Un ensayo esclarecedor
Rosario Taracena
El aborto a debate
Análisis de los argumentos de liberales
y conservadores (*)
(*)Desacatos, núm.
17, enero/abril 2005
Este artículo presenta un
análisis de los argumentos liberales y conservadores, expuestos en la prensa
mexicana, respecto al aborto. El estudio se hizo con base en diez textos
periodísticos (cinco de corte liberal y cinco de tipo conservador) provenientes
de la discusión del “caso Paulina” que tan extensivamente se ventiló en los
medios de comunicación durante el año 2000. El análisis de los argumentos
indica que los puntos de vista liberal y conservador difieren fundamentalmente
en la forma de concebir el aborto y la legalidad, pues mientras los primeros
consideran necesario que el aborto siga siendo legal en algunas circunstancias
(como cuando el embarazo es resultado de una violación), los conservadores
niegan toda posibilidad de que sea legal. Otra diferencia importante es el
objeto central de cada discurso, ya que los conservadores enfocan su atención
en el feto; mientras que el núcleo del discurso liberal lo hace en las mujeres.
Sobresale el hecho de que los argumentos de conservadores y liberales no
coinciden con los de la población, por lo que queda pendiente investigar cómo
es que el público logra conciliar o ajustar los argumentos provenientes de
ambos bandos al aceptar o rechazar la práctica del aborto en determinadas
circunstancias.
INTRODUCCIÓN
Hay temas espinosos cuya discusión deviene casi siempre en una gran polémica. Entre éstos sobresale de manera especial el asunto del aborto, pues cuando éste se discute, generalmente predominan dos clases de argumentaciones: una, que podría denominarse liberal, porque favorece la decisión personal frente a cualquier otro valor; y otra, que puede definirse como conservadora porque busca el mantenimiento del status quo. (1) Debido a que el aborto en México es legal sólo en algunas circunstancias —la mayor parte de los estados lo permiten si el embarazo es resultado de una violación, si pone en riesgo la vida de la mujer y cuando el aborto es provocado accidentalmente—, (2) en la discusión pública suelen enfrentarse los puntos de vista señalados y esto resulta evidente en las coyunturas donde el tema adquiere preponderancia en los medios de comunicación. Un momento clave en el que pudo observarse la confrontación de estas dos perspectivas fue durante el año 2000, cuando se dio a conocer el “caso Paulina”. Éste fue el nombre que se le dio a la historia de una niña de 13 años que quedó embarazada luego de una violación en Mexicali, Baja California, en 1999.Aunque la adolescente recibió permiso para tener un aborto legal, el personal del hospital que la atendió convenció a su madre, mediante información distorsionada, de rechazar el aborto. En esta ocasión, tanto liberales como conservadores aprovecharon la oportunidad para dar a conocer sus argumentos a favor o en contra de modificar las leyes sobre el aborto. El presente texto presenta un análisis de esos argumentos con base en el estudio de diez artículos de opinión, cinco con posturas conservadoras y otros cinco con planteamientos liberales. La elección de los textos se hizo con base en diversos criterios, aunque por encima de todo se buscó que los artículos se concentraran en las razones por las que la ley debería permitir o prohibir la práctica del aborto. (3)
Elementos
del análisis
Para la realización de este análisis se identificaron tres elementos dentro de los textos seleccionados, a saber (1) De qué se habla en los artículos, es decir, cuáles son los principales temas u objetos de su discurso. A éstos se les denomina “clases-objeto”.(2) Qué se dice en los artículos de aquello de lo que se habló, es decir, cómo construyen los autores de cada texto las clases-objeto de las que escribieron. A esto se le conoce como “esquematización”. (3) Cómo dicen lo que dicen, es decir, qué “estrategias discursivas” utilizaron los autores para construir su clase-objeto y comunicarla al lector. Las clases-objeto son aquellas cosas de las que se habla en el discurso, es decir, “los grandes tópicos, asuntos o focos del discurso considerados anteriormente a sus determinaciones predicativas”. Las clases-objeto pueden ser determinados personajes o figuras públicas (o que devienen públicas, como la joven Paulina), nociones (como la democracia o el Estado laico), hechos o situaciones (Gutiérrez, 1989:17). La identificación de las clases-objeto es el punto de partida del análisis, ya que permite saber qué es lo que se está discutiendo o sobre qué objeto o materia se está argumentando en un discurso o conjunto de discursos determinado.
