La columna política de Joaquín Morales Solá
Cristina, desesperada y absorbida
por el pasado
30 de noviembre de 2022
Habita en el pasado. Cristina
Kirchner les habló ayer a los argentinos de 65 años o más. ¿Qué argentino con
menos edad que esa podría tener una vaga noción de los fusilamientos de Trelew, que
sucedieron hace 50 años, en 1972, durante el gobierno de facto de Alejandro
Lanusse? Está tan absorbida por ese pasado de
muerte y sangre entre militares y guerrilleros
que comparó aquel episodio, que terminó con la muerte de 16 militantes del
Ejército Revolucionario del Pueblo (un violento e intransigente grupo armado),
con el alegato final del fiscal Diego
Luciani sobre la corrupción en la obra pública durante las administraciones de los dos presidentes
Kirchner. Aficionada a hacer de la inferencia una información y de la deducción
una certeza, Cristina Kirchner subrayó que el alegato de Luciani coincidió con
el 50 aniversario de aquellos fusilamientos. ¿Qué tiene que ver una cosa con la
otra? Nada. Fue la expresión de una persona desesperada, y también un
mensaje para amedrentar a los jueces que dictarán sentencia el próximo martes.
La vicepresidenta nunca se detiene en las consecuencias violentas de sus palabras
violentas. No necesitaba exponerlos a los magistrados que la juzgan a un acto
de revancha por parte de los fanáticos que la siguen; bastaba con que hiciera una buena defensa técnica de su situación
y desarticulara las pruebas y los argumentos de Luciani. No lo hizo; no pudo o
no quiso.
La mendacidad vicepresidencial no se detuvo ahí. Ella intentó vincular a Luciani con el intento fallido de
asesinarla, porque aseguró que era seguido en
sus cuentas de Twitter y de Facebook por Brenda Uliarte, sospechada por
Regresemos a la defensa que Cristina hizo ayer. Fue un alegato
político. Se olvidó de la técnica jurídica o simplemente carece de una
refutación seria a las acusaciones de Luciani, a quien también expuso a una
venganza por parte del fanatismo. Luego difundió un
escrito supuestamente más serio que su discurso, en el que las
conjeturas se mezclaron con las presunciones. Dijo que el fiscal la había
acusado de asignar arbitrariamente las obras públicas (a Lázaro Báez).
Respondió que no existe un marco jurídico que limite esas decisiones políticas.
Es decir: fueron decisiones políticas no justiciables. No aseguró que las obras
se asignaron correctamente, sino que se enmarcaron en las atribuciones de los
funcionarios políticos de la administración. Puede que sea así, pero ninguna ley puede prever que un gobierno le adjudicaría casi todas
las obras públicas de una provincia, la de Santa Cruz, a un solo empresario,
Báez, que no había sido ni empresario ni constructor de obras públicas antes
del acceso al poder por parte de los Kirchner. Solo fungía como monotributista. Aferrada a los formalismos,
también aseguró que esas obras públicas figuraron en los presupuestos aprobados
por el Congreso. Es cierto, como es cierto que la aprobación del Congreso a las
decisiones del Poder Ejecutivo en su época era solo un trámite burocrático. Los
Kirchner manejaban las mayorías parlamentarias como si fueran secretarios
indolentes. De hecho, en diciembre de 2009, luego de que perdiera las
elecciones de mitad de mandato de ese año y de que cambiara la relación de
fuerzas parlamentaria, prefirió que no le aprobaran el presupuesto de 2010
antes que hacer cambios impulsados por la oposición. “A ganar o morir”,
instruyó a sus legisladores. Perdieron, pero no murieron, porque ella
simplemente prorrogó el presupuesto de 2009 para 2010.
Otra aseveración que hizo en su escrito es que Lázaro Báez no
recibió trato preferencial de parte de su gobierno. No es cierto. Cuando el
gobierno del entonces Cambiemos se hizo cargo del poder, en diciembre de
2015, Báez era el único empresario al que el Estado no le debía un solo
peso. Había cobrado las obras que terminó y también las que no terminó,
mientras la mayoría de los proveedores y adjudicatarios del Estado reclamaban
viejas deudas de los gobiernos de los Kirchner. El viejo monotributista se había convertido en un multimillonario
empresario bajo la sombra del matrimonio
político más poderoso del país. De todos modos, ella volvió una y otra vez al
mero formalismo, la ejecución del presupuesto, según
La presión sobre los jueces no se limitó solo al discurso de
Cristina Kirchner. ATE, el sindicato de empleados
estatales, amenazó con “parar el Estado” si
la condenan a la vicepresidenta el próximo martes. Los jueces del tribunal oral
tienen fama de serios, honestos e independientes. Saben que su función en la
vida es hacer justicia e interpretar las leyes, y que no pueden -ni deben-
dejarse amenazar por los disparates discursivos de la vicepresidenta ni por las
provocaciones de los sindicatos. Si llegaran a parar el Estado, como anticipan,
será responsabilidad de los dirigentes sindicales, no de los jueces, cuya
responsabilidad es otra.
Cristina Kirchner dijo que se sentía ante un “pelotón de
fusilamiento” y ATE denunció el lawfare que la tendría a ella como víctima. Mal momento para hablar de lawfare, porque si esa práctica existe
en
El bloque radical, la diputada Reyes y la propia Unión Cívica
Radical deberían pedir hoy mismo ser parte de la causa para poder apelar. El
presidente del bloque, Mario Negri, le reclamó ayer a Moreau que apele, pero es posible que esta
no lo haga. Está demasiado vinculada al cristinismo. Si no lo hiciera, y el
radicalismo no fuera parte de la causa, el fallo de Cormick quedará firme hoy a
las 13. Si el radicalismo pudiera apelar, en cambio, no importará la decisión de
Cormick porque esta podrá ser apelada. La otra alternativa es que Moreau retire
la nota que le envió al Consejo de
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