La mirada de Carlos Mira
Es ella (*)
Alguna vez comentamos
aquí cómo asombra ver las cosas que le asombran a algunos argentinos.
En el fin de semana
volvimos a escuchar análisis que contienen ese ingrediente de sorpresa al
comentar la radicalización del gobierno de Fernández y la sumisión del
presidente a los objetivos y resentimientos de Cristina Fernández de Kirchner.
La pregunta es ¿de qué se asombran? ¿Dónde está la sorpresa?
La decisión de incluir a Alberto Fernández como candidato a
presidente fue solo una simulación para embaucar a incautos. Una mascarada.
Bajo el argumento de que la comandante de El Calafate estaba
en franca retirada y que quería hacer una contribución a la unidad eligiendo a
un “moderado” (pavada difundida ampliamente por ese funcional a la estupidez
que es Julio Bárbaro) se elaboró una pantalla bajo la cual se escondió siempre
el plan de cubanizar a
El plan fue elaborado por la jefa del kirchnerismo con la
inteligencia cubana en sus frecuentes viajes a la isla para visitar a su hija
“enferma”.
Mientras Florencia se sometía a cirugías estéticas para
mejorar su apariencia, su madre tramaba con Raúl Castro la estrategia para
sumar a
Lo peor de todo el cuento es que la base última del plan, lo
que realmente motiva la enjundia anti occidental de Cristina Fernández no es
una convicción teórica de la “señora” sobre la superioridad técnica y de
resultados del sistema comunista sobre la democracia liberal, sino simplemente
un despecho personal por los Estados Unidos.
La preparación teórica de Cristina Fernández de Kirchner es
tan elemental que no está preparada para sopesar las ventajas de un sistema
sobre el otro. Y la supuesta facilidad que esa comparación implica -dada la
inigualable performance del capitalismo por sobre el comunismo en cualquier
aspecto que quiera ponerse en consideración- resulta empequeñecida por el
imperio del resentimiento que subyace en los pliegues más íntimos del cerebro de
Fernández.
Con una vida exitosa (no discutimos aquí sus métodos) no se
sabe de dónde nacen esos efluvios tan venenosos que anidan en las entrañas de
la vicepresidente.
Nadie sabe por qué está tan enojada contra lo que
personalmente persigue (la riqueza y el vivir bien) y, menos aún, nadie sabe
por qué desprecia el sistema que produce lo que ella usa, sean sus alhajas, su
vestuario o su maquillaje… Sí, sí: ese amplio radio de productos, que ella
consume en exceso, existe porque los produce el capitalismo, siendo
completamente ajenos al comunismo bolivariano.
Esa desviación motriz en la maquinación mental de la
vicepresidente es lo que tiene secuestrado a medio país detrás de sus desvaríos
envidiosos.
Naturalmente debe existir una identificación subliminal entre
esos resentimientos y los que profesa una parte de la sociedad argentina, sean
cuales fueren las motivaciones de estos últimos.
La señora pudo haber encontrado entre esas preferencias de
baja estofa una perfecta combinación para su interés personal: “me identifico
con el resentimiento social, ganó el poder y, desde allí, persigo (y consigo)
lo que me conviene a mi, independientemente de cómo les vaya a quienes me den
el voto que me permita ascender”.
Esta interpretación utilitaria del pueblo sigue la misma
lógica que la que se usó para poner al otro Fernández en el lugar que ocupa.
A su vez, éste Fernández -que se pasó 10 años de su vida
repartiendo los sablazos más impiadosos sobre el gobierno y la persona de la
comandante- vio la veta de un gambito que podía llevarlo a la presidencia y
asegurarle su futuro económico; a él y a su familia por generaciones.
Ambos Fernández, llevados (y unidos) por los sentimientos
más bajos de los que son capaces los seres humanos, sellaron un pacto secreto
en el piso de Uruguay y Juncal en
Nunca hubo un “gobierno de Alberto”. Nunca hubo una política
gestada en
Los analistas argentinos podremos reaccionar con sorpresa y
hasta con asco, por ejemplo, por las recientes posiciones internacionales de
Pero manifestar ese componente si se quiere “inocente” será
un problema nuestro.
Aquí las cosas siempre estuvieron claras para quien quisiera
verlas: es ella la que dirige el timón del país hacia el encierro, el atraso y
la miseria comunista. Es ella la que usa el resentimiento de los demás para
darle cauce al suyo. Es ella la que transformó la envidia en un enorme negocio
personal.
(*) Notiar.com.ar, 31/5/021
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