ANÁLISIS DE LOS ARGUMENTOS
Para conocer cuáles fueron las clases-objeto o temas centrales que abordaron los artículos se realizaron varias lecturas de ellos y en cada una se hicieron anotaciones sobre los tópicos abordados en cada párrafo. Estas lecturas y las respectivas anotaciones arrojaron una primera lista de temas por cada texto. A partir de estas listas se organizó la información y pudo verse con claridad qué temas se mencionaron con mayor frecuencia. El ejercicio de identificar los objetos del discurso más recurrentes mostró que, efectivamente, se trataba de dos grupos de artículos que podían compararse muy bien entre sí, pues comparten características y tópicos comunes, a pesar de que se habló de ellos desde puntos de vista opuestos. Las listas resultantes, con sus respectivas clases-objeto señaladas en negritas se muestran en el cuadro 2.
EL ABORTO Y
La revisión de los textos con
posturas conservadoras muestra que al hablar del aborto y la legalidad, todos
los autores de este grupo reprobaron rotundamente —por medio de enunciados con
una fuerte carga valorativa— que la ley permita cualquier clase de aborto,
incluido el aborto por violación, como lo muestran los ejemplos que siguen:
Como cuando se juega en una feria a dispararle con una escopeta a los
muñequitos para ver cuántos tumba, hoy un grupo de feministas […] le exigen a
la sociedad que le disparen a cualquier niño a través de una cortina (el
vientre de su madre), al fin y al cabo si no ve, qué importa quién lo mate. Y
este juego hacerlo obligatorio ¡lo manda la ley! dejando de lado la conciencia
de cada persona (Anita B. de Ochoa,
El
aborto es siempre un crimen y, por lo tanto, no puede ser legal.
Siguiendo la terminología de
Vignaux, este argumento puede ser definido como un “argumento pivote”, ya que
este tipo de argumentos son “esenciales para el desarrollo discursivo y no
pueden faltar sin que se desmorone la estructura interna del discurso”
(Gutiérrez, 1989:18). Además, los argumentos pivote son pocos y redundantes,
como ocurre en este caso, ya que para estar de acuerdo con el razonamiento que
plantean los autores conservadores, la condición sine qua non es aceptar que
“el aborto es siempre un crimen”. Por otro lado, no es casual que precisamente
éste sea uno de los puntos centrales de la discusión entre los grupos que
favorecen y los que se oponen a la legalización del aborto, ya que la
calificación de esta práctica como “crimen” o “asesinato” es defendida con
mayor fuerza por los altos jerarcas de
Además, la definición conservadora del aborto se mantiene debido a que las palabras no tienen un significado unívoco, es decir, no significan sólo lo que señalan los diccionarios, pues, como indica la semántica, las palabras pueden significar cosas diferentes dependiendo de múltiples factores, como la forma y la situación en que se usan, la intención del hablante o emisor del mensaje, entre otros factores de carácter pragmático, pero también porque las palabras establecen diferentes “relaciones de significado” entre sí (Berruto, 1979: 91). Hay relaciones de semejanza o afinidad e, incluso, de diferenciación u oposición. Pongamos nuevamente el ejemplo de las palabras “crimen” y “asesinato”, ya que tienden a ser usadas como sinónimo de un acto ilegítimo o reprobable, pero que quizá no esté sancionado por la ley. Cuando una niña dice que un vecino “asesinó” a la muñeca, puede estar diciendo que la rompió, pero difícilmente ese “asesinato” tendrá consecuencias legales. Si de pronto suben los precios de los alimentos y un ama de casa exclama que “¡se trata de un crimen!”, aquí la mujer está calificando un acto que considera injusto, pero eso no implica que demandará legalmente a los responsables del alza de precios. Al hablar del aborto el uso de las palabras “crimen” y “asesinato” resulta ambiguo, pues aunque se trata de un acto generalmente penado por la ley, también ésta lo permite en algunos casos. Esta ambigüedad favorece que los conservadores usen su propia definición de aborto sin aclarar que no corresponde a lo que señalan las leyes. Finalmente, un elemento social que refuerza esta ambigüedad es el escaso conocimiento que tiene la población de las normas en general y, en particular de las relativas al aborto, ya que, según una encuesta reciente, poco menos de la mitad de la población (45%) sabe que el aborto está permitido en México sólo en algunas circunstancias (Population Council y Grupo IDM, 2001:4), por lo que es posible suponer que el resto de la población es susceptible de aceptar la definición conservadora del aborto sin ponerlo en duda.
