no funcionó la alternativa y postula volver a la cooperación internacional
pues “no mantendremos por siempre una moneda nacional única como la piedra
angular esencial del sistema, ni deberíamos querer hacerlo […] Pero necesitamos reconocer
algunos elementos básicos del ‘buen comportamiento’ para que el sistema financiero
y comercial internacional prospere. Necesitamos reconocer que las
políticas cambiarias son inherentemente multinacionales y que una mayor
estabilidad puede ser un bien internacional. Necesitamos apreciar la necesidad
de standards internacionales con respecto a la tecnología y sus usos múltiples. Necesitamos evitar
la discriminación comercial en bienes y servicios”. (Cursivas de Volcker).
Hace 75 años, en la reunión de Bretton Woods no hubo
ningún representante argentino, los ingleses no lo consideraban conveniente.
Tampoco hay ningún argentino en el actual Comité de Bretton Woods. No es
únicamente por las aciagas circunstancias de la renegociación de la deuda que
debemos ocupar un espacio desde la Periferia. Pero todo parece indicar que el
descuido propio o la insuficiencia en conceptualizar cuál es nuestro lugar,
impiden ocuparlo.
(*) El cohete a la luna, 20/10/019.
Comentarios
Publicar un comentario