La columna política de Vicente Massot
Milei lo hizo
Llegados a esta instancia, es mucho menos importante repasar lo
que ocurrió el domingo que analizar con cuidado qué puede suceder de aquí en
adelante. De lo pasado, hace apenas horas es del caso apuntar algo a lo cual
habíamos hecho especial referencia semanas atrás: si el comando de campaña de
Lo primero que salta a la vista, y representa una de las muchas
incógnitas que se han abierto a resultas del triunfo libertario, es la deriva
del gobierno y de su manejo de la economía en los días que faltan hasta el 10
de diciembre. La tentación de desentenderse del desastre que ha generado la
administración presidida formalmente por Alberto Fernández, y timoneado en el
último año por Sergio Massa, está a la orden del día. La confesión del
candidato derrotado, de pedir licencia y desaparecer como por arte de magia, no
hizo más que confirmarlo. Y aunque pronto dio marcha atrás y decidió quedarse,
todavía falta ver cómo maneja los pocos recursos a su alcance en los días
venideros.
Javier Milei, rápido de reflejos, eludió con buen criterio el
abrazo del oso kirchnerista. Aclaró —por si existieran dudas— que la
responsabilidad de los actuales mandantes recién epilogará el 10 de diciembre.
De ellos dependerá, en buena medida, que no haya un fogonazo financiero. Si
actuasen a tontas y a locas —cosa que no cabe descartar de plano, en virtud del
descaro puesto de manifiesto por Massa en punto al uso de los dineros públicos—
los mercados le pasarán la factura sin piedad. Si, en cambio, la transición se
hiciese de manera civilizada, la asunción del nuevo presidente se llevará a
cabo con normalidad.
Los desafíos que tendrá delante suyo el flamante jefe de Estado
son de una magnitud inédita. Contra lo que se cansaron de opinar un vasto grupo
de politólogos y periodistas especializados, los pocos diputados y senadores
con los que contará en una y otra cámara del Congreso Nacional no representan
un problema insoluble. Hay que ser muy ignorante para no darse cuenta de que
—luego de un triunfo de semejante calado— a Milei no le faltarán aliados de
peso. Empezando por el ala dura del PRO, un número nada despreciable de
radicales, peronistas que buscarán cobijo bajo el sol naciente, y
representantes de los partidos provinciales dese-osos de no quedar en el lugar
equivocado del tablero.
Es claro que no le extenderán un cheque en blanco desde el
vamos, pero —precisamente porque recién comienza— nadie imagina seriamente que
vayan a ponerle palos en la rueda en medio de semejante crisis y con el
respaldo que recibió de una gran mayoría de los argentinos. El programa de
máxima que el libertario se cansó de exponer durante la campaña fue más parte
de un discurso disruptivo que el libreto que pensaba ejecutar al pie de la
letra desde el primer día. De todas maneras, el plan de gobierno 2023-2027
puesto en circulación ayer resulta el más osado —en punto a los cambios que
propone— de los últimos 80 años.
Las dos principales ventajas con las que cuenta la
administración que asumirá en la segunda semana de diciembre, son obvias: por
un lado, el estado de ebullición en el que se halla el peronismo. Si bien los
pases de factura por una derrota estruendosa aún no han salido a la luz, por
líneas interiores las voces críticas ya hacen blanco en los dos Fernández —el
presidente y la vice, se entiende— y en Sergio Massa. Suponer que los nombrados
podrán llevársela de arriba y no pagar el precio del desastre electoral sería
no entender la forma como, de ordinario y sin excepciones a la regla, ha
reaccionado el justicialismo en casos semejantes. Por otro lado, haber
triunfado con una diferencia notable sobre su adversario, le da a Milei un
margen de maniobra inestimable. Ganar es siempre el propósito que anima a los
políticos en una elección. Aunque nunca es lo mismo hacerlo por dos o tres
puntos, que por casi doce.
Contra lo expuesto tiene una desventaja seria, relacionada con
la calamitosa sitúación por la que atraviesa el país en términos económicos y
sociales, que se corresponde mal con las expectativas que ha generado en sus
votantes el presidente electo. Dicho de forma diferente: de un lado sobresale
la pobreza, la indigencia, la inflación, la falta de divisas, el endeudamiento
externo e interno, la inseguridad y toda la serie de calamidades que no es
necesario enumerar; del otro, están las esperanzas de la gente de que el nuevo
gobierno solucione estos problemas rápido, lo cual resulta imposible. Para
percibir los resultados que anhela la ciudadanía, se hace menester capear
primero el temporal que se recorta en el horizonte. No hay operación incruenta
e indolora. El año que viene será durísimo.
Prensa Republicana
Director: Nicolás Márquez
Hace cuatro días
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