Las
estrategias discursivas del lado conservador
Los autores conservadores
examinados acudieron a estrategias similares para construir el objeto “aborto”
como una práctica que equivale al asesinato de un ser humano o a cometer un
crimen. Una de las más frecuentes fue utilizar de forma sistemática verbos como
“matar”, “disparar”, “aniquilar”; o expresiones como “quitar la vida”, “negar
el derecho de vivir” o “sentenciar a muerte”, para referirse al aborto. A
continuación presento ejemplos que sólo pueden comprenderse en el contexto en
que están situados, por lo que hay anotaciones contextuales entre corchetes:
[un grupo de feministas le exigen a la sociedad] que le disparen a cualquier
niño a través de una cortina (el vientre de su madre) […] ahora les preocupa
mucho el bebé, pero cuando era un embrión lo sentenciaron a muerte […] lo que
no se vale es que en el nombre de la “justicia” negarle a esa criaturita la
oportunidad de vivir, de ver salir el sol cada día, de llegar a ser una persona
de bien. ¿Para eso quieren un Instituto de
El
feto como persona
Equiparar al feto con las personas ya nacidas es una práctica discursiva frecuente en la retórica conservadora sobre el aborto, en la que el feto ocupa un lugar protagónico. La discusión acerca de si el feto puede ser considerado como persona no ha llegado a conclusiones definitivas y sigue ocupando espacio dentro de las discusiones éticas y filosóficas. Dirimir el estatus ontológico del feto es un asunto complejo, pero desde la filosofía diversos autores han buscado aclarar la cuestión del si el feto puede ser o no considerado como persona en términos morales. Margarita Valdés, por ejemplo, afirma que la justificación moral del aborto supone solucionar el problema de si el feto es o no persona y, para saberlo, propone “encontrar las condiciones que algo tiene que satisfacer para ser una persona”. De esta forma, Valdés distingue tres nociones diferentes de persona (Valdés, 2001: 69-82): 1) La noción biológica que “iguala la idea de persona con la de ser biológicamente humano, es decir, con la de poseer el código genético propio de la especie homo sapiens”. 2) La noción de persona potencial que considera que una entidad “tiene en sí misma un poder de transformación […] que le permitirá, si nada interfiere con su proceso de desarrollo, actualizarse, es decir, convertirse en una persona hecha y derecha, en una persona real”. 3) La noción de persona metafísica y moral que establece una serie de condiciones que deben ser satisfechas por cualquier entidad para poder ser “persona”. Entre esas condiciones se encuentra la de poderle adscribir a dicha entidad “predicados psicológicos, estados de conciencia, por simples que éstos sean”. Valdés afirma que las dos primeras nociones no son aceptables en términos morales. La primera debido a que “las propiedades biológicas por sí mismas no son moralmente relevantes”, además de que “tener el código genético de la especie homo sapiens y ser producto de la unión de los núcleos de dos células humanas no es ni siquiera una condición suficiente (ni una condición necesaria) para ser una persona”, ya que “nuestras células no gonádicas contienen un código genético completo y son producto de la unión de dos células humanas (el óvulo y el espermatozoide originales) y no diríamos que son ‘personas’” (Valdés, 2001-77-78). La segunda noción de persona tiene el problema de que “es precisamente su conexión causal con la futura persona real la que dota a la persona potencial de un cierto valor moral”, pero esa potencialidad es tanto para convertirse en persona como para no convertirse en ello, por lo que “si el feto no se convierte en nada ulterior (si se aborta) y no llega a tener en el futuro las características que hacen valiosas a las personas, entonces no hay nada en el presente de donde pueda derivar su valor moral” (Valdés, 2001: 78-80).
La tercera definición, en cambio,
es normativa y establece que “por tener propiedades psicológicas, las personas
son entidades a las que valoramos y a las que no podemos tratar de cualquier
manera”. Así, “las personas metafísicas merecen una consideración especial de
nuestra parte por tener estados de conciencia […] Sólo podemos actuar bien o
mal con respecto a entidades que son o han sido capaces de sentir dolor o
placer, capaces de ver satisfechos o frustrados sus deseos, de ver cumplidos o
actualizados sus planes de vida, de tener vidas realizadas o vidas fracasadas”.
