Picada de noticias
Para la intelectualidad progresista Maradona fue mucho
más que un eximio futbolista
Diego
Maradona fue un futbolista de excepción. Dueño de una zurda prodigiosa regó las
canchas del mundo con su talento incomparable durante dos décadas. Nos deleitó y
nos hizo vibrar como nadie, especialmente durante el mundial de 1986 celebrado
en el país azteca. Ese talento le abrió las puertas del Olimpo y millones de
personas lo consideraron un Dios, un ser sobrenatural capaz de cualquier
proeza, incluso el vencer a la muerte. Maradona no pudo resistir tamaña
tentación y se creyó que era un Dios, un ser superior tocado por la varita
mágica. Dueño de un carisma notable se transformó en una deidad conocida en
todo el planeta, al mismo nivel que el Papa. En consecuencia, todo lo que hacía
o decía era aplaudido a rabiar aunque se tratara de algo dañino para su salud o
de una fenomenal estupidez. Cada vez que era entrevistado los periodistas se
postraban ante su figura, se arrodillaban en señal de sumisión incondicional. A
ninguno se le hubiera ocurrido contradecirlo porque a un dios no se lo debe
contradecir. Su palabra se elevó a la categoría de dogma revelado, verdad
incuestionable, principio inmutable.
La
lógica consecuencia de semejante endiosamiento fue que era imposible que se
muriera. La muerte es para los hombres comunes, no para los dioses. Maradona no
podía morir simplemente porque estaba en otro nivel, por encima de todos
nosotros. Así lo creían millones y millones de personas en todo el mundo,
especialmente en Argentina. Pero un día Maradona, lamentablemente, murió. De
repente esa marea humana se percató de que ese Dios no era más que un común
mortal. Incluso futbolistas de élite como Oscar Ruggeri, compañero de Maradona
en la selección durante una década, reconoció que le costó convencerse de que
había muerto. El deceso de Maradona puso dramáticamente en evidencia lo falible
que es el ser humano, lo delgada que es la línea que divide la vida de la
muerte. Nos demostró que hoy estamos y que mañana podemos no estar. Que somos
apenas un ave de paso. Que por más importante que sea el muerto la vida
continúa. Que, en definitiva, “la parca” es la gran igualadora.
Maradona
también fue elevado a la categoría de emblema del antiimperialismo
norteamericano. Su cercanía con Fidel Castro y Hugo Chávez lo convirtieron en
el símbolo del revolucionario o, si se prefiere, en la reencarnación del “Che”
Guevara. Maradona fue la cara visible de la rebeldía, del inconformismo, de la
lucha contra el poderoso. Sin embargo, el poder se las ingenió para utilizarlo
en beneficio de sus intereses. Porque, en el fondo, no era más que un joven que
quería demostrarle al mundo que se podía escalar en la estratificación social
en base al esfuerzo y el talento. Fue, en este sentido, un extraordinario
ejemplo de meritocracia, esa palabra tan denostada últimamente.
Maradona
fue un futbolista único. Pero fue nada más que eso. El propio Maradona lo
destacó en reiteradas oportunidades al expresar que su único objetivo en la
vida fue hacer feliz a la gente en una cancha de fútbol. Lo notable es que para
muchos intelectuales, fundamentalmente progresistas, fue mucho, muchísimo más
que eso. Tal el caso de Mónica Peralta Ramos quien en un artículo publicado el
29/11 en “El cohete a la luna” (“Munición de guerra”) escribió lo siguiente:
“La grandeza y la miseria de la vida humana
quedaron condensados por estos días en la figura del “más humano de todos los
dioses”, un Maradona que finalmente partió a la eternidad “mas solo que
Kung-Fu”, abandonado por su entorno y llorado por un pueblo inmensamente
agradecido por “la felicidad que nos dio a los pobres”. Un pueblo que jamás
olvidara que “a veces ni para comer teníamos… pero él nos hacía felices”.
Se fue así un Maradona que con su vida y su
talento hizo posible lo imposible. Un Maradona que, a pesar de haber
nacido entre los pobres y olvidados, recibió una hora después de muerto el
homenaje acongojado de tres millones en twitter mientras una multitud
interminable lo despidió en
Un Maradona que “se equivocó y pagó”, un
indomable que desafío a los poderes constituidos y jamás doblego sus
convicciones, un irreverente que “nunca quiso ser un ejemplo” pero se convirtió
en un mito viviente.
Maradona fue mucho mas que el mejor jugador
de futbol del mundo. Encarnó la épica milenaria del héroe que salió del barro y
llego al cielo peleando hasta el final contra las fuerzas del mal que desde
todos los tiempos revolotean por el mundo y anidan en nuestro pecho.
