El balance de Mario Wainfeld
El ChatGate nuestro de cada día
Página/12
31 de diciembre de 2022
Se va un año que pareció una
década. El final mundialista cambió semblantes y tendió un dichoso puente hacia
las fiestas. Sería una proeza hacer un balance entre tantos sucedidos. También
internarse en profecías para 2023. Pruebas al canto: tres de los hechos más
relevantes del 2022 eran impredecibles un año atrás. O, cuanto menos, no
figuraban en la mayoría de los radares o mesas de arena. La guerra
entre Rusia y Ucrania, para empezar. La tentativa de homicidio contra la
vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En menor proporción
porque no era considerado imposible: la victoria de
Sorpresas te dieron la vida
y las elecciones. Lula da Silva salió de la cárcel en los últimos meses
de 2021, se puso la campaña al hombro. Diseñó una estrategia y la ejecutó como
Pelé, Diego Maradona y Lionel Messi juntos. Mañana jura como presidente
electo por tercera vez, desplazando a Jair Messias Bolsonaro. Al principio fue
sorpresa la arremetida de Lula. Una vez acostumbrados al milagro, en el
tránsito a Brasilia, metió pavor la magnitud de votos que congregó Bolsonaro.
La ultraderecha brutal e impresentable da pelea, cuando nos despertamos sigue
ahí.
El presidente
estadounidense, Joe Biden, asomaba como “punto” en las elecciones
de medio término. La tendencia va en ese rumbo, el expresidente Donald
Trump conserva arrastre… el bueno de Biden no es un prodigio de
carisma ni de madurez bien llevada. Los guarismos finales lo dejaron a tiro de
empate, nada mal frente a la ultraderecha impresentable etcétera.
En medio de una crisis
político-económica colosal,
El segundo alivio viene de
al lado, en el vecindario. Alto cambio en Brasil. En
términos ideológicos, en perspectivas de integración regional, de rumbo
conjunto. Económicamente, según informe de
Inflación, un consenso: El
sentido común de los quinchos, las tertulias de café, los focus groups, “la
política”, conserva un punto de consenso. Si se mantienen los actuales
porcentajes de inflación serán exiguas o nulas las chances del Frente
de Todos (FdT) para ganar las elecciones presidenciales. El enunciado
revela la contracara; guste más o menos, Juntos por el Cambio (JpC)
asoma como favorito. Claro que ningún pronóstico es definitivo, falta mucho, la
incerteza es regla, los cisnes negros vuelan en bandadas…
El ministro de Economía,
Sergio Massa, le sacó (ciertas) papas del fuego al Gobierno. Se tuvo fe el
hombre: optimista de voluntad, con autoestima envidiable. Arribó
en medio de una crisis integral: política, económica y financiera. Se
sucedieron ministros en cuestión de días, corridas en
Massa concentró poder
político, cedió ante los poderosos obteniendo contrapartidas paliativas. El
dólar soja, sin ir más lejos. Controló algunas variables, promete hacerlo con
la inflación. La modesta utopía, el 60 por ciento anual, estimula a su equipo y
a parte del Gobierno. La primera pregunta del millón es si se
obtendrá esa merma. En tal caso, sobrevendría la segunda: si la notará la gente
común.
La coalición oficialista
está dividida, demasiado habituada a tramitar sus internas a cielo abierto.
Las renuncias en el equipo de Gobierno se tornaron habituales, rutinarias.
Después de la crisis de junio-julio, todo parece modesto o nimio en
comparación. Empero, la diáspora es síntoma de pérdidas de mística y de
espíritu de cuerpo.
Las relaciones del
presidente Alberto Fernández y su elenco con los sindicatos, las organizaciones
populares, los gobernadores o los intendentes atraviesan un mal momento.
Las vísperas electorales, los desempeños flojos, las contramarchas, ayudan a
explicar las diferencias.
Los amarillos también juegan
y pifian: en temporada alta de recuerdos futboleros
refulge la anécdota de Carlos Salvador Bilardo en el vestuario diciéndoles a
sus dirigidos, como única consigna: “Traten de no pasarle la pelota a los de
amarillo”. La dirigencia del FdT tendría que honrar ese ejemplo.