Finalmente, Valdés adopta esta tercera definición para afirmar que antes del
tercer mes de gestación no se puede sostener que el feto sea una persona en el
sentido metafísico y moral del término, ya que el sistema nervioso no está
desarrollado como para permitirle sentir dolor o placer. La filósofa concluye
diciendo que sus razones pueden ser discutidas, pero que esa discusión debe ser
razonable, es decir, que no se vale contraponerle razones “que dependan de la
idiosincrasia particular de quien las proponga, ni de su visión religiosa del
mundo y de la vida” (Valdés, 2001: 80/87). Este ejemplo muestra que la
discusión sobre si el feto puede ser considerado como una persona no está
completamente saldada. No obstante, los conservadores insisten en equipar al
feto con las personas ya nacidas y su argumentación no ha sufrido modificaciones
desde hace varias décadas. Si acaso, es posible observar que cada vez presentan
con mayor frecuencia la noción biológica de persona, quizá porque el hablar del
código genético conecta su discurso con los avances de la tecnología y el
desarrollo de proyectos como el Genoma Humano y la clonación, pero siguen
afirmando que los fetos son personas hechas y derechas sin importar el momento
de la gestación en que se encuentren. En el caso de los autores conservadores
que se analizan en este trabajo, todos sostuvieron que el feto es igual a un
bebé o un ser humano ya nacido, como se ve en estos ejemplos: [Un grupo de
feministas le exige a la sociedad] que le disparen a cualquier niño a través de
una cortina (el vientre de su madre) […] Lo curioso es que ahora les preocupa
mucho el bebé, pero cuando era un embrión lo sentenciaron a muerte… en ese
entonces ¿no era un bebé? ¿Cuándo comenzó a serlo? (Anita B. de Ochoa,
Podemos notar en estos ejemplos el empleo de las palabras “niño”, “hijo” y “bebé” para referirse al feto y percatarnos de que se usan como equivalentes. De igual forma, para hablar del aborto usan los verbos “matar” y “aniquilar” junto con los sustantivos anteriores, lo que da como resultado frases como “asesinar a su bebé”, “dar muerte al niño”, etc. No obstante, la equivalencia creada entre la palabra “feto”, “bebé” e “hijo” encuentra un límite, pues es necesario dejarle claro al lector que se están refiriendo al feto, aunque lo califiquen de “bebé”. Eso significa que los mismos conservadores no pueden llevar hasta el final su propia propuesta de tratar a los fetos como personas, pues se ven en la necesidad de formular enunciados tales como “el hijo en el vientre”, “el niño dentro del útero de la madre”, “la criatura en el seno materno” y “el bebito dentro del vientre”, lo que de alguna forma evidencia la presencia de una mujer involucrada en la gestación. La mención de la mujer embarazada es relevante porque una de las características del discurso conservador es centrar la atención en el feto, lo que tiende a desdibujar la existencia de las mujeres que son quienes viven los embarazos conflictivos o no deseados que dan origen a los abortos. Lo que este análisis muestra es que no resulta fácil desaparecer a las mujeres en el discurso conservador, pues es precisamente en el cuerpo de ellas donde crece el nuevo ser. Aún así, los conservadores consideran que la vida del feto es más valiosa que las razones de la mujer para tener un aborto, por lo que, salvo las menciones a su “vientre” o “útero”, dedican muy poco espacio a hablar de los deseos, sentimientos y proyectos de vida de quienes optan por el aborto y, cuando llegan a hablar de esto, lo hacen para señalar que esos deseos o necesidades son triviales o que no pueden estar por encima del sagrado “derecho a la vida”. Volviendo a la construcción del feto como un ser humano igual a las personas nacidas, los conservadores acuden a ciertos tratamientos discursivos para completar la noción de que los fetos son personas. Se trata, como señalaba Margarita Valdés, de atribuirles a los nonatos ciertos “predicados psicológicos”, aunque la ciencia muestra que los fetos carecen de sensaciones al menos durante el primer trimestre de gestación. Los conservadores le adjudican a los fetos características que sería improbable que tuvieran, tales como sufrir o incluso soñar. Alfonso Navarro, escribe:“Dicen que los fetos sueñan en el seno materno” y luego especula sobre la clase de sueños que tendría el hijo de Paulina. El resto de los autores presenta escenas en las que el feto sufre. Heberto Peterson Legrand dice “¿Que vamos a proteger a la madre y ser cómplices para aniquilar al bebito dentro del vientre, al que no se puede defender?”Los verbos “aniquilar”,“matar”y “disparar”son usados en este contexto para transmitir la idea de que los fetos experimentan grandes sufrimientos con el aborto. Si bien resulta contundente el caracterizar al aborto como “el asesinato de un bebé”, la argumentación conservadora se ve en la necesidad de rematar esta noción subrayando que el feto es una criatura “débil” e “indefensa”. En los textos analizados se utilizan con frecuencia diminutivos como “criaturita” o “bebito”, o expresiones como “un diminuto ser humano”, “el menos culpable, el más inocente” o “la víctima que no se puede defender”. Los artículos de tipo conservador subrayan la indefensión del feto, aunque eso resulta paradójico en el marco del caso Paulina, porque fue justamente ella quien estuvo en desventaja frente al violador y frente a los médicos que no le permitieron abortar. La definición conservadora del aborto invita al auditorio a la unificación, entendida ésta como un modus operandi de la ideología, pues como señala John B. Thompson, los conservadores tienden a crear en el plano simbólico “una forma de unidad que abarque a los individuos en una identidad colectiva, sin tomar en cuenta las diferencias y divisiones que pudieran separarlos” (1998:97). Al decir que el aborto es un asesinato y que luchar contra él es estar “a favor de la vida”, los conservadores plantean un escenario en el que sólo es correcto ir en contra de todo tipo de aborto y cualquier solución que lo acepte será descalificada.
