El punto de vista de Luciana Vázquez
Las prohibiciones y la política como privilegio (*)
El modo de hacer
política del cuarto kirchnerismo se sintetiza, en esta nueva fase de la
democracia argentina bajo pandemia con vacunas, en tres operaciones. Por un
lado, generar prohibiciones para la población general que terminan siendo la
puerta de entrada de privilegios particulares para los funcionarios
kirchneristas.
Por otro lado, reforzar
una narrativa cada vez más caprichosa y más alejada de la realidad,
compensatoria de un presente que desafía como nunca la capacidad de la
administración de Alberto Fernández y Cristina Kirchner de solucionar los
problemas reales. Finalmente, inaugurar una nueva etapa de prebendas en el
mundo de lo sanitario y de la economía. La arbitrariedad en beneficio de los
propios o cercanos en áreas nuevas, como la producción y distribución de vacuna
o la navegabilidad de los ríos, es uno de los signos de los más recientes
tiempos kirchneristas. La política exterior reticente a la defensa de los
derechos humanos en otros países también es parte de esa lógica de la
arbitrariedad.
Antes que el inicio de un camino de solución a problemas
estructurales, la trayectoria del gobierno kirchnerista en el segundo año de
pandemia muestra lo contrario: agravamiento de problemas endémicos, la pobreza
y la inflación, por ejemplo, y la creación de nuevos obstáculos: el sanitario y
el educativo, para empezar.
Esa aritmética del oficialismo con sus tres operaciones
integra marcas de su identidad que ya se han vuelto casi históricas, como la propensión
a la postulación de relatos negadores de la evidencia, que llegan ahora en
dosis intensificadas: el contraste entre una fallida gestión sanitaria en la
adquisición de vacunas, que pudo prevenir alguna de las más de 93.000 muertes
por Covid19 que registra Argentina de haberse dado en tiempo y forma, y el
homenaje del domingo, inoportuno e innecesario. Familiares de fallecidos por el
Covid19 lo señalaron en tiempo real, mientras transcurría el acto en el CCK. El
mejor homenaje a los fallecidos es una política de adquisición y distribución
de vacunas clara y precisa, que evite engrosar esa lista dramática. Esos
detalles siguen faltando en la estrategia política del gobierno de los
Fernández.
Opacidad sanitaria
Otras marcas identitarias de la política kirchnerista,
potenciadas por el nuevo contexto en el que lo sanitario es político, son
despliegues novedosos para una fuerza política hegemónica que empieza a chocar
con sus propios límites, cada vez más contundentes. Un poder vacunatorio
administrado con desprolijidad, como mínimo, y oscuridad, como máximo,
cuestionado abiertamente por buena parte de una sociedad cada vez más
organizada a la hora de contrastar evidencia estadística que termina
desmintiendo el relato oficial. El cerebro colectivo de una sociedad civil
desplegada en Twitter y otras redes sociales convertida en guardiana de la
veracidad de la información en torno a la pandemia en sus diversas facetas
-sanitaria, económica y educativa- es un actor político temible para los
oficialismos de hoy. El tuit del presidente Fernández en torno al parate de la
actividad de Fadea en Córdoba generó desmentidas en Twitter, cargadas de datos:
el presidente terminó borrando su tuit.
En ese escenario, el oficialismo kirchnerista es el más
acorralado no solo porque en un país tan presidencialista como Argentina la
responsabilidad de los problemas coyunturales se atribuyen a la gestión
nacional. También porque la gestión de Horacio Rodríguez Larreta y su ministro
de Salud, Fernán Quirós, al menos en el tema de la campaña de vacunación, y
también en la defensa de la presencialidad educativa, deja a la gestión
kirchnerista corrida a la derecha.
El contrafáctico de “con Macri y Cambiemos la pandemia
habría sido peor” que se esgrime desde la gestión de Fernández en boca de
Santiago Cafiero, por ejemplo, pero también de otros funcionarios y desde la
militancia oficialista, tiene un dato en contra: la ausencia de denuncias en
torno a la distribución de vacunas por parte de
En época de imputación mutua de izquierdas y derechas como
etiquetas morales, la derecha neoliberal de Cambiemos en
La clase política está en campaña y la estigmatización del
adversario político es la regla frustrante de la polarización estructural. El
estudioso de la violencia política y de los usos del pasado, Hugo Vezzetti,
decía en Twitter el viernes pasado: “Escalada de declaraciones que compiten con
versiones catastróficas de la política: o totalitarismo kirchnerista o
dictadura neoliberal (…). Maduros y Bolsonaros a la vuelta de la esquina. ¿No
podremos tratar de pensar y discutir ideas?”.
La reducción de problemas complejos a la lógica simple
amigo-enemigo es un tema a tener en cuenta. Pero lo que está claro es que como
nunca antes, el kirchnerismo viene dejando un flanco descubierto a una
oposición que ordena el conflicto político en término de populismo o república.
