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IMPRUDENTES DECLARACIONES

En las últimas horas dos importantes dirigentes emitieron declaraciones que cabe tildarlas de imprudentes. Por un lado, el titular de la Unión Industrial Argentina, Ignacio De Mendiguren, les pidó a los gremios responsabilidad en las próximas paritarias para que no se reproduzca el escenario de 1975, donde la presión del por entonces hombre fuere del sindicalismo, Lorenzo Miguel, provocó el “Rodrigazo”; por el otro, el ex ministro de economía de Duhalde y Kirchner, Roberto Lavagna, dijo sin titubear que en las últimas elecciones hubo un fraude escandaloso.

Comparar 1975 con 2013 es, lisa y llanamente, un despropósito. En aquel año el país estaba al borde de la guerra civil. La izquierda y la derecha del peronismo se habían declarado la guerra por el control del movimiento. Los montoneros (con la ayuda de los erpianos) enfrentaron a balazos al poder sindical y la AAA, haciendo de la Argentina un inmenso campo de batalla. El Poder Ejecutivo estaba en manos de María Estela Martínez de Perón, “Isabel”, quien estaba a merced de los dos hombres fuertes del peronismo de entonces: José López Rega, ministro de Bienestar Social y jefe de la AAA, y Lorenzo Miguel, titular de la UOM y jefe del sindicalismo peronista, experto en el arte de golpear para después negociar (como lo fue en su momento el lobo Vandor).

La olla a presión se destapó cuando el ministro de economía, Celestino Rodrigo, impuso un durísimo ajuste que provocó, como no podía ser de otra manera, desabastecimiento y una espiral inflacionaria que se tornó ingobernable. La moneda de aquel entonces comenzó a perder valor rápidamente lo que provocó un alza incontenible de los precios. Esta crisis se trasladó a la política gubernamental. Hubo una feroz pulseada entre López Rega y Miguel que culminó con la eyección del “brujo” de un gobierno nacional que se caía a pedazos. Mientras tanto, Jorge Rafael Videla había alcanzado la jefatura del ejército sin provocar duda alguna, ya que se lo consideraba “un militar profesional”. Luego “Isabel” pidió licencia siendo reemplazada interinamente por Luder, quien ordenó el aniquilamiento de la subversión en Tucumán. A partir de entonces, el orden conservador comenzó a presionar para provocar un vacío de poder que terminara con el gobierno peronista. Asustada por la violencia desenfrenada que estaba sacudiendo al país, la inmensa mayoría del pueblo comenzó a rezar para que se produzca lo que finalmente se produjo: el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976.

He aquí, muy a grandes rasgos, lo que aconteció en el país en 1975, imprudentemente recordado en las últimas horas por el titular de la UIA. La pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿por qué hizo esta comparación tan desafortunada? Porque 2013 nada tiene que ver con 1975. En primer lugar, ahora hay una presidenta que ejerce realmente el poder sustentada en el 54% que obtuvo en octubre de 2011. “Isabel”, en cambio, no gozaba de ninguna legitimidad de origen. En otros términos: a “Isabel” no la votó nadie. Aquel impresionante 62% de votos que obtuvo el peronismo en septiembre de 1973 fue pura y exclusivamente porque Perón era el candidato a presidente. Ese 62% no pensó en “Isabel”. En este sentido, cabe hacer una comparación entre Perón y Cristina. Así como aquel 62% fueron los votos de Perón, el 54% de octubre fueron los votos de Cristina. En segundo término, Cristina no está sometida al poder gremial como sí lo estuvo “Isabel” en 1975. Miguel no puede compararse ni con Caló ni con Moyano. Miguel manejaba a su antojo a “Isabel”; no ocurre lo mismo ni con Caló ni con Moyano.

De ahí lo inexplicable que resultan las declaraciones de De Mendiguren, un hombre que será muchas cosas menos un inocente que no sabe dónde está parado. En 2002 fue el impulsor, como ministro de la Producción, de la feroz devaluación que impuso Duhalde. ¿Pretenderá que Cristina devalúe fuertemente el peso? Eduardo Bussi también quiere que la presidenta devalúe. La historia económica argentina ha demostrado que la devaluación beneficia a una minoría y perjudica a la clase trabajadora, a los millones de argentinos que viven de un sueldo fijo. ¿Querrá el hombre fuerte de la corporación industrial que el dólar oficial se acerque al dólar paralelo? ¿No estará apostando por un golpe de mercado?