Hablando
de los otros: el bando conservador
Como hemos visto, la
argumentación conservadora construye al objeto “aborto” como una práctica
inaceptable, idéntica a un crimen o a un asesinato y que se realiza en contra
de una criatura pequeña e indefensa. En este punto comenzamos a ver que el
aborto es un asunto peculiar, ya que si bien no existen defensores sociales ni
organizaciones que pretendan legalizar el asesinato, desde la década de 1960
existe un movimiento social en todo el mundo a favor de despenalizar el aborto.
En México la primera propuesta de despenalización data de la década de 1930,
aunque es en la de 1970 cuando los grupos feministas comienzan a organizarse
para demandar la despenalización. La existencia de ese movimiento social
representa un obstáculo importante para la argumentación conservadora porque
debilita su forma de enfocar el problema. Así, para enfrentar a su oposición,
los conservadores presentan de forma negativa a quienes pertenecen al
movimiento por “el derecho a decidir” y, para hacerlo, utilizan diversos
recursos, como se ve en los ejemplos siguientes: […] un grupo de feministas
“Alaíde Foppa”, representadas por Silvia Reséndiz y Rebeca Maltos, le exigen a
la sociedad que le disparen a cualquier niño a través de una cortina (el
vientre de su madre), al fin y al cabo si no ve, qué importa quién lo mate. […]
Algunas integrantes del mencionado grupo, al enterarse del caso, empezaron a
hacer escándalo, pusieron una queja en
El resto de los columnistas construyeron de forma más sutil la imagen negativa de sus oponentes. De hecho, la mayor parte de las construcciones negativas se hicieron de forma indirecta pues al describir el aborto como “quitar la vida” o “matar a un bebé”, los conservadores le estaban atribuyendo esos actos a quienes defienden el aborto legal, pues el acto y quien lo defiende están íntimamente ligados. No obstante, también hubo acusaciones directas: Anita B. de Ochoa dice que las feministas “empezaron a hacer escándalo”, con lo que las presenta como propensas al desorden; María del Pilar Hiroishi afirma que quienes abogan por el aborto legal lo hacen “por falta de valores”y Heberto Peterson sostiene que el aborto “es un negocio multimillonario”, con lo que sugiere que quienes lo defienden lo hacen para obtener ganancias económicas. En resumen, los conservadores presentan una imagen de los liberales como seres faltos de valores, decadentes e inmorales y, en contrapartida, presentan a quienes se oponen totalmente al aborto como personas intachables, bondadosas, de gran generosidad y valores incuestionables, como se ve en este ejemplo: Pero el niño que viene desde los linderos del dolor también conocerá que otras voces católicas se levantaron, valientes, para defender su vida. Algún día verá cara a cara a los doctores que, con legítima objeción de conciencia, se negaron a cometer el crimen que lo hubiera privado de la vida. Esos doctores no sólo sufren ahora el chantaje legaloide de las abortistas de GIRE sino que se han expuesto a perder su trabajo, a que los despidan del mismo (Alfonso Navarro, El Universal). Los conservadores presentan un escenario de fragmentación que, como señala Thompson, tiende a “orientar las fuerzas de una oposición potencial hacia un objetivo que se proyecta como maligno, dañino o amenazador”. En este caso, se acude también a la diferenciación, enfatizando las distinciones y divisiones entre los oponentes (Thompson, 1999: 98).
