El análisis de Jorge Fontevecchia
La falacia de la tierra (*)
Argentina
tiene una de las menores densidades poblacionales del mundo. Con 16 habitantes
por kilómetro cuadrado, estamos en el puesto 208. La despoblada Uruguay tiene
19 habitantes por kilómetro cuadrado, Brasil 24, Estados Unidos 33, Venezuela
34, México 64, España 97, Francia 104, China 144, Suiza 200, Italia 206,
Alemania 225, Inglaterra 265, Vietnam 300, Japón 333, India 394 y Corea
del Sur 555, siempre habitantes por kilómetro cuadrado. Solo tienen menos
densidad poblacional que Argentina los tres gigantes deshabitados del planeta:
Rusia 8, Canadá 4 y Australia 3 habitantes por kilómetro cuadrado con la
ventaja para Argentina de no tener mayoría de tierras desérticas como
Australia, ni heladas como Rusia y Canadá. ¿Cómo un país con tanta tierra y
proporcionalmente tan pocos habitantes no puede darle a cada grupo familiar
desamparado un terreno de
Dado que proporciones numéricas cuestan
representarse y para simplificar hasta por el absurdo digamos que habría que
urbanizar lo que queda de campo en el equivalente a tres kilómetros en el
semicírculo que va del sur de Florencia Varela, el oeste de González Catán y
Moreno, y el norte de José C. Paz y Escobar. Exageradamente, que desde
Tampoco
sería imposible si simultáneamente a la construcción de todas las casas, esos 2
millones de familias y alrededor de 8 millones personas pasaran a no precisar
más ser subsidiadas con alrededor de 3 mil millones de dólares anuales ya sea
con IFE, ayuda alimentaria, asignación familiar por hijo, etc., porque pudieran
pasar a tener un trabajo por familia y en 15 años se repagarían el crédito del
Banco Mundial genuinamente, ingresando en el círculo virtuoso. Nordelta, donde
viven 50 mil personas y podrían llegar a casi 100 mil, es el resultado de la
falta de inversión del Estado en urbanización, un siglo atrás los bisabuelos de
esas mismas personas vivían en barrios abiertos, en casas como las de San
Isidro y tantos barrios abiertos del Gran Buenos Aires con calles e
infraestructura construida por el Estado. Pero la población del Conurbano se
multiplicó por 5 en un siglo y por dos en los últimos cincuenta años sin que
las inversiones en urbanización pública hayan sido proporcionales. Los
barrios cerrados, como las tomas, son fruto del mismo problema: los que pueden
pagar financian su propia urbanización; los que no pueden viven hacinados sin
servicios mínimos. Un plan habitacional como el alemán de posguerra hasta
podría ser parte del motor de un verdadero plan de crecimiento para Argentina.
Pero para eso hacen falta dos pilares más: un plan productivo que promueva el
trabajo como el propuesto por Lavagna para los nuevos empleos y una estabilidad
macroeconómica que rompa con el círculo vicioso. Nuevamente Alemania
podría ser una fuente de inspiración: resolvieron el problema de la
hiperinflación entre guerras creando un sistema monetario que garantizaba el
total del dinero y bonos emitidos en moneda local con tierras fiscales.
Volviendo al comienzo de la columna sobre la cantidad de habitantes y
territorio: la superficie de Argentina es 8 veces mayor que la de Alemania y
nuestra población, la mitad. Hace falta un plan que aspire resolver al
mismo tiempo el problema de la falta de moneda, de trabajo y de espacio. No es
imposible, los tres tienen la misma solución: ponernos todos a trabajar.
(*) Perfil, 31/10/020
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