El enfoque de Didier Bolsh
La falsa oposición del “wokismo” a la impostura deliberada de la ultraderecha
Prensa Obrera
30/1/025
El lugar renovado que adquieren los discursos fascistizantes
contra las minorías poblacionales y en defensa conservadora de los llamados
“valores occidentales” debe entenderse a la luz de una agudización de todas las
contradicciones del modo capitalista de producción. El agotamiento del recurso
del salvataje estatal al capital da apertura a una fase de guerra abierta en
todos los planos: exacerbamiento de los choques interimperialistas, de la
opresión nacional y ataque a las conquistas obreras.
La descomposición y disolución de la relación social brota
por todos los poros de la sociedad, expresándose en renovadas manifestaciones
de odio y violencia que acompañan a todas las formas de opresión racistas y
fascistizantes del capitalismo (contra otras nacionalidades, etnias, religiones
o identidad de género y sexual, y fascista en el plano de las diferencias
ideológicas). Por supuesto, quienes padecen de forma significativa y en sus
manifestaciones más cruentas esta opresión no son las mujeres o minorías
acaudaladas de la clase capitalista sino las de las clases explotadas.
Es significativo de lo que ocurre con la clase capitalista
el bandeo hacia la política de Trump del dueño de Meta, Mark Zuckerberg. En un
momento de alza del movimiento de lucha antirracista y de la mujer, impulsado
por los sectores explotados, esta clase recurrió a los gobiernos “inclusivos”
-amigables discursivamente con las minorías-, cuya función no fue otra que
cooptar a los representantes de estos movimientos para desmovilizarlos.
Estos gobiernos crearon cargos simbólicos y celebraron
fechas conmemorativas, pero dado el carácter capitalista de las relaciones
sociales que defendieron y su compromiso con la agenda del imperialismo, lejos
de eliminar estas opresiones las agravaron al impulsar el choque contra las y
los trabajadores y entre naciones. Su derrumbe se explica por el hecho de que
se ha agotado el recurso del rescate estatal al capital en crisis, y este
rescate agravó todas las contradicciones precedentes (aumento de la deuda,
inflación, estancamiento del PBI, pobreza, etc.).
¿“Wokismo”
es socialismo?
La suma de diatribas proferidas por Milei contra la “agenda
woke” en su discurso en Davos parten
de dos objetivos principales. Por un lado, alinear a
Milei, lejos de combatir realmente a los partidos que
levantan la “agenda woke”, se sube al carro de la batalla cultural y los
alimenta, dado que le sirve como pantalla para atacar la organización de la
clase obrera y al socialismo. La minoría que impone a la mayoría sus formas de
pensar y obtiene privilegios es la clase social dominante (la burguesía), pero
Milei se las arregla retóricamente para trasladar esta cualidad al socialismo,
al cual identifica falsamente como la casta de los desgastados partidos
gobernantes… del capitalismo.
La asociación del socialismo con la “agenda woke” busca
introducir confusión y parte de la falsa conclusión de que el socialismo perdió
en los ’90 la batalla económica contra el capitalismo trasladándose el eje de
disputa a la batalla cultural. Lo que estos “teóricos” necesitan es construir
un relato sobre el socialismo para poder polarizar con otros sectores. Que
Milei elija como adversario al supuesto “marxismo cultural” y no al marxismo ha
sido un intento de evitar explicar en Davos por qué “el mundo libre” de
Occidente impulsa medidas de guerra comercial contra otros países capitalistas
y deportaciones masivas y selectivas.
Milei
y los progres quieren al Estado
El ultraliberalismo de Milei, basado en la noción de
igualdad ante la ley, pretende desconocer que toda ley establece la defensa de
intereses sociales determinados. La división entre derechos negativos o
positivos no deja de ser una arbitrariedad que busca justificar el imperio de
las relaciones capitalistas en todos los terrenos, que vendrían a representar
la “ley natural” de vida, propiedad y libertad teorizada por Locke. No existe
ley que haga abstracción de lo que ciertos grupos sociales -por encima de
otros- requieren para hacer valer sus intereses por medio de la fuerza pública.