Violaciones de derechos humanos de nuevo cúneo en medio de la pandemia, con los
casos trágicos de Carlos Espinoza en Tucumán o de Mauro Ledesma en Formosa como
síntesis de otros hechos luctuosos atribuibles a decisiones del oficialismo que
violentan libertades importantes, y privilegios de funcionarios a la hora
volver al país sin cuarentena o vacunarse antes de tiempo son indicios de un
cambio de escenario preocupante.
Los funcionarios anticuarentena
En ese marco, y a partir de otros datos significativos, hay
que comprender la decisión del presidente Fernández de suspender el viaje a
Francia para asistir al Foro Generación Igualdad en París. Hay una nueva carta
que empieza a jugar en términos electorales y es la ejemplaridad, en el caso
argentino, la obligación de los políticos y funcionarios del oficialismo de
presentarse ante la sociedad como corriendo el mismo destino que sus
representados.
La última novedad en torno a la ruptura de la tradición
progresista de la igualdad a la que adscribe resonante el kirchnerismo llegó
con las nuevas prohibiciones respecto de los viajes al exterior y el cupo
impuesto para argentinos de regreso al país, que implica al mismo tiempo una
limitación para los planes de viajar. El destino más discutible es Estados
Unidos: a falta de vacunas, sobre todo de segundas dosis, el argentino que
viaja a vacunarse al exterior a cuenta de su propio bolsillo es un aliado en el
plan vacunatorio de los que no tienen esa posibilidad en Argentina. Cuando el
Estado falla, la búsqueda de solución privada por parte de los que más tienen
termina siendo un mecanismo de ahorro para las arcas del Estado y de mayor
disponibilidad del servicio para los que dependen del Estado, la mayoría. En la
educación el planteo es semejante: el 34% de matrícula privada, cifras
prepandémicas, es oxígeno para que el presupuesto y el esfuerzo estatal se
dedique a los que menos tienen, que son millones en
Argentinos de regreso, vacunados, con tests creíbles y con
cuarentenas rigurosas al llegar es una solución, no es un problema. Invertir la
carga de la prueba y obstaculizar esos viajes, con el impacto que tiene para el
sector, además, antes que diseñar una buena política de cumplimiento de
cuarentena al llegar, es una decisión altamente discutible.
Las críticas llueven sobre la medida y se agravan por la
dispensa con la que cuentan los funcionarios del oficialismo que viajan al
exterior, exceptuados de la cuarentena al regresar al país si los tests le dan
negativo. Si el temor es el ingreso de la cepa Delta, está claro que la cepa no
distingue a ciudadanos de a pie de funcionarios políticos. Y sin embargo, a la
hora de la redacción del decreto por la secretaria Legal y Técnica de
presidencia, Vilma Ibarra, una abogada con el oído refinado para percibir
desigualdades, la falta de igualdad ante la ley y ante la biología del virus
parece no saltar a la vista.
El vacío de ejemplaridad
El fraseo del Presidente para comunicar su decisión a su par
francés, Emmanuel Macron, fue el siguiente: “La situación sanitaria me obliga a
acompañar el esfuerzo de mi pueblo en el marco del respeto conjunto de las
normas preventivas establecidas”. La carta hace mención puntual al límite de
600 personas diarias autorizadas para viajar.
La falta de ejemplaridad es un reproche que viene cayendo
sobre el oficialismo por parte de buena parte de la sociedad desde el inicio de
la pandemia. Los episodios que alarman son el vacunatorio vip; las preguntas
que sigue sin respuesta clara en torno a la vacunación de los padres de la
ministra de Salud nacional, Carla Vizzotti, que lograron vacunarse juntos, en
el mismo centro y en el arranque del plan de vacunación y enseguida completaron
las dos dosis; el listado de funcionarios jóvenes, en la década de los 30 o 40,
que completaron su plan de vacunación de dos dosis en 21 días y al principio de
la campaña mientras ancianos de más de 80 o 70, los más vulnerables ante el
coronavirus, reclaman en PBA la falta de vacuna, turnos que se cancelan, la
espera angustiosa de la segunda dosis.
Los ejemplos de ese vacío de ejemplaridad igualitaria
abundan en la gestión pandémica de los Fernández y habilitan una narrativa
opositora que ve en la gestión nacional un riesgo para las instituciones
republicanas. Del lado de la ciudadanía, esa falta de ejemplaridad viene haciendo
mella. Ahora que la gestión de la pandemia está centrada en Cristina Kirchner,
Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa, la preocupación crece. El
presidente y los dueños de la campaña electoral tiene la peor imagen política
en
La elección contundente del Frente Cambia Jujuy de Gerardo
Morales y de Juntos por el Cambio, que desdibujó de forma contundente el peso
del kirchnerismo, suma otro dato inquietante para un oficialismo que, encerrado
en su burbuja, naturalizó sus privilegios.
Estaba claro que la deriva de la pandemia y sus
consecuencias para países con problemas estructurales como
(*)
Notiar.com.ar, 30/6/021
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