Roberto Lavagna es, aparentemente, un  hombre juicioso y ponderado. Confieso que me cae bien Lavagna. Fue el funcionario más importante que tuvo Duhalde durante su presidencia interina. Luego del fugaz paso de Remes Lenicov por el ministerio de Economía, un desesperado Duhalde apostó por Lavagna. La situación era harto complicada. Los partidos políticos tradicionales habían estallado en mil pedazos, la inflación amenazaba con destruir la moneda y la anarquía social estaba a la vuelta de la esquina. Lavagna logró, con gran profesionalismo, enderezar el buque, permitiendo a Duhalde llamar anticipadamente a elecciones presidenciales para abril de 2003.

Una vez en el poder, Néstor Kirchner no se desprendió de Lavagna. Consciente de que el buque aún podría naufragar decidió que lo más sensato era que Lavagna continuara en el ministerio de Economía. Luego de las elecciones parciales de 2005 el presidente Kirchner lo echó. A partir de entonces el santacruceño se encargó de manejar la economía del país. Es probable que para aplicar esa nueva estrategia la presencia de Lavagna, un hombre que no iba a tolerar verse limitado a obedecer órdenes, era contraproducente. Dos años después, Lavagna permitió que Cristina se coronara en primera vuelta. La candidatura de Lavagna destruyó las posibilidades presidenciales de la enemiga declarada del kirchnerismo, Elisa Carrió.

A partir de entonces, Lavagna se transformó en un crítico del plan económico de Cristina, pero jamás perdiendo el estilo y la buena educación. De golpe, en pleno verano de 2013, sale con los tapones de punta diciendo que en las elecciones presidenciales de octubre de 2011 hubo un fraude fenomenal. El fraude electoral es una nefasta práctica política que destruye uno de los principios liminares de la democracia: la soberanía del pueblo. El fraude electoral estuvo presente en varias etapas de la vida institucional del país. En estos momentos estoy leyendo un fascinante libro del histórico dirigente socialista Nicolás Repetto que narra, entre otras cuestiones, el fraude que impunemente aplicaba el orden conservador en la década del treinta del siglo pasado.

El fraude electoral forma parte, pues, de nuestra historia. De ahí que cuando se habla de fraude electoral hay que prestar mucha atención porque, lamentablemente, hace a la esencia de la política argentina. Lo llamativo de la acusación de Lavagna es que la haya efectuado ahora y no inmediatamente después del acto eleccionario. Que yo recuerde ningún candidato presidencial de la oposición acusó al gobierno de haber cometido fraude en la misma noche del domingo 23 de octubre de 2011. ¿Por qué, entonces, un político sensato y racional como Lavagna salió a decir semejante barbaridad un año después? Supongo que esas irresponsables afirmaciones se deben a que don Roberto está en campaña electoral por el peronismo anti K.

Los dichos de De Mendiguren y Lavagna tienen algo en común: pretenden crear un ambiente de inestabilidad económica y política en el comienzo de un crucial año electoral donde Cristina se juega su futuro como presidenta de la nación. Mientras De Mendiguren hizo un recordatorio de uno de los años más traumáticos de la Argentina contemporánea, Lavagna lanzó una grave acusación sin aportar prueba alguna. Cuesta creer que dos dirigentes de reconocida trayectoria hayan lanzado al ruedo declaraciones tan irresponsables que no hacen más que crear zozobra e incertidumbre. Parece ser que a la oposición le resulta una misión imposible presentar al pueblo un plan alternativo de gobierno serio y responsable, que supere al de Cristina. Porque si De Mendiguren y Lavagna fueron capaces de decir semejantes sandeces, qué no dirán de aquí hasta las elecciones de octubre Scioli, Macri, De la Sota, Binner, Alfonsín, Carrió y todo aquél que pretenda congraciarse con el orden conservador.

 (*) Publicado en Redacción Popular el 19/1/013.

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