En ese largo viaje al infinito, la
contundencia y la transparencia de sus palabras y de sus acciones expusieron
tanto los abismos de sus derrumbes como las alturas de las cumbres que desafío
sin descanso. No hubo medias tintas en su vida. Tampoco complacencia. En
la épica de sus palabras y en la lucha sin concesiones y hasta el final yace,
tal vez, la fuerza de su legado.
Ocurre que hoy, en
un mundo en crisis, las palabras y las acciones se vacían de contenido y los
relatos que no inventamos hablan por nosotros. Relatos que salen de las
tinieblas y subrepticiamente nos imponen una percepción de lo que es posible y
deseable, reñida con nuestras necesidades e intereses. Relatos que anulan
nuestra capacidad de reflexión, aborrecen las transgresiones a la “normalidad”,
bloquean los sueños y ocultan que antes de llegar al cielo hay que vencer a los
demonios dando pelea sin respiro y hasta el final. La vida de Maradona
abre las compuertas por las que se cuela la épica de la rebelión, un fulgor que
nada ni nadie podrá apagar.
En este mundo de tinieblas las palabras se
han convertido en instrumento de guerra que, de un modo subrepticio, destruyen
derechos ancestrales, anulan el disenso y multiplican el conformismo.
Esto no es casual. Obedece a una concepción del mundo que se ha ido conformando
con el tiempo y hoy es hegemonizada por la organización que nuclea a los
“ricachones” de este mundo.
Esta organización, el Foro Económico Mundial
(wef.com) concibe al mundo
como un capitalismo en crisis, azotado por sus deficiencias estructurales y una
pandemia que apura los tiempos de una protesta social inaceptable, expresada en
un populismo nacionalista que se expande por el mundo. Para frenarlo hay que
resetear al capitalismo, redefiniendo al mundo como una corporación global
regida por el principio de maximizar ganancias con tecnologías de avanzada que
intersectan a los espacios físicos, digitales y biológicos (inteligencia
artificial, robótica, internet de las cosas, nanotecnología, biotecnología,
computación cuántica etc.). Estas tecnologías de la cuarta revolución
industrial convierten a los individuos en ecosistemas cuyos datos son fuente de
ganancias ilimitadas. Al mismo tiempo, hacen posible una ingeniería social que
permite el control y el monitoreo subrepticio de las palabras, acciones
pensamientos, deseos, bienes y recursos en cualquier lugar del mundo y sin
limites de tiempo.
Estas tecnologías ya están en marcha y la
pandemia ha permitido acelerar su implementación. Las corporaciones digitales
se suman a los medios de comunicación controlados por mega corporaciones y
maximizan ganancias y poder dividiendo a las sociedades en tribus
antagónicas. Hoy no hay lugar para la épica y las palabras se convierten
en munición de guerra que busca dividir, fanatizar e infundir miedo. Esto
ocurre en el norte y en el sur de este mundo ancho y ajeno. Las modalidades
podrán variar, pero en todos los casos el fin es el mismo.
El relato y la creación de una
realidad alternativa
El control de la palabra ha existido desde
los orígenes del tiempo. Hoy, sin embargo, la forma y la intensidad con que se
ejerce excede todo lo conocido y tiene consecuencias impredecibles. Entre otras
cosas, destruye el derecho universal a buscar, recibir, discutir y difundir información
e ideas, algo imprescindible a la reflexión, esa cualidad única que ha
permitido a la humanidad, llegar hasta nuestros días.
Las recientes elecciones norteamericanas han
expuesto el creciente control ejercido por las grandes corporaciones tecnológicas
sobre la información que circula por los medios de comunicación y las redes
sociales. Este control no solo implica la censura de lo que se puede
decir y debatir, sino también la imposición de una realidad alternativa que
nada tiene que ver con la objetividad de los hechos.
Así, Google, Facebook, Twitter y otras
grandes corporaciones digitales han intervenido abiertamente en la campaña
electoral decidiendo lo que se puede decir en las redes sociales y sancionando
a todos aquellos que se apartan de un código de conducta que estas
corporaciones han estipulado como el correcto, siguiendo criterios cuya
versatilidad nadie puede discutir. Esto implica que en la practica alteran los
algoritmos de las búsquedas en Internet condicionando así tanto la información
que se brinda como los debates posibles. Esto ocurre a pesar de que se sabe que
estas intervenciones modifican sustancialmente las preferencias de los
indecisos en las elecciones. (R. Epstein,
R Robertson, pnas.org 10 10 2015)
Este derecho a la censura, es, sin embargo,
solo el primer paso de una actividad que se prolonga en la meteórica
presentación de proyecciones que anticipan resultados favorables a un partido
político, aunque las instancias constitucionales que llevan a la selección
oficial de un ganador no se hayan concretado y aunque el país esté inmerso en
un febril recuento de votos en un clima enrarecido por el inicio de acciones
legales para nulificar resultados sospechosos.
