La mirada de Enrique Guillermo Avogadro
Olor a calas
IP-30/12/2022
“Pero
en ese país dispendioso y simulador también crecía un forúnculo que alguna vez
habría de explotar: la pobreza”. Leonardo Padura
El martes, la reentrée de Cristina Fernández
después de su condena por corrupción marcó el más que evidente principio del
fin de su prolongado reinado sobre el peronismo más rastrero; me refiero, es
obvio, a aquél que, por falta de un liderazgo verdadero y consciente del poder
que le confería a ella su ascendiente sobre el Conurbano empobrecido, le
perdonó tantas humillaciones con tal de conservar sus quintas y kioscos.
Como estaba escrito después de la espontánea y
más que masiva concentración con la que fue celebrado en las calles el triunfo
de la “scaloneta”, lo peor para la ajada imagen de la emperatriz hotelera fue
el acto mismo ya que, en comparación, podría haberse llevado a cabo en una
cabina telefónica y, en lugar de ómnibus, transportado a los fieles en una
pequeña flota de Fiat 600. Sólo los muy, muy propios estuvieron allí, siempre
prendidos a sus polleras para intentar sobrevivir en el desierto que los espera
inexorable. Ella misma, postergando cualquier reacción hasta marzo, certificó
la imposibilidad de hacerlos sacar de las mochilas sus bastones de mariscal y
llevar a su imaginaria tropa a la victoria.
Sabiendo que quienes la escuchaban no
cuestionan sus dichos o ni siquiera saben de qué habla, mintió descaradamente
cuando estableció una línea de tiempo en la causa Vialidad para relacionarla
con su propio derrotero político, y acusó a
Confieso que me equivoqué cuando aseguré
tantas veces que la reina del Calafate generaría violencia en la calle para
evitar que la tocaran los jueces, y cuando supuse que dispondría de ingentes
batallones de narco sicarios, barrabravas, criminales liberados y patotas
sindicales para defenderla. Por el contrario, la generalizada sensación de
inevitable derrota está haciendo que las ratas desesperanzadas huyan del
escorado buque: lo prueban los múltiples adelantos de las elecciones
provinciales respecto a las nacionales y, sobre todo, las renuncias de Victoria
Donda al comando del INADI, de Félix Crous (el caradura que desistió de su rol
de querellante en todas las causas contra la emperatriz hotelera) al de
Por su parte, Sergio Massa despidió, de muy
mal modo, a Rodolfo Gabrielli como jefe de
Claro que la inflación, de ese modo, no puede
más que acelerarse: no es el dólar el que sube (menos de lo que debiera, si lo
ajustáramos); es el peso el que baja por el exceso de papelitos de colores que
inundan la economía. El Gobierno los absorbe con nuevas letras y bonos que, a
su vez, duplican anualmente la deuda soberana por los siderales intereses que
se ve obligado a pagar para atraer a los reticentes inversores.
La contrapartida siempre es la pobreza, que
alcanza al 50% de los argentinos, un pavoroso porcentaje que el resto de esta
sociedad tan, pero tan apática ya ha internalizado y con el cual parece
dispuesta a convivir. Ignora que no puede seguir bailando en este endeble
escenario pues el riesgo de que ese inaceptable e inmoral forúnculo reviente y
se transforme en un cataclismo social es cada vez más inminente.
El 2022 resultó, en muchísimos aspectos,
trágico. Las guerras nunca dejaron de existir, pero la cruel invasión de Rusia
a Ucrania, cuyo fin parece aún lejano, produjo un sismo en la economía mundial
por el aumento de precios de la energía y de los alimentos que provocará
mayores tragedias humanitarias. Y la epidemia de Covid, que volverá a
expandirse tan pronto los chinos (que han tenido recientemente 250 millones de
contagios) comiencen a llegar masivamente a otras geografías, augura que
también continuará nuestra angustia.
Pero, dado que somos amantes de las
matemáticas y, por ello, a celebrar el cambio de calendario que hoy sucederá, sólo
me resta desear el mejor 2023 posible para todos y nuestras familias, pese a
tener la certeza de que no será demasiado amable, menos aún para los
argentinos.
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