La columna política de Vicente Massot

 


Milei lo hizo

Llegados a esta instancia, es mucho menos importante repasar lo que ocurrió el domingo que analizar con cuidado qué puede suceder de aquí en adelante. De lo pasado, hace apenas horas es del caso apuntar algo a lo cual habíamos hecho especial referencia semanas atrás: si el comando de campaña de La Libertad Avanza lograba vertebrar una fiscalización exitosa —contando con la inestimable ayuda de la estructura macrista— llevaba todas las de ganar. Ello era lo previsible en atención al hecho de que votaría a Javier Milei el grueso de quienes lo habían hecho por Patricia Bullrich y Juan Schiaretti el 22 de octubre. Lo que casi nadie fue capaz de anticipar —excepción hecha de la encuestadora mejicana Altica y la dirigida por Federico González— fue la dimensión del triunfo libertario que barrió de la escena al oficialismo, puso en jaque a los gobernadores peronistas —que ahora deberán pensar dos veces como moverse frente a la nueva relación de fuerzas— y pasó a retiro a Sergio Massa y a Cristina Fernández, quienes nunca más tendrán el poder de antaño. Con el justicialismo desflecado y Juntos por elCambio en proceso de reconstitución, hay que barajar y dar de nuevo en la política criolla.

Lo primero que salta a la vista, y representa una de las muchas incógnitas que se han abierto a resultas del triunfo libertario, es la deriva del gobierno y de su manejo de la economía en los días que faltan hasta el 10 de diciembre. La tentación de desentenderse del desastre que ha generado la administración presidida formalmente por Alberto Fernández, y timoneado en el último año por Sergio Massa, está a la orden del día. La confesión del candidato derrotado, de pedir licencia y desaparecer como por arte de magia, no hizo más que confirmarlo. Y aunque pronto dio marcha atrás y decidió quedarse, todavía falta ver cómo maneja los pocos recursos a su alcance en los días venideros.

Javier Milei, rápido de reflejos, eludió con buen criterio el abrazo del oso kirchnerista. Aclaró —por si existieran dudas— que la responsabilidad de los actuales mandantes recién epilogará el 10 de diciembre. De ellos dependerá, en buena medida, que no haya un fogonazo financiero. Si actuasen a tontas y a locas —cosa que no cabe descartar de plano, en virtud del descaro puesto de manifiesto por Massa en punto al uso de los dineros públicos— los mercados le pasarán la factura sin piedad. Si, en cambio, la transición se hiciese de manera civilizada, la asunción del nuevo presidente se llevará a cabo con normalidad.

Los desafíos que tendrá delante suyo el flamante jefe de Estado son de una magnitud inédita. Contra lo que se cansaron de opinar un vasto grupo de politólogos y periodistas especializados, los pocos diputados y senadores con los que contará en una y otra cámara del Congreso Nacional no representan un problema insoluble. Hay que ser muy ignorante para no darse cuenta de que —luego de un triunfo de semejante calado— a Milei no le faltarán aliados de peso. Empezando por el ala dura del PRO, un número nada despreciable de radicales, peronistas que buscarán cobijo bajo el sol naciente, y representantes de los partidos provinciales dese-osos de no quedar en el lugar equivocado del tablero.

Es claro que no le extenderán un cheque en blanco desde el vamos, pero —precisamente porque recién comienza— nadie imagina seriamente que vayan a ponerle palos en la rueda en medio de semejante crisis y con el respaldo que recibió de una gran mayoría de los argentinos. El programa de máxima que el libertario se cansó de exponer durante la campaña fue más parte de un discurso disruptivo que el libreto que pensaba ejecutar al pie de la letra desde el primer día. De todas maneras, el plan de gobierno 2023-2027 puesto en circulación ayer resulta el más osado —en punto a los cambios que propone— de los últimos 80 años.

Las dos principales ventajas con las que cuenta la administración que asumirá en la segunda semana de diciembre, son obvias: por un lado, el estado de ebullición en el que se halla el peronismo. Si bien los pases de factura por una derrota estruendosa aún no han salido a la luz, por líneas interiores las voces críticas ya hacen blanco en los dos Fernández —el presidente y la vice, se entiende— y en Sergio Massa. Suponer que los nombrados podrán llevársela de arriba y no pagar el precio del desastre electoral sería no entender la forma como, de ordinario y sin excepciones a la regla, ha reaccionado el justicialismo en casos semejantes. Por otro lado, haber triunfado con una diferencia notable sobre su adversario, le da a Milei un margen de maniobra inestimable. Ganar es siempre el propósito que anima a los políticos en una elección. Aunque nunca es lo mismo hacerlo por dos o tres puntos, que por casi doce.

Contra lo expuesto tiene una desventaja seria, relacionada con la calamitosa sitúación por la que atraviesa el país en términos económicos y sociales, que se corresponde mal con las expectativas que ha generado en sus votantes el presidente electo. Dicho de forma diferente: de un lado sobresale la pobreza, la indigencia, la inflación, la falta de divisas, el endeudamiento externo e interno, la inseguridad y toda la serie de calamidades que no es necesario enumerar; del otro, están las esperanzas de la gente de que el nuevo gobierno solucione estos problemas rápido, lo cual resulta imposible. Para percibir los resultados que anhela la ciudadanía, se hace menester capear primero el temporal que se recorta en el horizonte. No hay operación incruenta e indolora. El año que viene será durísimo.

Prensa Republicana

Director: Nicolás Márquez

Hace cuatro días

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