Picada de noticias

 


Cuando la Argentina se dividió para siempre

 

El 31 de agosto de 1955 no fue un día cualquiera. El entonces presidente Juan Domingo Perón pronunció quizá el discurso más violento de la historia argentina. La frase que quedó registrada para siempre fue la siguiente: “por cada uno de nosotros que caiga, caerán cinco de los de ellos”. Aludía, obviamente, a los gorilas. Fue su respuesta al feroz bombardeo contra la Plaza de Mayo ejecutado por la aviación naval el 16 de junio del mismo año. La violencia finalmente había logrado imponer sus códigos.

 

Perón hizo ese día un llamamiento a la guerra civil. Para él los gorilas no eran adversarios sino enemigos que debían ser aniquilados. Y para los gorilas, los peronistas eran enemigos que debían tener idéntico fin. Los valores básicos de la democracia liberal-la tolerancia, el pluralismo ideológico, el respeto, etc.-habían dejado de existir. El 16 de septiembre importantes sectores de las fuerzas armadas, con el apoyo de la Iglesia, la prensa antiperonista y las fuerzas políticas enfrentadas con Perón (la ucr, el socialismo, la democracia progresista y el comunismo) derrocaron a Perón, quien huyó a Paraguay donde lo guareció su amigo el general Alfredo Stroessner.

 

Había comenzado la Revolución Libertadora. El Poder Ejecutivo quedó a cargo del general Eduardo Lonardi quien de inmediato enarboló la bandera de la pacificación. Ni vencedores ni vencidos, fue su lema. Aramburu y Rojas no pensaban lo mismo. Para ellos había vencedores y vencidos. En noviembre desalojaron a Lonardi y asumió como presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu conservando Rojas su cargo de vicepresidente. Inmediatamente se puso en marcha un  feroz antiperonismo que hubiera contado con la firme adhesión de Robespierre, el emblema de la revolución francesa. Todo lo que oliera a peronismo fue arrasado. Lo que pretendía la revolución libertadora era desperonizar al país a cualquier precio.

 

El 16 de junio de 1956, un año después del bombardeo de la marina, un grupo de militantes peronistas liderados por el general Valle se rebeló contra el régimen militar. La reacción de Aramburu fue tremenda. Quienes participaron en la asonada, incluido Valle, fueron fusilados. La mecha que se había encendido en junio de 1955 hizo explotar una bomba atómica en junio de 1956. Ese día el odio entre el peronismo y el antiperonismo se instaló para siempre.

 

Hace 65 años que ese odio impone sus normas. Hace 65 años que los peronistas y los antiperonistas no se pueden ver. Hace 65 años que los peronistas celebran los fracasos de los gobiernos antiperonistas y viceversa. Hace 65 años que la Argentina es un país decadente. Es la lógica consecuencia de nuestra incapacidad para ser una nación de verdad, para convivir respetando nuestras diferencias. Hace 65 años que el peronismo considera al antiperonismo el mal absoluto y viceversa. Eduardo Duhalde aseveró una vez que la Argentina estaba condenada al éxito. Es cierto que la Argentina está condenada, pero al fracaso. Con dos sectores mayoritarios de la sociedad que no se toleran la Argentina como nación civilizada es inviable. Quizá cuando nos percatemos de ello la grieta comenzará a desaparecer lentamente.

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