La columna política de Luis Bruschtein
Seamos crueles
Página/12
31 de mayo
de 2025
La muerte de Diego Maradona fue triste,
hubo mucho dolor en los argentinos por esa muerte injusta, absurda, de alguien
muy querido. El video de la jueza que estaba en la causa por esa muerte resultó
una estupidez. Pero actuó como la exaltación de la frivolidad y la
superficialidad que se adueñó de un Poder Judicial que se considera impune. En
otro andarivel, la frase: “Si tuviste un hijo con discapacidad es un problema
de tu familia, no del Estado” agregó ese aspecto de la sociedad libertaria que
mezcla la frivolidad y la insensibilidad que también se evidenció en el
conflicto del Garrahan.
Son destellos sombríos de los valores que
ganaron la sociedad. Para muchos es derechización, para otros fascistización.
Siempre hubo personas con esa formación reaccionaria, la pregunta es si esos
sinvalores ahora se hicieron mayoría.
Que la jueza Julieta
Makintach no se haya percatado del dolor que estaba involucrado en la causa que
debía juzgar no constituyó un síntoma personal. Un juez es una
institución y se llega a ese lugar por los valores que sostiene y por eso, un
juez es expresión del sistema de justicia. Argentina es el único país en el
mundo con una Corte Suprema de tres jueces.
La misma Corte que avaló la negativa a
revisar la actuación pública y vergonzosa de estos jueces, es la que avaló una
condena por “presunción” y no pruebas a una ex diputada, exsenadora y dos veces
expresidenta y exvicepresidenta, que además es la principal dirigente de la
fuerza política que compite con la que ellos favorecen.
La conversación del
director de
Miles de transportistas, acompañantes,
trabajadores de centros de día, familiares y discapacitados se movilizaron el
jueves en el Congreso y en las provincias. El nomenclador nacional que
establece el valor de las prestaciones está congelado desde el año pasado y se
han obstaculizado los trámites sobre pensiones, remedios y tratamientos. Es el
ajuste.
En el hospital Garrahan hay
cerca de cien chicos en terapia intensiva, y unos 150 en terapias intermedias.
En un año se realizan 600 mil consultas ambulatorias, unos cien trasplantes y
cerca de diez mil cirugías. Pero decenas de médicos con alta capacitación
debieron irse del hospital por falta de presupuesto. Hubo otra movilización
conmovedora en solidaridad con el Garrahan porque participaron familiares de
chicos cuyas vidas fueron salvadas por personal del hospital. Y se sumaron los
residentes de otros hospitales que sufren el mismo abandono. Es el ajuste.
Y la de todos los miércoles: decenas de
jubilados apaleados y gaseados por centenares de efectivos con escudos,
garrotes y armaduras de Prefectura, Gendarmería, Policía Federal y de la
ciudad, como si la ministra Patricia Bullrich quisiera
comprometer a todas las fuerzas de seguridad en esta acción criminal. Es un
espectáculo montado con un sentido aleccionador: “si les pegamos a los
jubilados, lo haremos con cualquiera que levante cabeza”. Ahora se
dedican a identificar a reporteros gráficos y apalearlos. No quieren que se
repitan imágenes como las que comprometieron a los agentes que dispararon
a Pablo Grillo y al que gaseó a una nena de 12 años. Es el
ajuste.
En una semana se movilizaron para ser
visibilizados estos sectores víctimas del ajuste: los discapacitados, los
niños, los enfermos y los ancianos. Parece un país invadido por extraterrestres
que atacan a los más vulnerables, en vez de seres humanos que los protejan.
Una parte de la sociedad
asiste con mucha bronca a estos niveles de crueldad en las políticas del
oficialismo. Otra parte, mayoritaria, pareciera anestesiada o cómplice y
mantiene su respaldo al gobierno. En este universo que apoya al gobierno,
hay una porción que ideológicamente celebra lo que sucede, la extrema derecha y
un sector del capital concentrado. Ellos siempre funcionan así. Es un
porcentaje que oscila alrededor del 20 por ciento de la sociedad. Pero hay otra
porción muy amplia que rechaza las medidas que toma el gobierno y está peor que
antes, pero igual lo respalda.
Para una encuestadora
brasileña, ninguna de las medidas económicas del gobierno tiene un rechazo
menor al 65 por ciento. Pero Javier Milei es el político con mejor imagen.
Parece esquizofrénico. Podría decirse que todavía no se rompió el
contrato electoral de ese sector con Milei: mientras baje o mantenga abajo a la
inflación, está dispuesto a resignar calidad de vida.
Los que no lo votaron y algunos que se
han arrepentido de haberlo hecho, miran furiosos a los políticos de oposición
que no atinan a refrenar el avance destructivo del gobierno. Se habla de crisis
de representación. En parte, la institucionalidad en general de
La oposición política
está limitada porque es minoría y porque el gobierno central tiene una fuerte
capacidad extorsiva sobre los gobernadores. No puede responder
en forma satisfactoria la demanda de sus bases porque tiene esas limitaciones.
La opción ha sido una estrategia defensiva y la perspectiva debería ser
convencer a ese sector que todavía respalda al gobierno pese a no acordar con
la mayoría de sus medidas. Es el sector que desequilibra. No es un problema
sólo de los políticos, sino también de la sociedad. Los políticos están hechos
a semejanza de la sociedad que los genera.
La disputa en la provincia de Buenos
Aires empeora esa relación. Los intendentes reclamaron desdoblar las elecciones
sobre la base de que el grueso del voto libertario es traccionado por Milei en
el plano nacional. Y buscaron una forma en la que ese factor sea menos
determinante. Fue la posición que respaldó el gobernador Axel Kicillof.
Cristina Kirchner ha
planteado que cualquier elección, desdoblada o no, tendrá un trasfondo nacional
fuerte, por lo que desdoblar no sería funcional. Lo real es que si se suman los
votos libertarios, los del PRO y los del sector más reaccionario de
El problema no está en
la estrategia electoral. Ninguna de las dos posiciones tiene el triunfo
garantizado. Hay un problema más de fondo que está en la sociedad, en el
contenido de las propuestas y en hacerlas creíbles para un sector del
electorado que está escéptico y enojado con la política.
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