El análisis de Mónica Peralta Ramos
El análisis de Mónica Peralta Ramos
DOLARIZACIÓN
Y MIEDO A LOS DE ABAJO (*)
Dolarización y conflicto social
Guerra y finanzas en un mundo convulsionado
DOLARIZACIÓN
Y MIEDO A LOS DE ABAJO (*)
La batahola del cierre de listas y el humo producido por
las maniobras del gobierno para conformar unas PASO a su medida y sin
candidatos que le roben votos por derecha, han oscurecido el significado de la
silenciosa reunión que tuvo lugar esta semana en Nueva York con participación
del ministro Nicolás Dujovne, funcionarios del gobierno y altos directivos de
poderosos fondos de inversión. Esta reunión arrojo una luz fugaz sobre la
espina dorsal que sostiene al ajuste del FMI y al proyecto de reelección de
Macri.
En la misma, el Vicepresidente del BCRA, Gustavo
Cañoñero —ex funcionario del FMI y hasta hace muy poco integrante de un
poderoso fondo de inversión— sintetizó los logros del gobierno: en un país
donde hay mas dólares que pesos, la política monetaria ha llegado para
quedarse. En este contexto, “tanto los stocks como los flujos de capital están
cada vez más dolarizados”. Esto ayuda a mantener un control estricto sobre las
condiciones monetarias y hace que la política monetaria sea cada vez más fácil
de sostener (lpo.com. 25 6 2019; bankmagazine.com.ar 26 6 2019). De este modo,
los dólares del FMI han impulsado una dolarización de la economía que pretende
tener continuidad en el tiempo. La relativa estabilidad cambiaria obtenida con
el uso del crédito del FMI, sumada a las tasas de interés mas altas del mundo,
aseguran la posibilidad de hacer grandes ganancias en un tiempo récord, con seguro
de cambio y salida de capitales si la inseguridad electoral así lo recomienda.
El gobierno buscó aprovechar con esta reunión el
veranito que llegó a las finanzas internacionales hace pocos días como
consecuencia de la decisión del titular de la Reserva Federal de
mantener las actuales tasas de interés, pero con la posibilidad de recortarlas
a corto plazo si las circunstancias lo requieren. Esto ha puesto a las
economías emergentes en la mira de los fondos de inversión que, como aves de
rapiña, revolotean por el mundo buscando maximizar ganancias lo más rápido
posible. La bicicleta financiera impulsada por el gobierno pretende atraerlos.
La dolarización garantiza la continuidad de esta política. Al mismo tiempo va
de la mano del endeudamiento ilimitado: es decir, del reciclaje de una deuda
insostenible contrayendo una deuda nueva. Este es el norte que orienta a las
políticas del FMI en el mundo. Así, a pesar de ser mantenida por el préstamo
del FMI, la dolarización deviene en un fenómeno que, naturalizado, atropella
silenciosamente e impregna progresivamente a todos los poros de la sociedad. Al
potenciar al ajuste, acelera el endeudamiento ilimitado y, con él, la
penetración del saqueo en las entrañas de la economía y en las venas que la
irrigan: los recursos naturales, y en particular, los no renovables.
Hoy vivimos un presente donde la dolarización de los
“stocks y los flujos” se generaliza. En mayo el sector privado respondió por un
incremento del 59% en la venta de dólares, en relación a lo ocurrido en el
mismo mes del 2018. Más significativo aun, las empresas del sector real fueron
vendedoras netas de moneda extranjera por 2.134 millones de dólares (ámbito.com
25 6 2019). Este fenómeno muestra el impacto de la restricción monetaria: para
funcionar las empresas tienen que vender los dólares atesorados. Al mismo
tiempo, permite atisbar la fenomenal dolarización de la economía ocurrida
durante este gobierno.
