El enfoque de Gustavo González
Vacunagate: la pandemia de pánico (*)
En 1957 Fernando Savater tenía 10 años y
vivía en San Sebastián. Sabía que en su pueblo morían personas por una extraña
gripe, pero no que se trataba de una pandemia planetaria por la que moriría
casi el 0,04% de una población mundial de 2.800 millones de habitantes.
El filósofo español recordó aquella “gripe
asiática” en un reportaje reciente con Jorge Fontevecchia: “Hoy sufrimos por
todo lo que ocurre en el mundo. Cuando vemos una catástrofe en la otra punta
del planeta, lo sentimos, vemos imágenes, aumenta nuestro estrés. Esta
enfermedad ataca la parte social, las relaciones, nos aísla, nos hace temer…
Tiene un impacto mucho mayor que la simple enfermedad y nos está destruyendo”.
Aquel 0,04% de muertos por la gripe asiática
representará, probablemente, el mismo porcentaje de la población que morirá
cuando termine la pandemia del covid. Quizá ahora sea menor si la vacunación se
acelera. Pero a diferencia de otras pandemias, la del coronavirus es seguida en
directo desde el momento en que el virus salió de Wuhan hasta los 2 millones y
medio de fallecidos actuales.
Por eso, esta no es la primera pandemia que
sufre la humanidad ni será la última. Pero sí es la primera pandemia
transmitida en vivo. Y también es la primera pandemia global de pánico.
“Peligro de muerte”
Los casos de vacunaciones de privilegio
surgieron en muchos países antes de llegar a
El escándalo en
Horacio Verbitsky fue quien reveló su
propio caso y después pidió disculpas. De joven fue montonero y militó en la
clandestinidad. En democracia, denunció la corrupción menemista y, ya cercano
al kirchnerismo, no tuvo problemas en enfrentarse abiertamente con una parte de
los medios y de la sociedad. Lo hizo siempre desde un lugar de relevancia ética
y de compromiso ideológico con el bien común.
Que ahora tenga 79 años y esté rodeado por
nueve familiares que se enfermaron (uno falleció) quizá lo volvió más
vulnerable, y su temor a esperar como cualquiera su turno de vacunación (en
Puede que haya algo de eso mezclado con lo
que, a veces, son solo torpezas graves. Pero no creo que sea solo eso.
Entre los nombres que se conocieron hay
políticos que enfrentaron a la dictadura, empresarios aguerridos, un periodista
que investigó años a Yabrán cuando nadie se atrevía y un sindicalista pesado
como Hugo Moyano.
¿También ellos se hicieron vulnerables ante
lo que creían un peligro inminente de muerte? ¿El miedo les hizo perder de
vista los costos a pagar?
Comparaciones
Lo que más sorprende del Vacunagate no es
confirmar que hay gente que se cuela en las filas (en una encuesta en la última
edición de Noticias, el 22% reconoce que haría lo mismo), sino que tantos
personajes públicos hayan considerado que enfrentaban un “peligro de muerte”
tal que justificaba un acto éticamente criticable y socialmente costoso.
En
Antes del coronavirus, la última cifra
oficial sobre muertes anuales por problemas respiratorios fue de 64.800
personas. ¿Por qué los 52 mil muertos por covid resultan más aterradores que
los 64.800 muertos por otros virus respiratorios?
Una primera respuesta lógica es que el
covid tiene mayor letalidad y que si hasta ahora no se produjeron más víctimas
es por la conciencia sanitaria para combatirlo. También se podría agregar que
el covid es una enfermedad nueva cuyo final se desconoce.
Pero igual llama la atención que los
alrededor de 60 mil muertos anuales por virus respiratorios nunca produjeron
nada parecido al ataque de pánico actual. No hay datos oficiales sobre muertos
totales en 2020, pero se presume que no serían más de los 330 mil de cada año.
Miedo global
Pienso que entre la pandemia de la
niñez de Savater y la pandemia actual lo que pasó es la posmodernidad primero y
la hipermodernidad después. Cambió el valor de la vida.
Las dos grandes guerras del siglo XX
provocaron más de 100 millones de muertes y varios millones más cayeron en
otras guerras y en las guerras de guerrillas. En este siglo siguió habiendo
enfrentamientos armados y líderes extremos como Kim Jong-un o Trump, pero las
sociedades ya no aceptan mandar en masa a sus hijos a morir en una guerra. Ni
los jóvenes están dispuestos a entregar su vida para cambiar el mundo.
Y ahora, por primera vez, se alinearon
condiciones sociales, de conectividad, económicas y educativas para que, a ese
cambio de época sobre el valor de la vida se le sumara el pánico sobre la
posibilidad de la muerte.
Socialmente, estamos cruzados por una
hipermodernidad que mezcla los valores hedonistas y agnósticos de la
posmodernidad con el temor a un mundo inestable que generó tres grandes
paranoias: el miedo al otro, a las enfermedades desconocidas y a una crisis
financiera repentina y global.
A eso se le agrega el boom de la
conectividad virtual y el vértigo informativo que volvió cercano aun lo de más
lejos, la educación que hace que se acepte mejor la prevención sanitaria, y el
designio de época de que, gracias a la ciencia, depende de nosotros evitar las
enfermedades y conseguir vivir más.
Elites
En mayor o menor medida, todos estamos
atravesados por esos cambios de paradigmas, pero son las elites las que están
más imbuidas por la hipermodernidad, las más interconectadas, educadas y
conscientes de los peligros. Son ellas las que tienen más miedo a perder y, a
la vez, las que más posibilidades tienen de obtener alguna ventaja sobre los
demás. Son las que protagonizaron los Vacunagate en cada país.
Esas elites reflejan bien al miedo global
que impulsó, también por primera vez en la historia, a poner a la economía en
estado de coma artificial para frenar un virus.
El pánico no es un justificativo de
aquellos que hicieron lo que no debían.
Ante la misma situación de miedo, otros,
como la semana pasada contó en PERFIL Beatriz Sarlo, optan por hacer lo
correcto.
El pánico global es una realidad y es la
otra pandemia que recorre el mundo.
(*) Perfil, 28/2/021
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