La contratapa de Sandra Russo
Que deje de estar de moda
Página/12
30 de noviembre de
2024
La pintada decía: “Tiene que dejar de estar de
moda ser un hijo de puta”. La vi, la compartí, me quedé pensando en eso. En que
es verdad, es literal esa frase, no llega a ser irónica. No tiene nada de
ironía, en rigor: es eso la ultraderecha. Mirado desde este costado tan poco
académico, le llamamos ultraderecha no ya a la desinhibición de todos los hijos
de puta existentes y latentes, sino a su exhibición, su exaltación, y su
ejemplarización. Los hay históricos y del común.
Ese llamado hegemónico a ser un hijo de puta es
lo que inflama a la farmacéutica de Pinamar y a su marido, y es tan fuerte la
repulsión y el desprecio que los domina, que partirle un palo de golf a una
negra que toma mate es lo menos que pueden hacer. Lo peor es que en la amplia
difusión del hecho, se hacía palanca en que la señora... ¡no era una negra! Si
hubiese sido una negra la noticia circulaba menos. Así vivimos hoy, respirando
el aliento en la nuca de miles de hijos de sus madres y sus padres que están
habilitados por el Presidente Escatológico a ser vulgares, violentos, brutos,
atropelladores, discriminadores, patoteros, crueles, actuadores. Eso se llama
supremacismo.
Esta batalla cultural que están dando con todo
el poder del Estado al que destruyen es colonizadora y por lo tanto
supremacista, porque desde el principio de la historia los pueblos fueron
colonizados por otros a los que tenían que reconocer como “superiores”. No
importa el tema del que se trate, en la cultura supremacista siempre hay un
superior y otro inferior. Eso se ve claramente en el ataque feroz que libran
todas las ultraderechas contra los feminismos. Es la voz del amo muerto la que
escuchan, la voz del pater familias, la del emperador, la del reyezuelo, la del
señor feudal, la del obispo, la del esclavista, la del conquistador, la del
inquisidor, la vieja e inequívoca voz del que se impone a otro por la fuerza
como superior. Encima del daño que nos hacen, es otro daño pretender que veamos
superiores a estos imbéciles.
Vienen a exterminar, dicen, la idea de la
igualdad. Desde Rozencratz --que esta semana se abrazó con Rodríguez Simón, y
cerrame la ocho--, pasando por cuanto funcionario macrista o libertario
escuche, todos sacan a pasear su supremacismo, habilitado por el “somos ética y
estéticamente superiores”. Lo pasean en muchísimas variantes y en muchísimos
niveles, tantos que por eso aturden y generan confusión. Desde el Macri de
“retirate” a la nena villera, a Milei y su megalomanía inenarrable. Alguien
debería escribir el guion de una película que cuente
Nada de eso es inocente. Es más, a nadie le
interesa la inocencia ni la culpabilidad. El inocente es el que se les antoja,
y culpable quien haya que encerrar. Son el caos económico, pero antes debieron
ser el caos moral. La tracción es tan fuerte que parece haber un aturdimiento
generalizado, una inexplicable falta de conciencia del límite atroz en el que
estamos, sin poder lograr una mayoría legislativa decente. Nada más que
decente. Con eso estamos. Gobernadores decentes. Con eso se podría detener la
catástrofe que se avecina si Caputo sigue gozando subidones de adrenalina
pidiendo más deuda. Ni siquiera tienen conciencia de eso, de que esto es una
nación federal cuyas provincias están atadas a la suerte general del Estado.
Los gobernadores que le dieron la ley bases a Milei no tienen perdón de Dios.
Es esa foto la de la entrega del país con millones de nosotros como souvenirs
para los extranjeros que idolatran.
No es que Trump y Milei tengan diferencias
porque tienen diferentes proyectos. Para que el proteccionismo de Trump salga
bien necesita de muchos Mileis que entreguen a sus pueblos, así como Biden
necesitó un Zelensky. Trump es nacionalista porque es norteamericano. Milei es
entreguista porque nos tributa al amo. Somos su ofrenda.
Nunca me imaginé ver tanta genuflexión y tanto
cinismo al mismo tiempo. Este presidente al que gobernadores como Frigerio
dicen al día de hoy querer darle “gobernabilidad” es el que duplicó la
indigencia infantil en diez meses. El que dejó a los discapacitados a su
suerte. El que mata por falta de medicamentos o comida. A ese presidente estos
tipos le están dando gobernabilidad. No son mejores que Milei.
Este país no tiene viabilidad si no deja de
estar de moda ser un hijo de puta. Vaya si traen un cambio: todo lo que en una
sociedad armónica y educada se debe administrar, dimensionar y a veces reprimir
--es esto la cultura y no otra cosa, y también es esto la política--, en el
caos se libera. Este gobierno de ágrafos perversos que saben números pero no
saben letras, harán salir del armario a muchos miserables pelagatos capaces de
gritar “yo soy rico, y los ricos no vamos en cana”. El tipo no era rico, pero
lo que dijo es verdad. Sin igualdad ante la ley, no hay ley. Por eso esto es el
caos.
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