La fuga de capitales ha sido una constante del gobierno
de Macri: 70.885 millones de dólares, cifra cuya importancia resalta si se la
compara con el monto actual de las reservas internacionales: 65.000 millones de
dólares. Este fenómeno se ha agravado en los últimos tiempos, especialmente
desde que el FMI asumió la dirección de la política económica del país. En un
acto de total impunidad, este organismo —cuyos estatutos prohíben expresamente
el financiamiento de la fuga de capitales— ha desembolsado el 65% de su cartera
en un préstamo destinado prácticamente en su totalidad a sostener una
ingeniería cuyo eje central es la fuga de capitales. En un año, 30.000 millones
de dólares del préstamo del FMI han sido utilizados para financiar este saqueo.
En lo que va de 2019, esta fuga acumula 9.532 millones de dólares. En mayo
ascendió 2.500 millones de dólares, un 6% superior al mes anterior, un 152,2%
superior a mayo de 2017 y un 328 % superior a mayo de 2016 (ámbito 26.6 2019).
La dolarización viene, sin embargo, de la mano de una
sorpresa no esperada por el gobierno. La total apertura de la cuenta capital
sumada a la política monetaria restrictiva y a la dolarización de tarifas y
combustibles han dado lugar a una inflación desmadrada. A pesar de los intentos
por minimizar la inflación y anticipar una reversión de su tendencia, la
inflación de precios mayoristas indica que el fenómeno persiste y es
incontrolable. En el mes de mayo este índice creció un 4,9%, muy por encima del
índice de precios minoristas. En los primeros cinco meses acumula un incremento
del 18,8% y en un año un 68,5%, muy superior al 57.3% de la inflación minorista
(ámbito.com 18 6 2019). Así, la brutal restricción monetaria convive con
inflación imparable. Este problema fue resaltado por la titular del FMI como
algo” preocupante” que “dura más de lo anticipado”, un fenómeno “complejo” que
“fue subestimado” tanto por el FMI como por el gobierno (lanacion.com 5 6
2019).
Dolarización y conflicto social
Las políticas económicas adquieren significado a la luz
de los conflictos sociales que expresan. La dolarización no es un fenómeno
neutro, vacío de relaciones de poder y por ende de conflictividad social. En el
pasado, el FMI apoyó a distintos gobiernos argentinos que, con Martínez de Hoz
primero y luego con Cavallo, han intentado dolarizar la economía. Habiendo
aprendido las lecciones del pasado y en una coyuntura económica global muy
cambiada, el FMI avanza hoy sobre la economía argentina provocando un ajuste
que rápidamente ha sumergido a la producción en una recesión profunda y sin
limites. Los dólares de este préstamo hacen posible una estabilidad cambiaria
ficticia y fugaz que sin embargo acelera la dolarización, la bicicleta
financiera y la fuga de capitales. Esta vez la dolarización va visiblemente de
la mano del endeudamiento creciente que la hace posible.
Tanto en los experimentos del pasado como en el
presente, el objetivo buscado con la dolarización ha sido el mismo: colocar un
chaleco de fuerza a los conflictos sociales que han sacudido la historia
económica y política del país desde mediados de la década del ’40. La grieta
que desde los orígenes de la humanidad perfora a todas las sociedades se ha
expresado en la historia que vivimos en el enfrentamiento entre un proyecto de
país que intenta incluir a los que nada tienen y son muchos, con otro proyecto
que pretende acumular poder y dinero en un pequeño sector de la sociedad,
sacudido en su interior por una voracidad desesperada por apropiarse de una
mayor tajada del excedente, los ingresos de la población y la riqueza del país.
La incapacidad de consensuar dentro de este sector minoritario y poderoso ha
contribuido a que la violencia intrínseca al saqueo de los muchos emerja a la
luz del día. Así, en un ir y venir espasmódico, estos proyectos antagónicos han
precipitado al país en una creciente inestabilidad económica y política. El
acceso de Macri y la coalición Cambiemos al gobierno a través de elecciones
marcó un momento inédito en la historia política contemporánea, signado por la
legitimidad de origen de un proyecto de exclusión de las mayorías.
