La reflexión de Gabriel Boragina
Decretos,
jueces, y conciencia liberal
IP-31/3/025
Se dijo que el liberalismo conlleva
el respeto irrestricto por el proyecto de vida ajeno. Yo podría acordar con esa
definición si se le agregara la condición: siempre y cuando se acepte que ese
proyecto de vida ajeno no consiste en interferir con los proyectos de vida de
los demás, en tanto ese respeto sea reciproco en una sociedad o comunidad dada.
Para garantizar ese respeto ha
surgido el Derecho, cuya misión específica es el arreglo pacífico de los
conflictos que pudieran darse entre los miembros de una sociedad. En esta
perspectiva, el Derecho es un instrumento de convivencia reposada entre los
individuos de esa sociedad.
Y es el Derecho el que crea la ley y
no al revés, como suele pensarse comúnmente bajo el influjo del positivismo
jurídico, en el cual yo no creo (pese a haberme formado con un 99% de
profesores de esa escuela de pensamiento).
El derecho crea la ley, y
Con la reforma de 1994 aquella
Constitución histórica perdió mucho de ese espíritu liberal que, mal o bien,
pudo mantenerse durante la última parte del siglo XIX hasta ese último año. En
el camino fue desconocida por numerosos golpes militares; Perón la derogó por
completo y creó la suya propia en 1949. y si bien otro golpe militar la
restableció en 1957, volvió a ser desconocida por muchos otros gobiernos de
facto a lo largo del siglo XX. Hoy, apenas pueden reconocerse algunas pocas
cláusulas liberales sobrevivientes de los escombros políticos que sufriera a lo
largo de su accidentada vida hasta la actualidad.
Éticamente, un gobierno que proclama
“adherir” al liberalismo, debería cumplir estrictamente con las cláusulas de
ella que, aun a duras penas, se pueden considerar liberales, y abstenerse de
ejecutar aquellas otras que no son liberales e -incluso- las que son
declaradamente antiliberales.
La división de poderes en que se basa
todavía su texto debería observarse rigurosamente por un gobierno “liberal”. Es
que esa separación de competencias entre los órganos ejecutivo, legislativo y
judicial es una conquista del liberalismo constitucional y no otra cosa. Por
ello, un gobierno liberal jamás debería traspasar esa frontera infranqueable
que delimita un poder de los otros dos.
Entre las cláusulas antiliberales que
contiene
Resulta lamentable que ese instituto
de los “decretos leyes” haya sido incorporado a
Mas deleznable todavía y más
antiliberal aun es la costumbre de designar jueces por esa vía. Y peor todavía
si esos jueces son los miembros de
La disculpa, asiduamente a mano, de
que la mayoría (o todos) los gobiernos incurrieron en ese hábito es la famosa
falacia ad populum, por la cual se pretende justificar un mal uso, un error,
una mala conducta o un vicio, sencillamente, porque la mayoría lo hizo o lo
hace. En la remota antigüedad, la mayoría creía que
Un error no justifica otro error. El
compromiso humano incesantemente debe ser con la verdad, y más cuando de un
liberal se trata.
Si un gobernante liberal no logra
convencer de sus ideas a los ciudadanos, nunca debe recurrir a la ley para
ello. Porque la ley es el instrumento de la fuerza y el liberalismo es todo lo
contrario a la fuerza misma. De allí que, he juzgado que L. v. Mises tenía
mucha razón cuando, en su obra Liberalismo, sostuvo que un gobierno liberal era
una contradicción en términos. Con ello, no se proclamaba un anarcocapitalista.
Nunca afirmó que el gobierno no debería existir. Sólo constató una realidad:
que un gobierno sólo podría aplicar liberalismo si estaba sostenido por una
sociedad que previamente ya lo era antes y que lo había elegido para ese fin
político. Lo que podemos sintetizar en el aforismo: no hay, ni puede haber
nunca gobierno liberal sin una sociedad liberal.
De más está decir que este no es el
caso de
Constantemente, son las mayorías las
que gobiernan, sea por acción o por omisión, aun en las dictaduras más
sangrientas y en la medida que la opresión no se haga tan aguda como para
resistirla y rebelarse, cuenta con el apoyo de la mayoría cómplice con su
acción o con su silencio, con su hacer o no hacer en contra o a favor de ella.
Volviendo al ahora, paso a paso, se
constata lo alejada que esta
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