EL ABORTO Y
Todos los textos liberales
analizados pusieron énfasis en que el aborto que solicitó Paulina estaba
permitido legalmente y no se realizó debido a la intervención de las
autoridades estatales. Mientras que los conservadores tendieron a utilizar el
caso Paulina como pretexto para denostar la práctica del aborto en general, los
liberales buscaron discutir el caso particular de Paulina y del aborto por
violación. Al parecer, los liberales calcularon que ganarían mucho más adeptos
si se limitaban a hablar sólo de este caso que si intentaban hablar de la despenalización
total del aborto. Los ejemplos que siguen muestran cómo fue que se manifestaron
los columnistas liberales respecto al aborto y la legalidad: […] a la “pregunta
del día” de
Al señalar que el aborto solicitado por Paulina estaba permitido por ley, los liberales reconocieron y reivindicaron como legítima la disposición que permite el aborto por violación. En este punto, la diferencia central entre conservadores y liberales tuvo que ver con la forma de presentar la ley dentro de su argumentación. Los liberales presentan la ley como la máxima autoridad social y, en cambio, al criticar las disposiciones legales sobre el aborto, los conservadores presentaron la imagen de una ley endeble e incluso errada. En los textos liberales la ley ocupa un sitio privilegiado, pero en los conservadores se ve sólo como un capricho humano, en contraste con la voluntad divina, que se muestra como realmente justa y eterna. Los conservadores repitieron una y otra vez que las leyes no son perfectas y, en particular, las que permiten el aborto. En cambio, los liberales se quejaron de que la ley no se cumplió en el caso Paulina y señalaron que hubo una violación al estado de derecho. La novedad en esta ocasión fue que los argumentos liberales se vieron favorecidos porque el aborto en caso de violación es, de hecho, legal y esto les permitió eludir la parte más espinosa de la discusión, es decir, aquella sobre si el feto puede ser considerado o no una persona con plenos derechos. Por lo anterior, durante el debate sobre el caso Paulina los liberales hablaron muy poco del feto: apenas aparecen siete menciones a él en los cinco textos estudiados, y se refirieron al nonato sólo como “producto” o “feto”. Asimismo, al hablar del aborto por violación, formularon frases como “producto de una violación”, “producto de un acto violento”, “vástago de un futuro poco afortunado” y “fruto de la bestialidad masculina”. En resumen, los autores liberales trataron al feto sólo como un ente, en el sentido filosófico de “lo que existe o puede existir”, frente al que no existen obligaciones morales. Cabe señalar que hubo una diferencia relevante entre liberales y conservadores, ya que en los primeros se hallaron muchas más diferencias de estilo y de matiz en los artículos que dentro de la argumentación conservadora. Los argumentos de los liberales fueron mucho más variados, mientras que la forma de argumentar conservadora fue más homogénea. Ejemplo de esto fue el escaso uso de la frase “derecho al aborto” o “derecho al aborto legal” que, a pesar de ser común dentro del discurso por la despenalización del aborto, sólo fue usada en dos de los cinco textos liberales analizados. En un país donde el aborto es, en general, considerado como delito, el uso de esa expresión no deja de ser provocativo, pues es difícil que algo que se considera ilegal pueda pasar a ser un “derecho”. Además, “el derecho al aborto” es una expresión muy reciente en el ámbito público de México, pues el movimiento feminista de la década de 1970 abanderó la demanda de la despenalización con la consigna de “maternidad voluntaria”, pero durante el debate del caso Paulina la expresión “derecho al aborto” adquirió un referente claro, es decir, a esta joven le negaron el derecho al aborto porque ese aborto estaba aceptado por la ley. (5)
Las
estrategias discursivas del lado liberal
En lugar de centrar su atención en el feto, los liberales dirigieron los reflectores hacia dos actores: las autoridades que negaron el aborto y Paulina. Los primeros fueron los protagonistas del incumplimiento de la ley, que fue calificado como “un atentado hacia el Estado laico”. Por su parte, Paulina se convirtió en un ícono que representa a aquellas mujeres que pudieran haber requerido un aborto por violación y no lo obtuvieron. Aquí veremos cómo los autores liberales utilizaron algunas estrategias para señalar los puntos anteriores y, al igual que los conservadores, dedicaron espacio a hablar de sus oponentes.