Pero la cosa no queda aquí. Las
corporaciones han dado ahora otro paso más en el afán de controlar los
acontecimientos políticos y ocultan información sobre los hechos que son
presentados en los litigios como prueba para invalidar la legitimidad del
proceso electoral. Al mismo tiempo, acusan a los litigantes de crear un circo
sin presentar evidencia alguna de fraude. De un plumazo hacen desaparecer,
entre otras cosas: indicios concretos de que el software usado permite alterar
los resultados; múltiples cuentas de votos sin supervisión alguna;
incongruencias estadísticas entre votos emitidos y votos contados; súbitos
cambios de tendencia a partir de la introducción masiva de votos que favorecen
solo a un candidato, ocurrencia que tiene lugar después de largos apagones
inexplicables de las maquinas que procesan los resultados (zerohedge.com 26 11 2020).
Paralelamente, las corporaciones que
controlan a los medios de comunicación tradicionales (diarios, revistas, tv.)
no solo han seguido las mismas pautas de censura seguidas por las corporaciones
digitales, sino que ahora presionan a estas últimas para que ejerzan mayor
censura sobre las voces “hiper-partidarias” de la oposición y den “mayor
visibilidad a los medios tradicionales como CNN, el New York Times y National
Public Radio”, cambios que, de permanecer en el tiempo permitirán crear redes
sociales “menos conflictivas”. (nytimes.com 25
11 2020; zerohedge.com 25 11 2020)
Así, las intervenciones de los medios de
comunicación y de las corporaciones digitales no solo censuran a la oposición,
sino que buscan crear una realidad alternativa para validar sus actos de
censura y prolongarlos en el tiempo. Con el supuesto objetivo de parar el
avance de un nacionalismo populista en el país mas poderoso del mundo,
silencian a 72 millones de habitantes que votaron por este sector y
centralizando de un modo inédito su control sobre el disenso, potencian las
divisiones y enfrentamientos siguiendo el viejo principio de dividir para
reinar.
Épica vs periodismo de guerra
Mientras tanto, el sur del continente es arrasado
por un viento norte que utiliza al periodismo de guerra para crear una realidad
alternativa sembrando el odio, y polarizando a la sociedad para destruir al
peronismo, “ese cáncer” imparable que corroe a
Así, no basta con atacar al gobierno por los
flancos desatando corridas cambiarias y fuga de reservas del BCRA. Hay que ir
al corazón y obligarlo a que se desprenda de CFK, esa “irracionalidad”
peligrosa que impide construir de nuevo al país como Macri cree haber hecho
cuando, según el, se “sacó” de encima la “irracionalidad” de Maradona para
“recrear a Boca”. (clarín.com 14 10 2020, ámbito.com 25 11 2020)
¿Y es que la muerte de un Maradona que es
sinónimo de épica popular detonó los miedos del macrismo, como habría de
ventilar una de sus dirigentes: “Carlitos Menem, Fangio, Eva Perón,
Néstor…Todos se les mueren en el momento justo.!! ¡A ellos!!…Alberto quiso ser
la viuda de Maradona porque su idea era salir como salió Cristina con el
cadáver de Néstor” (ambito.com 27 11 2020) Esta perversidad solo describe la
punta de un iceberg que avanza incontenible para destruir por cualquier medio a
un gobierno que ha tenido la osadía de ser elegido para concretar la inclusión
social de los olvidados, esos “cabecitas negras” que aterran con sus demandas
ilimitadas. De ahí la enormidad de lo que ocurrió el jueves, cuando
el pueblo se movilizó masivamente para dar un ultimo adiós a su ídolo en
La planificación del evento, en manos del
gobierno nacional, fue gravemente deficitaria. A pesar de saber que Maradona
iba a atraer multitudes, no se previó correctamente el tiempo de duración
de la despedida y la posibilidad de disturbios en caso de que la misma fuese
interrumpida antes de que la mayor parte de los que concurrieron pudiesen
despedirse de Maradona. Atribuir la responsabilidad de los tiempos y
modalidades del evento a la familia de Maradona, reafirma la
ineficiencia de un gobierno incapaz de ejercer su autoridad para
planificar un acontecimiento masivo que iría a ocurrir en su propia Casa y
podría tener consecuencias catastróficas. Esta imagen de debilidad
se refuerza con el posterior desborde de la seguridad dentro de
Por otra parte, conociendo desde hace
años la forma de operar de una Policía al mando del macrismo -por mas que se
quiera atribuir a la yunta Santilli/Larreta intenciones distinta a las de
Macri-, no se explica cómo el gobierno nacional no previó la salvaje represión
iniciada súbitamente en la intersección de la 9 de Julio con Avenida de Mayo,
cuyos detalles fueron captados al instante por un canal de televisión. Tampoco
se entiende porque no se intentó calmar al pueblo que se agolpaba en
A juzgar por lo filmado, la represión
en la 9 de julio fue el incidente que posteriormente desató las corridas en
El drama ocurrido el jueves no puede ser
ignorado ni minimizado. Alerta sobre los peligros del momento que vivimos y
evidencia un vaciamiento de la palabra oficial que contribuye
a erosionar la legitimidad del gobierno en momentos en que se lo
acosa para impedir que concrete la épica de Maradona y las políticas que
fueron votadas el año pasado. Admitir los errores lejos de debilitar engrandece
y permite acumular fuerzas para enfrentar el próximo embate, que seguramente no
tardará en llegar”.