Es esa y no otra la razón de existencia del Estado como realidad histórica.
El progresismo, que se monta sobre las luchas igualitarias,
se opone a destruir las relaciones sociales vigentes. Pretende dar un baño de
bondad a un régimen que explota compulsivamente el trabajo ajeno para la
acumulación parasitaria de riquezas en pocas manos y que dirige a la humanidad
hacia la catástrofe. Es completamente cierto que sus gobiernos efectivamente
han hecho un uso privilegiado de estos derechos, a través del copamiento de la
maquinaria estatal burocrática. Pero… ¿puede dar lecciones Milei sobre esto,
cuando su gobierno lleva adelante tranzas con la “casta” y regulaciones y
medidas de arbitraje estatal para confiscar ciertos sectores en favor de otros?
¿Qué son el blanqueo de capitales, el carry trade y el tope a las paritarias
sino medidas favorables a ciertos grupos capitalistas?
Las y los socialistas somos opositores estratégicos tanto a
Milei como a los progresistas. Ambos utilizan al Estado para imponer los
intereses de la misma minoría acaparadora privada de los medios de producción
contra una mayoría trabajadora, al revés de lo que queremos los socialistas:
utilizar al Estado para que la mayoría gobierne contra la minoría. En tal
situación, como decía Engels ya no hay un Estado en “el sentido estricto del
término”, y se disolverá en la medida en que desaparezcan las contradicciones
de clase y la planificación centralizada permita un desarrollo de las fuerzas
productivas superior al alcanzado bajo el capitalismo.
La
lucha contra toda forma de opresión
La participación del marxismo en las luchas por derechos
democráticos que atenúen la desigualdad en la sociedad actual parte de la
premisa de que la verdadera igualdad entre seres humanos libres será aquella
que se construya sobre la base de relaciones sociales que no estén basadas en
el intercambio sino en la dirección colectiva consciente de la producción y la
distribución. Reconoce en la clase obrera, sin distinción de sexo, nación,
etnia o identidad, el sujeto que tiene que encabezar esta transformación. Esto
no resta justificación a los movimientos que se organizan y luchan frente a
distintas desigualdades y opresiones en particular que se reproducen en el
sistema capitalista.
La retórica de Milei está basada en una alteración
deliberada de la realidad, al ocultar las desigualdades existentes, no entre
individuos, sino entre grupos enteros de la población y por sobre todo ocultar
el origen social de las desigualdades. Elige un discurso en el cual silencia
los datos reales sobre incidencia de la pobreza y precarización laboral en las
mujeres, en minorías (como el colectivo LGTB+) y en lxs migrantes, y también
las manifestaciones de violencia específicas que derivan de una construcción
cultural dentro una sociedad basada en la confiscación violenta de plusvalía a
la clase trabajadora. Son estas desigualdades las que llevan a los grupos
vulnerables a reconocerse como tales y organizarse contra sus opresiones
particulares.
Sabido es que el anarcocapitalismo de la escuela austríaca
niega entidad real a grupos sociales determinados, y por tanto a las relaciones
desiguales que puedan existir entre ellos, y en cambio desprende toda la
realidad social de la abstracción del individuo autodeterminado. En esta
lógica, estar en una situación diferenciadamente vulnerable respecto de otra
persona no dependería de la pertenencia a una clase explotada o minorías. En
cambio dependería de la propia acción del individuo, que decide no resolver su
situación a través del mercado.
Quedan por fuera de toda consideración liberal los
condicionamientos que la realidad social misma impone al individuo, y
únicamente el Estado podría actuar a través de la justicia cuando un individuo
viola los derechos naturales de otro de una forma probada. Lamentablemente, en
ninguna sociedad la justicia liberal –impregnada de un sentido conservador de
los parámetros sociales– garantiza un trato ajeno de violencia y
discriminación, que tiende a aumentar con sus políticas regresivas. En cambio,
han sido las luchas sociales de los sectores oprimidos las que han visibilizado
y lograron derechos democráticos a ser considerados humanos en igualdad de
condiciones.