Violación
a la ley y al Estado laico
Cuatro de los cinco columnistas
liberales argumentaron que negar el aborto a Paulina constituyó una violación a
la ley, un atentado contra el Estado laico, debido a que: – los funcionarios de
salud prefirieron hacer caso a sus creencias religiosas antes que a la ley que
estaban obligados a cumplir y hacer cumplir; – dichos funcionarios eran
miembros del Partido Acción Nacional, que está muy identificado con
En todos los textos liberales
hubo una crítica a la intervención de los funcionarios públicos para evitar que
Paulina tuviera un aborto. La actuación del procurador de Justicia fue una de
las más citadas, pues se supo que éste llevó personalmente a Paulina y a su
madre frente a un sacerdote para persuadirlas de no tener el aborto. Pero,
además de evidenciar cómo participó
Los
motivos de las mujeres
Durante la discusión de este caso
el lado liberal buscó centrar la opinión pública en la imagen de Paulina y, por
extensión, en las mujeres que podrían estar buscando un aborto debido a una
violación y no pueden tener acceso a él. Aunque el logro inmediato del lado
liberal fue ganar a la opinión en favor de Paulina, las consecuencias de esto
fueron de mayor alcance, pues lograron también llamar la atención sobre los
motivos de las mujeres para obtener un aborto. Los textos liberales dedicaron
espacio para hablar de las razones de Paulina o de las demás mujeres para
acudir al aborto, como puede verse en estos ejemplos: […] Paulina sí quería
abortar, su familia de ella también lo quería porque no estaban dispuestos a
que una niña cargara en su vientre y diera a luz el producto de una violación,
realizada en condiciones de extrema violencia por un drogadicto y delincuente
reincidente. Paulina soñaba con tener una fiesta de 15 años. Ésa sí era su
decisión (Ángel Norzagaray,
Algunos autores pusieron énfasis en el profundo dolor que provoca un embarazo resultado de una violación; otros subrayaron que los planes y proyectos de vida de las mujeres pueden verse frustrados o interrumpidos a causa de un embarazo no deseado, pero todos reconocieron la capacidad de las mujeres para decidir frente al embarazo no deseado, a diferencia de los conservadores, quienes niegan que las mujeres tengan autoridad moral para decidir qué hacer con el feto. Los liberales insisten en la necesidad de respetar la decisión de las mujeres cuando hay un embarazo no deseado, que es lo que el discurso feminista denomina “el derecho a decidir”. En este punto cabe señalar que, durante décadas, la argumentación liberal ha buscado que las mujeres sean las protagonistas del discurso sobre el aborto, y han trabajado para refutar la idea de que quienes buscan un aborto están desquiciadas, padecen enfermedades mentales o que lo hacen por motivos frívolos (para más información sobre este tema véase GIRE, 1999). Los grupos de mujeres han insistido en que quienes tienen abortos provienen de todos los niveles socioeconómicos, de todos los grupos culturales y etnias, de zonas rurales o urbanas y abarcan todo el espectro de la edad reproductiva, es decir, desde los 15 hasta los 45 años. Estos datos son relevantes porque el lado conservador ha intentado reducir el papel de las mujeres en la discusión sobre el aborto y ha tendido a no tomar en cuenta sus motivos para acudir a éste. En este sentido, es preciso señalar que las razones que dan las mujeres para realizarse un aborto son similares en todo el mundo. Un reporte del Instituto Alan Guttmacher (1999: 17), especializado en el estudio del aborto a nivel mundial, señala que las mujeres acuden al aborto: – Para evitar la maternidad: porque tienen ya todos los hijos que quieren; o no quieren tener hijos; o falló su método anticonceptivo. – Para posponer la maternidad: porque consideran que su último hijo es todavía muy pequeño; porque quieren retrasar la llegada de un hijo. – Por condiciones socioeconómicas: porque no pueden mantener a una criatura en ese momento; porque quieren terminar su carrera; porque necesitan trabajar tiempo completo para mantenerse a sí mismas o a sus hijos. – Por problemas en la relación: porque tienen problemas con su pareja; no quieren criar a un hijo sin contar con la pareja; quieren que su hijo crezca con un padre; consideran que deben estar casadas antes de tener un hijo. – Por la edad: creen que son muy jóvenes para ser una buena madre; sus padres no quieren que tengan un hijo; consideran que son muy grandes para tener otro hijo; o ya no tienen energía para cuidar a otra criatura. – Por motivos de salud: el embarazo puede afectar su salud; padecen una enfermedad crónica; el feto puede tener deformaciones; tienen VIH. – Por coerción: fueron violadas; embarazadas por el padre u otro pariente; su pareja o una persona cercana insiste en que tengan un aborto.
Varias autoras han señalado las dificultades de las mujeres y los grupos liberales para convencer a la opinión pública de que las razones anteriores son válidas por sí solas. Boyle y McEvoy afirman que “la posición socialmente subordinada de las mujeres, junto con el poco valor que se atribuye al razonamiento moral contextual”, hace que para las mujeres sea difícil defender su decisión de tener un aborto en estos mismos términos. Dado que el razonamiento basado en principios se considera superior, eso permite que los conservadores afirmen que las mujeres tienen abortos por “mera conveniencia” (1998: 294). En diversos sectores de la población mexicana persiste una valoración negativa hacia las mujeres que han tenido abortos y la mayoría de la gente favorece sólo algunas razones para interrumpir un embarazo. La última encuesta de opinión sobre el tema en México muestra que la razón más aceptada para acudir a un aborto es cuando la mujer embarazada corre peligro de muerte (80% la acepta), seguida de cuando la mujer embarazada corre riesgo para su salud (74%), cuando el embarazo es resultado de una violación (64%) y cuando el producto tenga defectos de nacimiento (52%) (Population Council y Grupo IDM, 2001:5). Que una mujer busque un aborto por motivos socioeconómicos no es tan aceptado como en los casos anteriores: apenas 17% de la población está de acuerdo con esto. Tampoco hay mucho acuerdo cuando la mujer es madre soltera o cuando falló el método anticonceptivo, pues sólo 11% acepta que se practique el aborto por estas razones (Population Council y Grupo IDM, 2001:5). En resumen, la postura de la mayoría de la población está a medio camino entre la argumentación conservadora y la liberal, ya que no siempre se acepta la preeminencia del feto sobre la vida de la mujer, pero tampoco se aceptan todos los motivos que tienen las mujeres para acudir al aborto.