Odio de clase y sueños de hegemonía
La
muerte de Diego Maradona sacó a luz peligrosas miserias humanas que, si se
materializan en el terreno político, pueden provocar consecuencias
impredecibles. El fin de semana pasado jugaron en Australia por el torneo Tri
Nations nuestra selección de rugby, los Pumas, contra los All Blacks. Cada vez
que los hombres de negro ingresan a la cancha ejecutan el “haka”, una antigua
danza maorí que intimida al rival de turno. Pero en esta oportunidad
sorprendieron a todos. Antes del haka el capitán neocelandés, Sam Cane, se
acercó a la mitad del campo de juego y depositó sobre el césped una camiseta
negra, símbolo de los All Blacks, con las transcripciones del apellido
“Maradona” y el número “diez”, en un blanco reluciente. Fue su manera de
homenajear a la máxima estrella del fútbol mundial de todas las épocas. Fue
toda una sorpresa ya que en nueva Zelanda el fútbol lejos está de ser un deporte
popular pero los reyes del rugby no quisieron estar ausentes del homenaje
planetario a Maradona. Enfrente estaban Los Pumas quienes permanecieron
impávidos hasta que dio comienzo el match. Inmediatamente estallaron las
críticas en las redes sociales. Fueron lisa y llanamente lapidados verbalmente
por quienes no toleraron lo que consideran fue una falta de respeto impropia de
una selección tan importante como Los Pumas.
Es
cierto que Los Pumas no demostraron ningún interés en homenajear a Maradona.
Desconozco sus razones aunque puedo intuirlas. Lo real y concreto es lo que se
vio por televisión. Creo que debieron haber homenajeado a Maradona aunque sea
en señal de agradecimiento por las veces que los alentó como un hincha más.
Pero no lo hicieron. Ahora bien, cabe preguntarse lo siguiente: ¿si realmente
no sentían la necesidad de homenajearlo qué sentido tenía que lo hicieran?
Primó, me parece, la sinceridad y no la impostura. Además ¿estaban obligados a
hacerlo? No, obviamente. ¿Cometieron un delito al no homenajear a Maradona? ¿Le
faltaron el respeto a su memoria? Me parece que no. En cambio, para millones de
argentinos sí lo hicieron. Y no los perdonaron. Actuando como un inmenso jurado
popular los condenaron y los sentenciaron: “Los Pumas le faltaron el respeto a
Maradona porque son oligarcas y gorilas, porque sienten aversión por el pueblo,
porque no toleran que alguien que nació en una villa haya escalado hasta la
cima del Olimpo”. En consecuencia, merecen ser repudiados de por vida,
ignorados y castigados por los barras bravas. Esto no es invento mío. Estas
aberraciones aparecieron en las redes sociales.
Para
los fanáticos de Maradona Los Pumas son a partir de ahora enemigos de la
patria, seres indeseables que merecen la maldición eterna. Deben ser duramente
castigados. El mensaje es clarísimo: quien se atreva a partir de ahora a
cuestionar al Dios del fútbol entra en la categoría de reo irrecuperable, de
paria dentro de
Pero
eso no fue todo. El mismo fin de semana Alberto Fernández confesó que para él
sería fantástico que todos los argentinos pensaran como Maradona. “
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