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La corporación judicial al desnudo

En su edición del 16/12/012 Página/12 publicó un escrito de Horacio Verbitsky que lleva por título “Los jueces quieren saber”, donde emerge en toda su magnitud la genuina naturaleza de la corporación judicial. A raíz del documento corporativo, sin firmas, dado a conocer recientemente por la “Justicia” (el 7D) en contra del gobierno nacional, miembros de la Asociación de Magistrados de la Federación Argentina de la Magistratura y de la Junta Federal de Cortes y Tribunales superiores, narra Verbitsky tienen decidido preguntar a sus autoridades las razones del documento, quiénes fueron los magistrados que lo redactaron y aprobaron, y, finalmente, por qué se publicó sin firmas. Esta decisión le permitió a Verbitsky poner en conocimiento de la opinión pública el “quién es quién de las asociaciones de la judicatura”, el “lobby empresarial para condicionar los fallos” y la “lisa y llana corrupción” que impera en el Poder Judicial.

El camarista penal Luis María Cabral dirige la Asociación de Magistrados. Según el fiscal general Jorge Auat, su designación para integrar una sala de la Cámara de Casación Penal lejos estuvo de ser regular. Sin embargo, la Cámara lo confirmó, siendo la única voz en disidencia la del doctor Alejandro Slokar. Pero quien sigue manejando las riendas de la Asociación es el doctor Ricardo Recondo, especialista en designar jueces a dedo y en enturbiar la cancha a favor del Grupo Clarín en la guerra declarada contra el gobierno nacional. Recondo tiene una larga carrera judicial y se destacó por impulsar la designación de  Juan Rodríguez Basavilbaso como camarista federal con el objetivo de cortar de cuajo los juicios por violaciones a los derechos humanos.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, -Recondo, en su carácter de presidente de la Asociación de Magistrados, consideró que la demanda del patagónico sobre la necesidad de acelerar los juicios por la verdad histórica constituía una intromisión inadmisible del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial. Recondo contó con el aval de la Corte Suprema, que afirmó que el control republicano debe “respetar la honorabilidad e independencia judicial”. Ahora Recondo ejerce la jefatura del bloque de jueces, abogados y legisladores radicales en el Consejo de la Magistratura. Además, es miembro de la Cámara Federal en lo Civil y Comercial y participó en la designación de un juez jubilado para fallar a favor de su patrona, doña Ernestina, contra la constitucionalidad de tres artículos de la Ley de Medios. Por si ello no fuera suficiente, su hija Ana ejerce la coordinación de Certal, una entidad de lobby que sostienen los operadores de cable, entre ellos, obviamente, el Grupo Clarín.

La Junta Federal de Cortes y Tribunales Superiores (Jufejus) es presidida por Luis Francisco Lozano, quien es también presidente del Tribunal Superior porteño. Cuando asumió la presidencia de Jufejus, Lozano se comprometió a trabajar en pos de la independencia del Poder Judicial. Sin embargo, sus primeras palabras como presidente estuvieron dirigidas al ensalzamiento de su predecesor, Rafael Francisco Gutiérrez, el símbolo de la dependencia de la justicia. En efecto, Gutiérrez llegó a la Corte de Santa Fe de la mano de su primo, el por entonces gobernador Carlos Reutemann. Durante su gestión, narra Verbitsky, Jufejus firmó convenios con Adeaa (la Asociación de Aseguradores Argentinos), para que los supremos provinciales viajaran a Fort Lauderdale, Miami y Washington para participar de “seminarios de capacitación” dictados por la International Judicial Academy (UJA) en beneficio de jueces de Asia, África, América y el ex bloque comunista europeo. Por supuesto que esta “Academia” lejos está de abrazar la causa de la justicia independiente. Por el contrario, su objetivo es propagar entre los jueces del mundo la doctrina neoliberal patrocinada por el Consenso de Washington. Esta corporación tiene una sede en Washington y otra en Buenos Aires que funciona en la sede de la Asociación de Magistrados y cuya jefatura está a cargo de Ricardo Li Rosi, juez nacional en lo civil. Los jueces que asisten a los seminarios organizados por la IJA gozan de la compañía de hombres de negocios, como aconteció, por ejemplo, en el seminario dictado en Washington en 2008 y 2009 para jueces y ejecutivos de seguros de la Argentina. Los cursos, informa Verbitsky, son promovidos por las embajadas de Estados Unidos y, en nuestro país, por la Cámara de Empresas Estadounidenses, AmCham.

