Picada de noticias en el recuerdo
La impotencia de Macron...y también la de los chalecos
amarillos
La represión ya está en marcha (*)
El nombre
del partido presidencial
La imagen
más impactante es, sin embargo, la presencia del Ejército francés cuya primera
misión, el operativo Centinela diseñado en 2015 para proteger de los ataques
terroristas los lugares públicos, fue ampliada ahora a la represión. El muy
cuestionado Ministro de Interior, Christophe Castaner, dictó la consigna
“impunidad cero”. La democracia macronista ha sido incapaz de resolver la
crisis de los chalecos amarillos y terminó desplazando al Ejército para
resguardar los símbolos de la ostentación y la riqueza. La imagen del gobierno
se ha ido degradando a la par de la de los chalecos amarillos. El movimiento
paga el tributo de las escenas de violencia y destrucción que las
manifestaciones dejan a su paso. En los últimos días, una encuesta de opinión
realizada por Odoxa demuestra la erosión de los chalecos: el 58% de los
encuestados considera que la violencia le ha restado mucho crédito a los
chalecos amarillos mientras que un 55% anhela que se terminen las
manifestaciones. Las cifras son igualmente adversas para el gobierno. 76% cree
que el Ministro de Interior no podrá mantener el orden público, 70% siente que
Emmanuel Macron es igualmente incapaz y 67% piensa lo mismo del Primer Ministro
Édouard Philippe. Cuatro meses de crisis debilitaron a todos los actores. El
movimiento comenzó el 17 de noviembre con dos identidades permanentes: una, a
lo largo de la semana, con la ocupación de las rotondas: la otra, el sábado,
con las manifestaciones en las ciudades. Los intentos oficiales de desactivar
la tensión no se completaron. Incluso si los chalecos se dividieron y fueron
perdiendo impacto y respaldo (en un momento 76% de la población los apoyaba),
la onda amarilla prosiguió su ruta. El telón que tapaba
“Emmanuel
Macron, el vértigo autoritario”, escribe el portal de información
Mediapart. Unos 350 universitarios firmaron este fin de semana un texto
contra “el grave peligro que corre la población con la política del gobierno”.
La derecha, en cambio, se posiciona en contra de los chalecos amarillos. Uno de
sus portavoces más camaleónicos, el filósofo Bernard-Henry Lévy, acusa a los
chalecos de encarnar un “nihilismo mortífero”. Ese “vértigo” se explica por la
obsesión de evitar que los sectores más duros del movimiento hagan causa común
con los Black Blocs, tal y como ocurrió a mediados de marzo. Con el paso de las
semanas, los grupos políticos radicales se mezclaron con los chalecos
amarillos. El último que subió al escenario fue Black Bloc. Estos radicales
vestidos de negro y pasamontañas están constituidos por una mezcla de
antifascistas, anarquistas y los llamados autónomos. En un bar de París, uno de
los Black Bloc explica a PáginaI12 que la situación insurreccional creada por los
chalecos amarillos resultó un terreno de acción propicio y, sin que haya habido
ninguna coordinación previa, “se plasmó en la calle de forma irremediable
porque nadie acepta que la respuesta a una demanda social sea la represión
salvaje”. Julien es un Black Bloc miembro del llamado “Comité invisible” que en
2007 publicó un famoso ensayo, “
(*) Eduardo Febbro,
Página/12, 24/3/019.
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