Los rivales son impiadosos,
traban el funcionamiento del Congreso, cuentan con la banca de los grandes
medios, el establishment, la crema del Poder Judicial. Por suerte para el
oficialismo y para la patria se equivocan con frecuencia. La gula y la soberbia
podrían jugarles malas pasadas: se creen ganadores, a diez meses de los
comicios. Nada es definitivo ni siquiera la estabilidad institucional, primera
acotación. La segunda, Francia… que se quedó con ganas de dar la vuelta.
Creérsela antes de tiempo, mala praxis.
Los cambiemitas exponen su
programa económico, más a la derecha no se consigue. Despidos, cierres de
empresas públicas, recortes de subsidios, menos jubilaciones, recortes a los
“planes sociales”, amenazas de leña a los manifestantes. Por ahí cuela, por ahí
consolidan su cuarenta por ciento. Por ahí se les va la mano.
Denuncias públicas retratan
a muchos de sus referentes. Baja estofa, berretas, rodeados de ñoquis o de
acompañantes vistosas. Los Chatgate, la vida ostentosa, quizá los alejen de
eventuales representados. Las revelaciones corroboran promiscuidad con otros
poderosos y cuan impunes se sentían. Tal vez ahora se cuiden más.
El escándalo de esta semana,
por llamarlo de algún modo, deja expuestos a empresarios, jefas de
espías. Especialmente al ministro de Seguridad porteño, Marcelo
D’Alessandro, y a Silvio Robles, vocero del presidente de
El jefe de gobierno porteño,
Horacio Rodríguez Larreta, lo sostiene en su cargo. “Por ahora” titula
Las filtraciones sin
autorización son inadmisibles como prueba penal. Pero se admite su difusión
cuando revelan información pública. Precedentes ilustres: Watergate, WikiLeaks,
los Panamá Papers, Pandora Papers, siguen las firmas.
D’Alessandro “tiene que”
contestar así sea en canales y medios partisanos o mariscales de la derecha.
Los jueces implicados se esconden, no se prestan a la requisitoria pública.
Curiosa democracia contemporánea ésta; los titulares de un poder del Estado se
ocultan. No se les conoce la voz. No carga sobre ellos la obligación
republicana de responder ante audiencias masivas. Una vergüenza, otra
desigualdad, menos junada que no pagar impuestos. ¿Qué se hizo del “queremos
preguntar”?
Horacio Rosatti tiene
coronita, por lo visto. Cuarenta y cinco días de vacaciones, un lujo exótico
para los trabajadores. Sueldo neto superior al del Presidente y los
legisladores nacionales. Estabilidad filo vitalicia… ¿Por qué añadirle la
ventaja de no dar la cara? En fin.
En
Por qué creer: La
fuente es dudosa, la veracidad controvertida. ¿Por qué creer, entonces, en que
los chats son auténticos? Para cualquier persona, el público incluso: por el
contexto. Porque la promiscuidad intra poderosos es notoria, se deja ver.
Porque hay chats de audio de
los implicados, voces y fraseos inconfundibles.
Porque los tribunales
cometen cotidianamente aberraciones jurídicas. Sentencias infundadas, abusos de
poder.
La desidia cómplice para
investigar una tentativa de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner.
Desapego a los deberes, desamparo a la víctima.
La sentencia de la causa
Vialidad, arbitraria, sin sostén probatorio. Anticipada desde meses antes por
la prensa hegemónica.
El fallo cortesano a favor
de
Los precedentes hacen
sistema con las evidencias. Comodoro Py y
Lo mejor y el brindis: Todas
estas historias continuarán con final abierto. Nada está resuelto en la
víspera. La historia lo comprueba con frecuencia.
Los representantes del
pueblo están en mora, en diferentes proporciones porque no todo es igual ni
todos son lo mismo. La gente de a pie espera señales, respuestas, gestos,
mejoras. Es su derecho.
La templanza de la sociedad
civil, la voluntad de trabajo de los argentinos, su serenidad para ocupar el
espacio público sin desmadrarse, son muestra de lo mejor que tenemos. La
celebración mundialista fue única pero no un hecho ajeno a la idiosincrasia
nacional.
En la última columna del año
eterno e inolvidable levanto la copa, lectora y lector. Por la gente
común. Entre ellos, quienes acompañan a este diario compartiendo ideas,
creencias y valores. Salud y los mejores deseos para ir reconstruyendo nación,
igualdad y esperanza.
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