La pluma de Mario Vargas Llosa
Los estadistas preferidos de Henry
Kissinger
11 de noviembre de 2022
¿No es extraordinario que un libro escrito por alguien que acaba
de cumplir noventa y nueve años tenga la excelencia que muestra Leadership, tanto en sus opiniones como
en la descripción de los hechos que marcan a sus seis preferidos en la
nomenclatura mundial? En este libro de reciente aparición, Henry Kissinger
señala a seis estadistas que, dice, son sus preferidos, a saber: Konrad
Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar Sadat, Lee Kuan Yew y
Margaret Thatcher. Con la excepción de Nixon, que no tiene por qué formar parte
de ese conglomerado después de los fraudes que propició (pero no olvidemos que
este presidente sacó a Kissinger de Harvard, donde enseñaba Historia, y lo
nombró asesor de la presidencia de Estados Unidos, a lo que Kissinger debió su
enorme popularidad).
El libro está magníficamente escrito y las razones que evoca Kissinger en la elección de sus seis
estadistas son de peso. También las
razones de por qué ha elegido a estos seis estadistas y no a otros líderes
occidentales. Uno de los misterios de las apariciones en este libro es la de
Lee Kuan Yew, el verdadero creador de la isla de Singapur que tiene el nivel de
vida más alto del mundo y que fue “despedida” por Malasia, ya que la
consideraba una rémora para su desarrollo. Su caso es verdaderamente trágico
para los pobres malasios. Esta historia es extraordinaria, sobre todo considerando
que su desarrollo y modernidad se deben, exclusivamente, al esfuerzo de sus
habitantes, lo que ha permitido a los pobladores de aquella isla encarnar a uno
de los países más avanzados del mundo. (Según algunas estadísticas, es el más
avanzado del mundo.)
El criterio que sigue Kissinger para elegir a sus “estadistas”
favoritos –lo explica muy bien en su
libro– es la importancia que les dio el mundo entero y lo que ellos lograron en
materia de alimentación, trabajo y nivel de vida, algo que convierte a Singapur
en un caso muy especial: pasar de ser uno de los países más pobres a
convertirse en una isla donde todo el mundo trabaja y gana altos salarios y
que, además, constituye un paradigma que los países pobres del mundo quisieran
imitar, justifica totalmente la elección de Lee Kuan Yew entre esta gavilla de
excelencias que constituye el grueso de los estudios de Leadership. Aquí está cómo ocurrió
aquel milagro, y, entre otras cosas, la extraordinaria visión de su líder,
aprovechando la situación de la isla y convirtiéndola, poco a poco, en un
paraíso de seguridad donde podían situar sus bienes los mejores empresarios del
mundo. La palabra clave es “honradez”. La severidad de sus leyes tiene que ver
con el prestigio de esa isla, que ha sabido –era lo más difícil– jugar a ser
aceptada como una de las realizaciones más efectivas de nuestra época, como una
de las naciones que ha llevado hasta sus extremos el desarrollo y la
preeminencia en los niveles de vida de su población.
El general De Gaulle aparece como el que fue: un ser fuera de
serie (y de época) que, pese a la
hostilidad que tuvo siempre contra Inglaterra –se opuso tanto tiempo a que este
país integrara Europa hasta que lo consiguió–, convirtió a Francia durante su
mandato en un país privilegiado, al que todos los otros hacían concesiones y
daban prerrogativas. De Gaulle solo defendía los intereses de Francia, algo que
era insólito, pues todo aquello ocurría cuando lo que contaba era la
desaparición de las “nacionalidades” y los países renunciaban a este viejo
simbolismo por la constitución de conjuntos, como
El líder egipcio Anwar Sadat, que aquí figura con su paciente y dolorosa biografía, tiene el
gran mérito de haber cambiado radicalmente la apreciación que Egipto hacía de
Israel, con el que entabló una colaboración eficaz, el primer país árabe que
así lo hizo, algo que, aunque hasta ahora haya sido más de fórmula que de
contenido, se presta, en el futuro, a servir de ejemplo a otros países árabes,
de tener una buena relación con Israel.
Aunque todos los ensayos muestran un
alto nivel de escritura –y les da
un suplementario interés la aparición de Henry Kissinger, a veces recibiendo y
opinando junto a estos líderes–, el mejor ensayo, y seguramente con el que se
identifica más él mismo, es el dedicado a Margaret Thatcher. Ese texto es una
verdadera delicia, y sin ninguna duda es el mejor de la serie. Allí está, con
lujo de detalles, toda la vida profesional de la señora Thatcher, que, en sus
comienzos, fue apenas una meritoria estudiante de química en
Los perfiles de los personajes están muy bien trazados y en el libro se dan todos los datos necesarios para
conocerlos. Pero, y en esto hay un gran mérito del ensayo, los apuntes
biográficos son igualmente sustanciosos, y el lector puede seguir, palmo a
palmo, la evolución de sus vidas junto a sus obras, es decir, los designios que
trataron de alcanzar, trabajando como lo hicieron para cambiar a sus países
para mejor. Todos ellos tuvieron ese mérito: su país cambió de cara y perfil
luego del paso de ellos por el poder, pero, claro, la significación de cada
cual fue distinta, aunque todos ellos influyeron y cambiaron la situación en
que sus países eran percibidos por el resto del mundo.
La señora Thatcher, por ejemplo, cambió la percepción que se tenía
de Inglaterra en el resto de Europa. Pero,
tras la recuperación de las Malvinas, se tuvo una visión distinta de Inglaterra
y de su primera ministra, la señora Thatcher.
Luego de los elegidos, Leadership tiene algunas páginas en las que Henry Kissinger explica
las razones por las que, cree, aquellos “elegidos” cambiaron la percepción de
sus países en el ámbito en que se movían. Y su ensayo insiste en que aquellos
liderazgos significaron un cambio profundo de la función presidencial. De
manera que todos ellos –salvo, quizás, el general De Gaulle– transformaron
profundamente a sus sociedades, dejando una huella que no se ha apagado
todavía. Y todos ellos quedan como unos dirigentes que trabajaron con distintas
fortunas, como líderes que sin arredrarse ante los desafíos que encontraron,
fueron capaces de absolverlos. Y, la mejor prueba, es la marca que dejaron.
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