El informe de Román Lejtman
Crece la tensión entre las
universidades de Estados Unidos
y sus estudiantes por los
campamentos
(Desde
Washington, Estados Unidos) La
tensión entre las universidades de Estados Unidos y los estudiantes Pro
Palestina aumenta con el correr las horas, frente a la decisión de las
autoridades académicas de terminar con la ocupación de los campus que
inició hace casi dos semanas.
En Columbia y
Cornell ayer se
optó por suspender a los estudiantes que rechazan la desocupación de los
predios educativos, mientras que cerca de cincuenta universitarios fueron
detenidos en los campus de Florida y Texas.
Los estudiantes exigen que las universidades desinviertan en empresas israelíes o compañías vinculadas al esfuerzo de guerra de Israel contra Hamas en Gaza, y esa exigencia es rechazada sin fisuras por todos los centros académicos de Estados Unidos. En este contexto, el conflicto continúa abierto y no se descarta que -finalmente- las policías locales fuercen un desalojo ante la resistencia de los estudiantes.
El epicentro
del conflicto educativo es la universidad de Columbia. Y su board anunció
ayer que daba un plazo perentorio hasta las 14 PM (hora de New York) para
terminar con las protestas en el campus. Asimismo, los estudiantes debían
firmar un acta protocolar adonde aseguraban que respetarían las normas internas
de la universidad a cambio de continuar sus carreras sin sanciones
administrativas.
Si los
estudiantes no cumplían con el plazo perentorio y no firmaban el acta
protocolar, Columbia ejecutaría una suspensión académica. Se
trataba de una medida disuasoria para evitar que la policía de New York
forzara una desalojo de las instalaciones universitarias.
Esa acción
coercitiva de la policía local no sólo podría agravar el conflicto
social, sino que además afectaría los valores éticos de Columbia, que se
basan en la libertad de pensar diferente sin sufrir
represalias ni sanciones legales.
Al mediodía, cuando faltaban dos horas para que venza el ultimátum oficial, cerca de ciento cincuenta estudiantes votaron para definir si continuaban -o no- con la protesta a favor de Palestina. La mayoría decidió permanecer en el campamento.
“Nos han pedido
que nos dispersemos, pero hacerlo va en contra de la voluntad de los
estudiantes”, explicó Sueda Polat, líder estudiantil en
Columbia, durante una conferencia de prensa.
Y completó: “No
acatamos las presiones universitarias, actuamos en base a la voluntad
de los estudiantes, y no seremos desplazados a menos que sea por la
fuerza”.
El consejo
académico de Columbia se movía con muchísima cautela para
evitar un agravamiento del conflicto. Pero la resistencia de los
estudiantes obligó a ejecutar la sanción administrativa. A las
cinco de la tarde, se inició la identificación de los universitarios que
habían permanecido en el campamento, pese a la advertencia de las autoridades
educativas.
“Hemos
comenzado a suspender a los estudiantes como parte de la siguiente fase de nuestros esfuerzos
para garantizar la seguridad de nuestro campus”, señaló Ben Chang, vocero de la
de la universidad, ante una consulta de los periodistas.
Al margen de la
situación propia en el campus, los miembros del consejo académico de Columbia
no están en una posición fácil. Fueron cuestionado por un grupo de
representantes demócratas, que instaron a que terminen con las
protestas o presenten sus renuncias por incompetencia.
“Nosotros, los
abajo firmantes, escribimos para expresar nuestra decepción porque,
a pesar de las promesas de hacerlo,
Junto a la
presión de los veintiún diputados demócratas que firmaron la carta remitida al
consejo académico, se debe añadir el protagonismo del cuerpo docente. Muchos
profesores cuestionaron las consignas antisemitas de los estudiantes, pero
también hubo académicos que se pusieron al lado de sus alumnos para proteger su
derecho a la libre expresión.
Es decir: cuando el conflicto termine, Columbia se encontrará con el núcleo estudiantil y la comunidad educativa fracturada por la guerra en Medio Oriente.
Mientras la
tensión se agravaba en Columbia, el panorama en Cornell empezaba
a complicarse: su consejo académico exigía que se levantaran las carpas, en
tanto que los estudiantes rechazaban la instrucción oficial. Ante esta
situación, como sucedió en Columbia, se inició la identificación de los alumnos
para su posterior suspensión educativo.
“Los estudiantes
solicitaron y recibieron múltiples oportunidades para considerar sus opciones,
pero finalmente decidieron no moverse. Con pleno conocimiento de las
sanciones venideras, nuevamente se negaron a cumplir y avanzamos con una
primera serie de suspensiones temporales inmediatas”, afirmó la titular de
Cornell, Martha E. Pollack, en un comunicado oficial.
Y al igual que
en Columbia, Texas, Florida, Princeton y Yale, los estudiantes
de Cornell se negaron a aceptar la orden del board universitario.
La tensión entre
las universidades de Estados Unidos y sus estudiantes va in crescendo.
No hay una hoja de ruta ni una mesa de negociación para terminar con un
conflicto educativo que no se esperaba y que no se sabe cómo terminará.
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