Esta legitimidad es hoy cuestionada a diario por las
acciones de un gobierno que, manipulando las instituciones, viola
sistemáticamente al Estado de Derecho para perseguir a la oposición y asegurar
su reelección. Es también cuestionada por políticas económicas que han
agudizado los enfrentamientos entre los pocos que mucho tienen y entre estos y
vastos sectores populares cada vez más amenazados por el desempleo, la pobreza,
la indigencia y la perdida de derechos adquiridos. La contracara de este
empobrecimiento generalizado de la población reside en la emergencia de un
grupo pequeño de grandes empresas vinculadas al Presidente, su familia, sus
amigos y entenados, que con impunidad mafiosa se han apropiado de un recurso de
importancia estratégica para el país: la generación, transporte y distribución
de energía. Dolarizando este insumo, se han asegurado una renta extraordinaria
que hincha sus bolsillos con la apropiación del excedente y los ingresos del
conjunto de la población a través de un tarifazo eléctrico que supera el 3000%
en la era Macri. Asimismo, este tarifazo disputa la apropiación de parte de la
renta monopólica absorbida por otras grandes empresas en otros sectores de la
economía. La voracidad sin límites de este pequeño grupo empresario ligado al
gobierno queda expuesta en el contraste entre lo recaudado con el tarifazo y la
enorme desinversión, falta de mantenimiento y de regulación estatal implicados
en el reciente apagón nacional, y en el apagón que todavía sumerge en la
oscuridad a miles de vecinos de la
Provincia de Buenos Aires.
Así, el tarifazo es un política que intensifica la
grieta. Sin embargo, no es la única. La política de ajuste ha derivado en el
endeudamiento y en la emergencia alimentaria y sanitaria de amplios sectores de
la población. Estas políticas fragmentan a los de abajo en miles de partículas
individuales. La contracara de estas políticas económicas reside en la
intimidación con el objetivo de inculcar miedo, recurso atávico que busca
contener y diluir el conflicto social. De esto se ocupa una campaña electoral
del odio, basada en operaciones mediático judiciales y en el control de las
redes sociales y de los medios para asegurar la divulgación masiva de noticias
falsas.
La intensificación de la grieta también explica el apoyo
dado por el conjunto de los grandes empresarios del país a la continuidad de
este gobierno. Dejando atrás sus demandas encontradas y sus resquemores con un
gobierno que pretende imponerles la dolarización de tarifas y combustibles,
muchos pedalean alegremente la bicicleta financiera, se reciclan en el negocio
importador y compran empresas desahuciadas. Todos se unen en el rechazo a
negociar con una oposición política que intenta expresar las demandas de los de
abajo. En la concepción de estos empresarios, los de abajo deben ser contenidos
con todo el poder del Estado. Esto implica desoír sus demandas y destruir los
derechos que históricamente les han permitido disputar una distribución más
igualitaria de los ingresos. El miedo a los de abajo unifica a los grandes
empresarios en la “defensa del capitalismo” y de las reformas laboral,
previsional e impositiva. Así, no por casualidad el paro general contra el
gobierno del 29 de mayo pasado dio origen al nacimiento del grupo “Nuestra Voz”
constituido por 256 empresarios que representan el 80% del PBI del país. Unidos
entre sí y con Macri a través del WhatsApp, buscan unificar ideas y valores y
apoyar la reelección de Macri (ámbito.com 21 6 2019).
Sin embargo, más allá de las expresiones de fidelidad al
status quo, los grandes empresarios no abandonan los feudos que les dan poder.
El control monopólico de sus mercados les permite dolarizar sus precios y
mantener sus rentas monopólicas disputando a través de la inflación una mayor
tajada del excedente y los ingresos de la población. Asimismo han descubierto
el potencial futuro de Vaca Muerta como generadora de dólares de exportación y
piensan hacer de esta segunda reserva mundial de gas no convencional y cuarta
de petróleo también no convencional, una “política de Estado”. La necesidad de
vincular estos recursos con la expansión del mercado interno no aparece
delineada (rionegro.com 16 6 2019; forbesargentina.com 12 6 2019).
Guerra y finanzas en un mundo convulsionado
Los escarceos de la política argentina parecen muy
alejados de lo que ocurre en el mundo. Sin embargo, todo está relacionado. La
sustentabilidad de la deuda externa argentina no solo depende de la política
del país. También esta vinculada con las turbulencias que se acumulan en el
escenario internacional.
