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FÚTBOL Y PODER. A PROPÓSITO DEL ENCUENTRO DE CRISTINA CON MARADONA EN EMIRATOS.

Fútbol, pasión de multitudes. En la Argentina nadie duda de ello. Tan es así que podría escribirse una historia de la Argentina a través del fútbol y de su íntima vinculación con el poder. Si tomamos como punto de partida el mundial de 1978 veremos que el fútbol ha servido a la política o, mejor dicho, a los políticos de turno, sean éstos civiles o militares. En1978 la dictadura militar estaba muy preocupada por la imagen internacional. Desde Estados Unidos y algunos países europeos partían numerosas denuncias de desaparición forzada de personas que provocaban escozor a Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y compañía. Pese a sus diferencias, Videla y Massera coincidían en la imperiosa necesidad de preservar la imagen externa del régimen militar. El mundial de 1978 era una magnífica excusa para satisfacer esa necesidad. Para la junta militar era fundamental que el evento futbolístico más importante del mundo saliera perfecto. Debía brindarse al exterior la imagen de un país unido, alegre y seguro para “convencer” a “Occidente” que las denuncias internacionales sobre violaciones a los derechos humanos eran infamantes. Los extranjeros debían retornar a sus países de origen satisfechos y contentos de haber estado en la Argentina.

Pero también era fundamental que el equipo nacional conducido por César Luis Menotti ganara la competencia para cohesionar al pueblo en torno a la “nación argentina”. No fue fácil para la selección ganar el mundial. En la primera fase se topó con Italia, Hungría y Francia, tres buenos equipos que le complicaron la existencia. Pero el equipo salió airoso y viajó a Rosario para disputar tres partidos que lo depositarían en la final. De a poco la selección se ganó el corazón de los hinchas y luego de cada victoria comenzaron a salir a la calle para dar rienda suelta a su alegría. Los festejos fueron cada vez más numerosos hasta que llegó el partido contra Perú. Había que ganar por cuatro goles de diferencia para toparse con los holandeses en la final. Parecía imposible pero finalmente el equipo le hizo seis goles a la selección incaica y en las calles se desató un carnaval infernal.

Años después comenzaron a expandirse rumores sobre un eventual arreglo para impedir que Brasil disputara la final con Holanda. Lo cierto fue que el equipo de Menotti se topó con la naranja mecánica en un repleto estadio de River. Fue la consagración de la selección y de Mario Kempes, uno de los jugadores más espectaculares que vi en mi vida. La dictadura militar creyó que su legitimidad había resurgido. El mundial le fue útil, también, para evitar que el pueblo se preguntara si efectivamente había centros clandestinos de detención y “vuelos de la muerte”. Al año siguiente, la dictadura militar usó el título conseguido por la selección juvenil capitaneada por Maradona y dirigida por Menotti en el lejano Japón  Los jugadores fueron recibidos a su regreso por Videla en la Casa de Gobierno y el almirante Lacoste nombró posteriormente como jefe supremo de la Asociación del Fútbol Argentino a Julio Humberto Grondona, cargo que mantiene hasta el día de la fecha.

 Por su parte, la flamante estrella del fútbol mundial, Diego Maradona, estuvo permanentemente ligada al poder. Durante la presidencia de Alfonsín hubo un intento por desplazar a Bilardo antes del mundial de México pero, afortunadamente, fracasó. Al regresar con la Copa, el equipo nacional utilizó el histórico balcón de la Casa Rosada para congraciarse con la multitud reunida.

Quien tejió una buena relación con Maradona fue el metafísico de Anillaco. Hay una foto donde se los ve en una cancha de fútbol luciendo la celeste y blanca. El segundo puesto obtenido en Italia 90 no le impidió a Menem ofrecerle a Maradona el histórico balcón para que saludara a los miles y miles de hinchas que estaban en la plaza para ovacionar a sus ídolos. Cuatro años más tarde el metafísico de Anillaco no pudo repetir el escenario porque Maradona había consumido una sustancia prohibida provocando el pronto retiro de la competencia del equipo ahora conducido por Alfio Basile. A partir de ese mundial ningún presidente tuvo la oportunidad de festejar junto con los jugadores de la selección en el histórico balcón porque no hubo motivos para hacerlo.