El camarista cordobés Víctor María Vélez preside la Federación Argentina de la Magistratura (FAM). Sus espaldas están bien cubiertas ya que es un protegido del grupo de penalistas radicales comandados por dos ex funcionarios de Eduardo Angeloz, José Ignacio Cafferata Nores y José Buteler. Al presidir la Asociación de Magistrados de Córdoba, María Vélez se esmeró en defender los intereses corporativos, actitud que fue premiada por el gobernador De la Sota al exceptuar a los jueces de sus reformas previsionales. Su antecesor en el cargo fue Abel Fleming, juez penal de Salta, considerado por el ex diputado de la UCR Fernando Chamorro como un sirviente de Videla y Cía. En ejercicio de la Cámara Séptima de Córdoba, María Vélez juzgó a 59 personas por el motín de febrero de 2005 en el penal de San Martín. Apenas cuatro se salvaron de ser condenadas y el resto fueron sancionados, aún aquellos reclusos que trataron por todos los medios de controlar la situación. En los fundamentos del fallo, señala Verbitsky, María Vélez no se preocupó por individualizar y responsabilizar a los responsables de que un edificio construido hace más de un siglo para 600 personas albergue el triple, provocando una situación de hacinamiento lesiva de la dignidad humana.

Emerge en toda su magnitud el poderío de la corporación judicial argentina. Es un grupo de presión que cuenta con la protección de la república imperial. Es, en verdad, un tentáculo más del pulpo planetario que pretende dominar el mundo. Cristina tiene delante suyo un formidable enemigo. Ello explica por qué una Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal se atrevió a emitir una sentencia contraria a la propia Corte Suprema. Lo hizo porque contó con el respaldo de estas asociaciones de jueces que no en vano emitieron ese documento crítico del gobierno nacional. Fue una demostración de fuerza, un acto de petulancia y prepotencia, propia de quien se siente fuerte y protegido. Guardando las distancias, así actúa Estados Unidos cuando envía a la siempre caliente zona del Golfo Pérsico a algunos portaviones como “elementos de disuasión”.

El artículo de Verbitsky pone en evidencia lo sofisticado que se ha vuelto el imperio norteamericano. Antes arremetía como un toro embravecido apoyando cuanta dictadura militar se instalaba en los países latinoamericanos. Hoy se vale de los “seminarios” organizados por la IJAS y apoyados por el Departamento de Estado y, seguramente, la CIA. Estados Unidos llegó al convencimiento de que es más eficiente afianzar su dominación mundial organizando “seminarios”, a través de la cultura, que ejecutando invasiones militares. A Cristina le espera, qué duda cabe, una tarea ciclópea. La corporación judicial está con el Grupo Clarín y ambos grupos de presión cuentan con el apoyo del orden conservador y la república imperial. La situación que hoy vive Cristina me hace acordar, en un sentido metafórico, a la película “Troya” dirigida por Wolfgang Petersen, donde el príncipe Héctor se ve obligado a defender la ciudad, amenazada por 50 mil griegos y aliados que pretenden tomarla por asalto. El gobierno de Cristina viene siendo asediado desde hace tiempo por un fenomenal ejército neoconservador compuesto de periodistas, sindicalistas, ruralistas, jueces, intelectuales y caceroleros, bajo el mando de quienes se resisten a perder aquellos privilegios cuyos ancestros conquistaron a sangre y fuego.

 (*) Publicado en Redacción Popular el 18/12/012

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