La pluma de Sergio Sinay
La pluma de Sergio Sinay
¿Cómo terminará esto? (*)
Sergio Sinay
¿Cuándo
y cómo termina una pandemia? Esta pregunta condujo a la periodista científica y
escritora Gina Kolata (dos veces finalista del premio Pulitzer) a investigar
diferentes finales de pandemias a lo largo de la historia humana y a cotejar
sus resultados con historiadores, filósofos y científicos abocados al tema. El
resultado fue publicado el último 12 de mayo en The New York Times, donde
Kolata, autora de seis libros, escribe habitualmente. Su artículo repasa varias
de las pestes que asolaron a la humanidad, muchas de las cuales fueron más
devastadoras que la del coronavirus, y el modo en que acabaron. Las
conclusiones recogidas por esta autora se podrían sintetizar en el siguiente
párrafo de su trabajo: “Las pandemias tienen dos tipos de final: el médico, que
ocurre cuando las tasas de incidencia y muerte caen en picada, y el social,
cuando disminuye la epidemia de miedo a la enfermedad”. ¿Prevalece
habitualmente alguno de esos dos finales? Jeremy Greene, historiador de la
medicina en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins, cree que generalmente el
final ocurre “no porque la enfermedad ha sido vencida, sino porque las personas
se cansan de estar en modo pánico y aprenden a vivir con ella”. Esta reflexión
merecería ser tenida en cuenta por quienes, enamorados o no de la cuarentena
(por mucho que la mención de ese amor los ofusque), han decidido que no hay
alternativa, que la única herramienta disponible es el confinamiento, con su
secuela de prohibiciones, vallados, recorte de derechos elementales, amenazas,
deterioro de la salud mental y del ánimo colectivo, colapso económico, abandono
de tratamientos médicos no vinculados al Covid-19, expansión de otras
enfermedades y delaciones a cargo de personas que, infectadas de paranoia, ven a
cualquier prójimo como portador del mal.
Quien
administra el poder administra el miedo, y quien administra el miedo adquiere
poder, siempre y cuando el miedo genere parálisis. Aunque también puede suceder
que sea el impulsor de otras reacciones, menos pasivas. El miedo disfuncional,
el que no opera como proveedor de herramientas adecuadas para afrontar
situaciones de riesgo, el miedo crónico (inducido por una continua generación
de amenazas, al punto en que ya no se distinguen las reales de las falsas), puede
terminar en el escenario que describía el escritor y filósofo inglés Aldous
Huxley (1894-1963), autor de la clásica distopía Un mundo feliz: “El miedo no
solo expulsa al amor; también a la inteligencia, a la bondad, a todo
pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al
final, el miedo llega a expulsar del hombre a su propia humanidad”. Por otra
parte, el poder que se puede obtener a través de la administración del miedo,
tanto en lo político como en lo científico, tecnológico, económico o
psicológico, acaso sea pan para hoy y hambre para mañana. Ya explicaba Hannah
Arendt (1906-1975) que el poder no es acumulable con vistas al futuro, que no
se puede ahorrar ni guardar en el freezer. El poder es siempre un fenómeno
presente. Así como se lo tiene, se lo pierde. Las mismas encuestas,
representativas de la misma “opinión pública”, un día glorifican y al día
siguiente demonizan. La doctora Dora Vargha, connotada historiadora social de
la medicina en la universidad británica de Exeter, sostiene en la investigación
de Gina Kolata que llega un punto en el cual ya no se sabe, y tampoco importa,
quién decide el final de una pandemia y de sus cuarentenas, dado que esto
finalmente ocurre sea como fuere y suele ser desordenado. Los finales, entonces,
parecen más sociales que médicos. Insistir en que “no hay alternativa” recuerda
a esa misma frase en boca de Margaret Thatcher (“There is no alternative”),
cuando en los 80 era diosa madre del neoliberalismo y este se imponía como
modelo único, devastador y definitivo. Curiosa coincidencia que la misma
afirmación aparezca hoy en boca de quienes teóricamente están en las antípodas.
Las alternativas suelen desaparecer cuando muere el pensamiento crítico. Y las
pandemias terminan, si no hay alternativa, cuando se imponen el hartazgo y la
desesperación. Lo dice la historia.
(*) Perfil, 31/5/020.
Comentarios
Publicar un comentario