Es interesante observar que entre 1979 y 2014 pasaron varios presidentes (incluso hubo un cambio de sistema político) y entrenadores de la albiceleste, y siempre quedó Julio Humberto Grondona. En este sentido cabe aplicarle al lord mayor del fútbol argentino aquella conocida máxima según la cual “ustedes (por los presidentes) pasan y nosotros (por los empresarios) permanecemos”. Grondona vio pasar por la Casa Rosada a Videla, Viola, Galtieri, Bignone, Alfonsín, De la Rúa, Duhalde y Néstor Kirchner, mientras que vio pasar como entrenadores de la selección a  Menotti,  Bilardo, Basile, Passarella, Bielsa, Pekerman, Maradona y Batista. Obviamos a Cristina y Sabella porque continúan en sus respectivos cargos. Grondona supo enhebrar sólidos vínculos con presidentes de todo tipo poniendo en evidencia una capacidad política notable. Resulta increíble que durante su largo reinado, nadie dentro del fútbol, con la excepción del tenebroso Daniel Vila y el entonces presidente de River Daniel Passarella, se hubiera atrevido a disputarle el poder. Según los que saben Grondona tiene en su poder a los presidentes de los clubes porque, al estar endeudados, dependen de su ayuda para sobrevivir.

Julio Grondona acalla cualquier duda sobre la íntima conexión entre el fútbol y el poder. Hábil y pragmático, jamás toma una decisión en caliente. Cuando un entrenador cayó en desgracia espera el momento oportuno para hacerle saber que no cuenta con su apoyo. En una entrevista con el siniestro Fernando Niembro, le dijo con un cinismo inigualable que él no tenía el poder porque él estaba donde estaba porque los presidentes de los clubes siempre votaban por él, dando a entender que el poder residía en los presidentes de los clubes. Ni siquiera Diego Maradona fue capaz de torcerle el brazo. Cuando debió dejar el cargo de entrenador de la selección armó una conferencia de prensa donde atacó duramente a Grondona y Bilardo. Lo cierto fue que Maradona fue reemplazado por Batista, y Grondona y Bilardo siguieron en sus cargos.

Además de presidir la AFA desde 1979, don Julio se transformó en el número 2 de la FIFA, una de las transnacionales más poderosas del mundo. Es su cajero. Pasan por sus manos miles de millones de dólares anuales. Y no sabe una palabra de inglés. Don Julio es, qué duda cabe, uno de los hombres más poderosos del mundo. Estamos en presencia de un titiritero de excepción, frío e implacable. Por él pasa la conexión entre el fútbol y el poder en la Argentina. Todos los presidentes que tuvimos a partir de 1979 trataron de llevarse bien con él. Además de manejar dinero y voluntades, don Julio maneja información. ¡Si algún día llegara a decir todo lo que sabe, se produciría un tsunami!

Don Julio es consciente de que el poder necesita del futbol. Sabe perfectamente que las barras bravas son funcionales a los intereses de intendentes, gobernadores y presidentes. Ello explica los viajes que estos delincuentes hicieron a los países donde se celebraron los mundiales por lo menos desde 1986 a la actualidad. Sabe perfectamente las relaciones entre los dirigentes, los periodistas, los jugadores, los intermediarios, los árbitros, los políticos y las barras. Sabe perfectamente el precio de todos ellos. Sabe perfectamente que muchos jugadores y árbitros se venden al mejor postor, que el fútbol siempre fue un negocio, un circo para la “gilada” (los hinchas). Todos los que están en el ambiente del fútbol y la política saben que don Julio es el gran padrino y nadie se atreve a desafiarlo por el poder que detenta. Daniel Passarella, como presidente de River, le dijo en la cara que debía renunciar y al poco tiempo River descendió a la B Nacional. Si eso no es poder, el poder ¿dónde está?

En la Argentina el fútbol es pasión de multitudes. También es una fuente inagotable de dinero controlada por un hombre que sabe perfectamente que los otros (presidentes, entrenadores, jugadores, barras, etc.) no son más que aves de paso.

 (*) Publicado en Redacción Popular el 18/1/013.


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