La columna política de Joaquín Morales Solá
UN
MONUMENTAL INTENTO DE SOBORNAR A LA
SOCIEDAD
Fuente:
(*) Identidad Correntina
30/8/023
Un alto
funcionario le preguntó a un importante dirigente empresario si la economía
llegaría en las actuales condiciones al 10 de diciembre, día en que Alberto Fernández le entregará
el gobierno a otro presidente (u a otra presidenta). El empresario, quien ya le
había recitado todos los padecimientos que lo surcan, lo miró fijamente y le
respondió, seco: “No, así no
llegamos ni al 22 de octubre”. La realidad es más compleja,
profunda y vasta que la fotografía de los últimos días. En rigor, el bono por única vez de
60.000 pesos, dividido en dos cuotas, cayó sobre una realidad empresaria más
complicada que lo que aparece a primera vista. Nadie del Gobierno negoció con
los dueños de las empresas el congelamiento
parcial de precios, y nadie tampoco habló con ellos por el
virtual cerrojo a las
importaciones de insumos, imprescindibles para la industria
argentina. Las autorizaciones de esos insumos se producen muy de vez en cuando
y para que se concreten en plazos de 180 o 200 días. Un concesionario de autos
contó que, luego de que la empresa productora lo notificara de que solo le
repondría parte del stock vendido, decidió que solo entregaría los vehículos
necesarios para mantener el negocio funcionando. Nada más. No es un caso
aislado; la inflación comienza a mezclarse con el desabastecimiento.
El problema
con las importaciones de insumos cobra un tamaño difícil de advertir para el
ojo común. Pero lo cierto es que hasta
junio la deuda comercial (la deuda de los industriales locales con los
proveedores de insumos) se acercaba a los 20.000 millones de dólares.
El Banco Central argumenta que no tiene dólares para venderles a los hombres de
negocios. Muchos proveedores extranjeros notificaron a industriales argentinos
que no habrá más entrega de mercadería a clientes locales. Algunas empresas
internacionales que tomaron esa decisión son, al mismo tiempo, la casas
matrices de las sucursales argentinas que entraron en la lista negra de las
ventas. En rigor, los comercios no pueden vender porque no saben a qué precio
deberán reponer luego la mercadería, y los industriales no pueden producir
porque tampoco saben si contarán luego con los insumos para continuar con la
fabricación. El país está entrando, así, a una severa retracción de la
actividad económica, porque antes que todos aquellos problemas está la pérdida
de noción de los precios relativos como un efecto nocivo de la imparable
inflación.
En ese
contexto, el ministro de Economía, Sergio
Massa, que es también candidato a presidente, decidió ser
generoso metiendo la mano en bolsillos ajenos. Estipuló un bono a cuenta y
orden de los dueños privados. A algunos empresarios, el ministro-candidato les
prometió que los ayudaría a pagar esa suma fija (a los que tienen menos de 100
empleados), pero nunca les aclaró
cuándo le devolvería el dinero, o si será dinero contante y
sonante o si se tratará de descuentos en la carga impositiva. Un funcionario
con despacho en
Nadie
entiende a Sergio Massa. Hace poco aumentó impuestos para obtener una recaudación mayor
del 0,8 por ciento del
PBI, que es lo que le pedía el Fondo Monetario. Sin embargo, con las decisiones
del lunes aumentó los gastos del Estado, que también deberá pagar el bono, en 0,5 por ciento del PBI.
Inexplicable. Es cierto que los salarios de los trabajadores fueron destruidos
por la devaluación chapucera de Massa tras perder las elecciones primarias,
pero es igualmente verdadero que la
proliferación de más pesos en la calle solo preanuncia mayores índices
inflacionarios. Es la teoría económica correcta, que Alberto
Fernández sostenía cuando militaba en la oposición a Cristina Kirchner. ¿Seguirá
sosteniendo que la emisión no influye en la inflación, como se le ocurrió
después de que se sentó en la poltrona presidencial, o habrá regresado a sus
viejas convicciones? En síntesis, el
error que cometió Massa cuando decidió aquella devaluación chambona lo están
pagando los empresarios y los trabajadores, que ni siquiera sabían con
antelación de una nueva depreciación del peso. La otra novedad
consistió en que la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, instó a los trabajadores a delatar a los
empresarios, a través de un número de teléfono que guardará el anonimato de la
fuente, que no hayan cumplido con el pago del bono. Solo en
Los
empresarios señalan con razón que está
vigente un sistema de paritarias en
De todos
modos, se trata de una competencia electoral desigual, porque ni Javier Milei ni Patricia Bullrich ni ningún otro
candidato presidencial puede repartir dinero con la facilidad con que lo hace
Massa. El kirchnerismo es el primero en mostrar la debilidad de
una administración aparentemente condenada al fracaso electoral. Además de
repartir el dinero de los otros, Alberto Fernández está tratando de que el
Senado le apruebe la designación de jueces que no cuentan con la aprobación del
Consejo de
De
cualquier forma, esa desesperación del kirchnerismo es la prueba de que la
esperanza de Massa se convierte en pesimismo cuando las cosas se acercan a
Cristina Kirchner. Tal vez ella tenga más razón que él, si se tiene en cuenta
el escepticismo de aquel dirigente empresario cuando le preguntaron si la
economía llegará en las actuales condiciones hasta el último día de Alberto
Fernández. No, respondió seguro, y desde entonces todo el oficialismo se
alborotó.
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