La reflexión de Bárbara Bravi
La reflexión de Bárbara Bravi
Bárbara Bravi
Los
laberintos del sistema representativo, han mostrado que las estructuras
institucionales tienen una rigidez y lentitud en sus engranajes, y ante dicha
inflexibilidad generan pequeños (o grandes) colapsos cuando no pueden dar
respuesta a las demandas ciudadanas. Podemos graficar estas líneas con solo
observar la región, donde más allá de las particularidades de la situación de
Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela o Colombia, el común denominador es la crisis
del sistema de representación y la obturación de los canales formales de
diálogo, o peor aún, la distancia entre quienes deciden los destinos de sus
Estados, y los ciudadanos que no se sienten representados. A priori, pareciera
que a las élites gobernantes les cuesta entender las coyunturas
político-económicas y sociales de sus sociedades, y que a las lecturas
limitadas o sesgadas se le suma la poca capacidad y lentitud en la respuesta,
generando un cuello de botella en lo que el politólogo David Easton llamó la
caja negra (donde ingresan las demandas o inputs, y el resultado son las
respuestas u outputs que el Gobierno emite, como las políticas públicas). A
partir de las tensiones intrasocietales que en la cúspide terminan en violencia
institucional, parece interesante el concepto que pone el foco en la faceta
deliberativa de la democracia, simplemente porque las decisiones que surgen del
consenso y la participación, conllevan también legitimidad.
Velasco
afirmaba que la democracia deliberativa busca complementar a la representativa
mediante la adopción de un procedimiento colectivo de toma de decisiones,
incluyendo la participación activa y discusión pública de las propuestas. Todo
este panorama y complejo escenario nos lleva a (re)pensar el significado de la
democracia, sus actores, sus recursos y su materialización, la política de las
causas a partir de resignificar identidades en el presente, y una arista de la
democracia que es no solo participativa sino deliberativa, una demanda
ciudadana de ser partícipe en las decisiones del Gobierno, que también ha
mostrado ser consciente de su visibilidad cuando encuentra nuevos canales de
expresión. Muchos temas actuales de agenda, por ejemplo en materia de género,
son producto de una ciudadanía activa y expresiva. Al parecer el sistema de
representación aun con sus características propias busca la alternancia en el
poder, en una calesita donde se cuestiona la legitimidad de los gobiernos
llegando a plasmar esta alternancia de manera no democrática, como sucede en
Bolivia, quien atraviesa una crisis político-institucional producto de un Golpe
de Estado. Otro elemento que suma gran preocupación es el estallido de los
brotes de violencia, transversal a Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia
y México, lo que evidencia que el ascenso del descontento popular ha forjado
nuevos actores y movimientos sociales, por otro lado también es cuestionable (y
repudiable) el rol de las fuerzas de seguridad. Al margen del análisis sobre
niveles de democracia, surgen otros interrogantes sobre los actores, ¿en qué
etapa se encuentra la sociedad?, una ciudadanía en su niñez ¿busca un gobierno
paternalista?, una ciudadanía adolescente con rasgos de rebeldía que quiere ser
partícipe y artífice, ¿busca un gobierno con canales de diálogo y escucha?, o
una ciudadanía adulta emancipada ¿busca un gobierno de tinte más liberal sin
intromisión?, lo cierto es que detrás de estas preguntas se observa la tensión
que generan las distintas cosmovisiones sobre el destino de nuestros países, es
decir, pujas entre modelos y proyectos ideológicos diferentes. Por el momento
Argentina camina hacia una transición (aún con tensión), pero con relativa
calma. Esperemos que no sea como reza la canción, la calma que antecede al
huracán.
*Politóloga.
Especialista en Comunicación Política.
(*)
Perfil, 30/11/019.
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