Milei generaliza falsamente la relación que impera en el
ámbito de la competencia capitalista, donde todo o casi todo es flexible y
amoldable a cuanta suma de capital se disponga.
La acción de organizarse colectivamente es tachada por Milei
como búsqueda de privilegios, revirtiendo el papel de oprimidos en opresores.
Tales privilegios nunca han alcanzado más que a un puñado ínfimo de
funcionarios y carreristas del “wokismo” que llegan al Estado sembrando
ilusiones de cambio social. Fuera de estos privilegios, los derechos
democráticos que cuestan sumas irrisorias al fisco, y que atenúan pero no
eliminan la desigualdad, contrastan con sendas sumas millonarias pagadas a
magnates cuyo origen es la plusvalía extraída a los trabajadores. Milei no
explica qué clase de igualdad ante la ley hace que sea necesario sostener
parasitariamente a través del Estado a la deuda fraudulenta y los
especuladores.
La mecánica de silenciamiento de la opresión y reversión de
la víctima en victimario es típicamente fascista por cuanto busca construir en
el ideario un sentido de mayoría basado en los parámetros tradicionales de
nacionalidad, identidad cultural, sexual o de género, y criminalizar a las
minorías poblacionales. La ultraderecha actual intenta especialmente introducir
dentro de la clase mayoritaria y desposeída, la clase obrera, este ideario
fascista que la divide y aleja de su propia organización independiente.
Para el marxismo, las luchas particulares (involucran una
desigualdad particular) son importantes por cuanto visibilizan relaciones de
opresión y actúan para limitarlas. Este reconocimiento no debe caer en un
fetichismo –usualmente propio de la izquierda, inclusive la denominada
marxista– que disuelva el contenido de clase de la explotación en otras
opresiones diferentes. Cada lucha debe estar ligada a una estrategia general de
unidad de los sectores explotados bajo dirección de la clase obrera por el fin
de toda forma de opresión. Nuestra lucha es por darle un carácter de clase y de
lucha por el socialismo a todos los movimientos particulares contra las
desigualdad.
Cristina
y La Cámpora :
en el campo de Milei
Cristina Kirchner se tomó mucho tiempo para responderle a
Milei, pero se cuidó de no convocar a la marcha convocada para este sábado por
el movimiento LGBT y minimizó el discurso fachista del presidente. Además, su
fuerza política es tributaria de la política mileísta.
La colaboración del kirchnerismo puede verse a la luz de los
acuerdos y favores mutuos con el oficialismo que abarcaron distintos terrenos
el año pasado, y que se reducen a que Cristina esté habilitada y pueda liderar
una candidatura que polarice con el oficialismo este año. Pero este acuerdo es
mucho más profundo: se trata de no agitar las aguas, de impedir que en
Argentina se levante un movimiento de lucha contra la ofensiva de Milei, menos
aún en la previa de las elecciones de medio término que reclaman buenos modales
ante la “opinión pública”. En esto consiste la idea de “enderezar” al peronismo
de Cristina. Esta posición no representa una “insuficiencia” de lucha del
peronismo, sino que confirma su carácter conservador.
El peronismo, la fuerza política a la que se pliega el
progresismo en la actualidad, ha sacado a relucir en boca de sus representantes
como Pichetto, Massa, Mayans, Moreno y la propia CFK planteos de simpatía al
proteccionismo imperialista de Trump, de afinidad con Villarruel, de apoyo a
Israel en plena cruzada genocida contra el pueblo palestino, de restricción al
acceso gratuito a la educación y la salud a la población migrante, de reforma
laboral, de privatizaciones. Cristina Fernández, en medio del escándalo
machista del Alberto Fernández, reivindicó “no ser feminista” dando una
cachetada a cualquier ilusión en su figura de lucha por la igualdad de género.
Va quedando al desnudo el carácter decadente, reaccionario y
conservador del nacionalismo, que también le es propio a los gobiernos
“wokistas” latinoamericanos, laderos de Biden y
Ante
las provocaciones fascistas, unidad de las y los trabajadores
Este sábado seremos miles en
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