La nota de Javier Calvo
Vacuna venenosa (*)
Ahora que ya casi
nadie se queja ridículamente de que Rusia o China nos envenenan con sus dosis
anticovid, convendría detenerse en la curiosa escalada selectiva del Vacunavip, donde salvo raras excepciones nadie de la
política con responsabilidades de gestión agitó las aguas del escándalo,
oposición incluida.
El Presidente hizo
lo que tenía que hacer: desplazar a su amigo y admirado Ginés González García. Una pena que
luego se desboque para culpar al periodismo y a sectores opositores por el caso
o que lo intente minimizar porque “no es delito adelantarse en la fila”.
Alberto Fernández enseñó muchos años Derecho Penal en
Tampoco dijo ni
escribió nada su vice, Cristina Fernández de Kirchner, acaso más
preocupada por su exposición pública ante la condena judicial a Lázaro Báez por
“la ruta del dinero K”. Igual, fuentes cercanas a la ex presidenta dejaron
trascender su malestar por la forma en que Ginés (primer ministro de Salud de
Néstor Kirchner) fue echado.
Casualmente, un malestar similar por la
manera de ese despido campea por la provincia de Buenos Aires. Axel Kicillof ,
el primero en salir a desmarcarse del vacunatorio premium y de la supuesta
privatización de la vacunación que el kirchnerismo intenta adosarle a Horacio
Rodríguez Larreta, ahora tiene que andar explicando por qué casi dos centenares
de jóvenes K fueron inoculados. Hacen seguimiento telefónico de los infectados,
no los tratan, pero eligieron considerarlos personal de salud mientras aún
muchos que sí atienden a contagiados no hay recibido dosis alguna.
Lo que deben aclarar Kicillof y las
autoridades sanitarias bonaerenses se replica en gran parte del país. No es
necesario repasar cada botón de muestra, pero en Córdoba (gobernada por el
peronista Schiaretti) ya hay denuncias de acomodos y en Jujuy su propio
gobernador, el radical Gerardo Morales, salió a ventilar la existencia de privilegios.
Ciudad de Buenos
Aires también anda con pies de plomo. El ministro Fernán Quirós salió a defender el operativo
porteño de distribución de las dosis, donde se incluyen las tres patas del
sistema: centros públicos, obras sociales y prepagas.
Sin embargo las
alarmas sonaron con el caso de Hugo Moyano, que se vacunó con
su familia con dosis que fueron destinadas por
La mancha venenosa de los circuitos
irregulares de las personas que fueron inyectadas se expande en los tres
niveles de la administración ejecutiva: Nación, provincias y municipios. Y
también en los otros dos poderes del Estado: el judicial y el legislativo.
La renovación del protocolo del llamado
“personal estratégico” intenta justamente disimular la arbitrariedad, en
tiempos donde las vacunas escasean. Y en ese fango están metidos oficialistas y
opositores. Nadie debería escupir hacia arriba.
La opacidad de los procesos de vacunación y
del control de quienes reciben las dosis alimenta las chances de que se imponga
el ventajismo, sobre todo en un país como el nuestro, con escaso apego a las
normas y la idea difundida de que cumplirlas pareciera constituir un acto de
imbecilidad. No todo el mundo es Beatriz Sarlo, que se negó a ser vacunada bajo
cuerda.
(*) Perfil, 28/2/021
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