Hablando
de los otros: el bando liberal
Hemos visto que el lado
conservador intenta construir a sus oponentes como seres decadentes e inmorales
y reserva para sí las calificaciones de decencia y bondad. La asociación entre
estos valores y la jerarquía de
a la madre ante un sacerdote para
disuadirla del aborto. La religión se olvidó de Dios: la excomunión es una
amenaza latente (Arnoldo Kraus,
COMPARACIÓN DE LOS ARGUMENTOS
El análisis de los argumentos conservadores y liberales ofrece información suficiente para establecer una comparación breve de las dos formas de argumentar que se estudiaron. El cuadro 3 resume a grandes rasgos las principales diferencias entre un bando y otro en lo que respecta al aborto y la legalidad. A lo largo de este análisis hemos visto que los puntos de vista que se enfrentan en el debate sobre el aborto construyen de formas muy distintas el objeto “aborto”, sobre todo en relación con la legalidad de esta práctica. Los puntos de partida y de llegada tanto de conservadores como de liberales son totalmente opuestos, por lo que resulta muy difícil encontrar elementos que permitan llegar a acuerdos en la discusión sobre el aborto. Aunque estas argumentaciones se oponen entre sí de manera definitiva, resultaría necesario conocer con mayor profundidad la opinión de la sociedad sobre el aborto, pues, por los datos con que contamos a partir de las encuestas sobre el tema realizadas hasta ahora, buena parte de la población ha logrado conciliar de alguna manera los puntos de vista conservador y liberal, lo que da como resultado que una porción importante de la población acepta el aborto por algunas causas y lo rechaza por otras. Esto significa que la polarización de los puntos de vista que se manifiesta generalmente en este debate no refleja con precisión lo que piensa la población mexicana, por lo que puede ser de gran utilidad indagar cómo es que la gente ha logrado acomodar o ajustar en su comprensión del fenómeno del aborto dos argumentaciones tan opuestas como son la conservadora y la liberal. Este tipo de investigación no sólo puede resultar de gran interés en términos epistemológicos por tratarse de un tema plagado de conflictos, sino que, además, sus resultados pueden ser de gran utilidad para la defensa del derecho a decidir de las mujeres frente a un embarazo no deseado.
1 Aunque la división entre “liberales”y “conservadores”suele ser problemática, aquí se manejan estos términos en el sentido político tradicional. Así, me apego a la definición de Josefina Zoraida Vázquez (1997), historiadora del Colegio de México, quien sostiene que el punto de vista liberal se caracteriza por tender hacia la transformación de la sociedad y por “afirmar las libertades individuales oponiéndose a los privilegios, secularizar la sociedad y limitar el poder del gobierno mediante la representación política y el constitucionalismo”. Según esta misma autora, el conservadurismo se caracteriza por una defensa de la tradición, además de que “está comprometido con un sistema de valores trascendentes”.
2 Un buen resumen de la situación legal del aborto en México se encuentra en Leyes del aborto en México, Hoja informativa, GIRE, México, mayo de 2001.
3 Para conocer más sobre los criterios de selección de los textos de este análisis puede verse la tesis de maestría en antropología social realizada por quien suscribe el artículo, Análisis del discurso sobre el aborto en la prensa mexicana: el caso Paulina, CIESAS, México, 2004.
4 En este documento Frances Kissling hace notar que el aborto temprano fue distinguido del asesinato “incluso en los cánones católicos” debido a que los teólogos católicos consideraban que el feto adquiría el alma hasta 40 días después de la concepción.
5 Es probable que la frase más cercana a “derecho al aborto” sea la expresión “derecho a decidir sobre el propio cuerpo”, pero hoy en día el discurso liberal tiende a favorecer más la expresión “derecho a decidir”.
6 La lucha entre
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