La columna política de Ernesto Tenembaum
La presión de Máximo
para que su madre
haga
lo que no quiere hacer
Infobae
30
Abril, 2023
El
6 de diciembre pasado, Cristina Kirchner recibió una condena
en la causa de Vialidad. Minutos después, realizó un encendido
discurso por streaming desde su despacho en el Senado. Allí, sorprendió al país
al anunciar que no sería candidata “a nada” en la próxima elección, que su
nombre no figuraría “en ninguna lista”. Muy enojada por aquella sentencia del
tribunal oral,
Luego,
durante un acto en Avellaneda que se realizó en los días posteriores al triunfo
argentino en el Mundial,
El
jueves pasado no se refirió expresamente al tema. Pero, ante los cantitos que
le reclamaban que asumiera la candidatura presidencial, Cristina Kirchner
volvió a dar señales de que no lo haría. “Yo ya viví. Ya di todo lo que
podía dar. Yo ya viví”, dijo. En otro momento del acto, precisó: “No,
presidenta no”. En todo este tiempo,
¿Cuántos
‘noes’ tiene que decir una persona para que entiendan que no es no?
Sin
embargo, apenas Cristina dice que no, aparecen algunos dirigentes que
la desmienten. El primero en hacerlo es siempre Andrés
Larroque, uno de los líderes históricos de
“No,
presidenta no”.
“Ya
di todo lo que tenía para dar”.
“Yo
ya viví”.
En
el mundillo de la dirigencia peronista hay varias interpretaciones sobre la
actitud de Máximo. Una de ellas, la más benévola, la atribuye a un mero gesto
de amor, a la necesidad de demostrarle que aun cuando ella no quiera ser
candidata, él y su gente la sigue queriendo, admirando, respaldando.
Como
se sabe, la política no se nutre solo del amor. Entonces, una segunda
interpretación atribuye todo ese movimiento a una cuestión de
supervivencia del espacio cristinista, concertado incluso con la vice:
mientras esté viva la expectativa de una candidatura suya, más posibilidades
tiene de incidir en las negociaciones previas al armado de
listas.
Los
más suspicaces sostienen, por otra parte, algo que es muy difícil de discutir.
En todos estos años, Máximo Kirchner recibió un apoyo fenomenal de su madre.
Sin el respaldo de ella, no hubiera llegado a todos los cargos donde llegó:
presidente del bloque de diputados nacionales, presidente del PJ bonaerense,
líder vitalicio de
La
candidatura de Cristina triunfaría holgadamente en una interna del PJ y tiene
muchas chances de asegurar el ingreso del Frente de Todos en una segunda
vuelta. La de Máximo, no. O, al menos, pareciera que no. Entonces, para
mantener su caudal de influencia política, él necesita que ella sea candidata.
El problema no solo es que ella se ha negado sostenidamente sino que, además,
las mismas encuestas que le otorgan una gran ventaja en la interna peronista
concluyen que sería derrotada por un amplio margen en cualquier escenario de
segunda vuelta.
En
otras palabras, Cristina se enfrenta a un dilema personal muy delicado y la
relación entre madre e hijo se ve sometida a una tensión de intereses.
Defender su deseo, implicaría para ella dejar a su hijo sin el paraguas que lo
protegió durante tantos años: no es sencillo para ningún padre hacer eso. A la
inversa, para que él sobreviva, ella debe aceptar un sacrificio que puede ser
humillante sobre el final de su carrera: será la candidata más cercana a un
Gobierno que bate récords de índices de rechazo, y que deberá convivir aún con
varios meses de inflación creciente y caída fuerte del producto. La solución a
ese dilema hubiera sido que Máximo construyera en todos estos años una relación
fuerte con la sociedad. Evidentemente, hubo allí una limitación que ahora se
torna angustiosa.
La
familia Kirchner tal vez ha sido la más influyente de la historia argentina. El
predominio que ciertos clanes familiares han ejercido en algunas provincias,
con los Kirchner tomó dimensiones nacionales. Sería aventurado especular sobre
qué ocurre realmente entre las cuatro paredes entre las que definen sus
diferencias. Pero ellos mismos, con el tiempo, han admitido que esas
diferencias, cada tanto, aparecen. Cristina Kirchner, por ejemplo, ha revelado
varias veces que no estuvo de acuerdo con la decisión de su marido de firmar el
decreto que permitía la unificación del cable que pedía el grupo Clarín. Máximo
Kirchner contó hace un tiempo que disintió con la decisión de su madre de
ofrecerle la candidatura presidencial a Alberto Fernández.
Esa
dinámica familiar tan influyente se expone a veces de una manera muy natural,
casi ingenua, a punto tal que tal vez ni ellos lo perciban. El jueves pasado,
por ejemplo, el ex ministro Nicolás Trotta anunció la creación de una Escuela
Justicialista que se llamará Néstor Kirchner. Inmediatamente, agradeció a la
vicepresidenta Cristina Kirchner y al presidente del Partido Justicialista bonaerense,
Máximo Kirchner. Trotta solo mencionó a una persona que no lleva ese apellido:
a Axel Kicillof. Es muy interesante lo que ocurre con Kicillof en
medio de tanta incertidumbre.
Se
trata de la única persona a la que Cristina elige y protege una
y otra vez, más aún tal vez que a Máximo. Lo eligió para el Ministerio de
Economía y luego para la gobernación clave del país. A diferencia de Máximo,
Kicillof es un candidato que podría ganar nada menos que la provincia de Buenos
Aires. Hace algunas semanas, el propio Máximo reveló la tensión entre ambos al
corregirle airadamente un detalle menor de su discurso frente a toda la prensa
del país. Distintos voceros de
Los
sucesivos rechazos de Cristina Kirchner a la postulación presidencial son, por
otra parte, una marca de época muy relevante. Hace pocos días, el actual
presidente Alberto Fernández anunció que no se presentaría a
la reelección: es el primer presidente electo que declina esa posibilidad desde
que fue introducida en la constitución de 1994. Antes que él, Mauricio
Macri hizo lo mismo. Y, desde hace seis meses, Cristina insiste
tenazmente en una negativa similar. Alberto Fernández comparte con sus dos
antecesores un problema serio para cualquier candidato: sus índices de rechazo
son altísimos. Que los últimos tres presidentes tengan tan mala
relación con la sociedad revela algo muy grave sobre la democracia argentina.
Esos rechazos son la contracara del vertiginoso ascenso de Javier Milei en las
encuestas.
Pero,
pese a todo, la gente de Máximo no afloja.
Presidenta.
Cristina
presidenta.
Yo
ya di todo. Yo ya viví.
Comentarios
Publicar un comentario