Este fin de semana la cumbre mundial de líderes del G20
en Osaka, Japón, estará recorrida por tensiones geopolíticas que amenazan con
escalar la guerra comercial entre China y los Estados Unidos y detonar un
enfrentamiento militar entre Estados Unidos e Irán. Mas allá de las diferencias
y especificidades de cada conflicto, existe un elemento común: la búsqueda de
control norteamericano sobre las finanzas y el petróleo mundial en
circunstancias en que este país esta devorado por serios conflictos internos
que ponen en cuestión la legitimidad institucional, la autoridad constitucional
del Presidente y su posible reelección en 2020.
El control de las reservas mundiales de petróleo y gas,
tradicional y no convencional, y el control de sus flujos y sus precios, han
sido parte integral de la estrategia de dominación geopolítica de los Estados
Unidos en las últimas décadas. Después de la crisis financiera de 2008, la Reserva Federal
articuló una política monetaria de flexibilización financiera y tasas de
interés cercanas a cero. Esto estimuló la explotación de gas y petróleo no
convencional en territorio norteamericano (ieefa.org october 2018). En muy poco
tiempo, los Estados Unidos disputaron cuotas y precios del mercado mundial del
petróleo, socavando el poder ejercido hasta ese entonces por los principales
países productores de petróleo reunidos en una OPEC ampliada, con participación
de Rusia (zerohedge.com
15 4 2019). Esto hizo posible ocasionales sanciones a Rusia
manipulando los precios del petróleo a la baja. Una vez lanzada la guerra
comercial con China, Estados Unidos dificultó su abastecimiento de petróleo, un
recurso de importancia estratégica para una China jaqueada por la demanda
creciente de sus mercados y la disminución de la capacidad de generación de sus
propios pozos petroleros (nakedcapitalism.com; 10 8 2018; alternet.org 5 10
2017). Esto ha llevado a China a depender cada vez más del petróleo
iraní.
El enorme endeudamiento de las empresas norteamericanas
vinculadas a la explotación de petróleo y gas no convencional, su incapacidad
para obtener una rentabilidad efectiva y la imprevista y rápida caída del
rendimiento de los pozos explotados,(wsj.com 2 1 2019; zerohedge.com 9 6 2019)
ha puesto en jaque a la estrategia petrolera norteamericana y ha llevado a
Trump a extremar las sanciones económicas a la exportación de petróleo de Irán
y Venezuela, intentando controlar sus respectivas reservas a través de una
presión militar creciente. En las últimas semanas el conflicto con Irán ha
escalado, encerrando a Trump en una posición de difícil retorno. Irán ha
demostrado que, con sus aliados de la región, tiene capacidad militar para
infligir daños no solo a las tropas americanas, sino a la producción de petróleo
en los países vecinos y al transporte de este recurso en una región que
concentra el 30% de su transporte marítimo mundial. Por otra parte, un episodio
militar en la región no solo afectará vidas y bienes sino que hará estallar a
los precios del petróleo, afectando inmediatamente al sistema financiero
internacional basado en gran medida en transacciones y endeudamiento con
derivados, es decir con instrumentos financieros complejos, que derivan su
valor de una suma de activos o índices subyacentes (bonos, monedas, tasas de
interés, commodities,
etc.) y entre los cuales los precios del petróleo y las tasas de interés tienen
fuerte incidencia. Por otra parte, un estallido de los precios del petróleo
afectaría seriamente a la producción global.
Así, la fragilidad de la coyuntura económica y
financiera internacional compromete el futuro del endeudamiento en dólares.
Esto obliga a sortear las trampas de la dolarización, el ajuste y la agenda
electoral del gobierno, organizando la participación colectiva para oponerse al
tarifazo, la emergencia alimentaria, la manipulación mediático-judicial y un
vaciamiento del Estado de Derecho que coloca al país en un callejón sin salida.
(*) El cohete
a la luna, 30/6/019.
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