El recuerdo histórico de Daniel Cecchini
Zona liberada por la policía y 24
balazos en pleno centro de
Buenos Aires: la noche que la
Triple A asesinó a
Rodolfo
Ortega
Peña
Juan Domingo Perón llevaba treinta días muerto
y el clima político se enrarecía a pasos agigantados cuando la noche
del miércoles 31 de julio de 1974 el diputado nacional Rodolfo Ortega Peña
salió de su despacho en el Congreso para encaminarse, sin saberlo, hacia la
muerte. “El Pelado”, como se lo llamaba, era el único legislador del ala
izquierda del peronismo que seguía ocupando una banca en
Sabía que esa decisión ponía en riesgo su
vida, porque lo habían amenazado de muerte. Aun así, eligió seguir adelante,
pese a que la situación era cada vez más adversa. El ala derecha del
justicialismo –que ya hegemonizaba el Gobierno en vida del general– seguía
ganado espacio alrededor de la sucesora María Estela Martínez de Perón, y
buscaba borrar todo atisbo de rivalidad no solo a nivel nacional sino también
en las provincias. Los diarios del día informaban sobre el dictamen favorable
de
La tarde de ese miércoles, “El Pelado” Ortega Peña había recibido la llamada de un supuesto periodista de El Cronista Comercial, pidiéndole una entrevista y preguntándole hasta qué hora podría encontrarlo en su despacho del Congreso. El diputado le respondió que podía esperarlo hasta las 21.30. El supuesto periodista nunca llegó para entrevistarlo y, más tarde, consultada por compañeros del diputado, la dirección del diario dijo que ninguno de sus periodistas le había pedido una reunión a Ortega Peña para ese día. A la hora que había marcado como límite, “El Pelado” salió del Congreso con su mujer, elena Villagra, para ir a comer en un restaurante de Callao y Santa Fe. Al salir tomaron el taxi, sin saber que los estaban siguiendo. Luego de comer tomaron otro taxi para que los llevara hasta el departamento donde vivían, en pleno centro de Buenos Aires.
24 disparos en la noche
Arenales y Carlos Pellegrini. Hora: 22.25.
“¡¿Qué pasa, flaca?!”, alcanzó a preguntar Ortega Peña cuando escuchó el primer
disparo y el grito de su mujer, Elena Villagra. No tuvo tiempo para más: en los
siguientes segundos recibió 24 tiros que impactaron en su cabeza y en
otras partes de su cuerpo. “El Pelado”, ya había bajado del taxi y se
asomaba a la ventanilla del vehículo para pagar el viaje cuando escuchó el
disparo y el grito de su mujer. No vio el Ford Fairlane verde que llegó a gran
velocidad y frenó de golpe, ni a los tres hombres armados con ametralladoras
que bajaron de él. Tampoco que uno de ellos, con la cara cubierta con una media
de mujer, puso rodilla en tierra y empezó a disparar. Sólo escuchó el primer
tiro y el grito de su mujer. Cayó hacia delante y quedó tendido entre las
ruedas delantera derecha del taxi y la trasera izquierda del Citroën
estacionado al costado. Al caer golpeó pesadamente contra el paragolpes trasero
del Citroën, arrancándolo.
Cuando el hombre de la media en la cara
terminó de vaciar el cargador de su arma, volvió a subir al auto con sus dos
cómplices y el Fairlane salió disparado por la calle. Elena Villagra, con la
cara sangrante por la bala que acababa de atravesarle el labio corría
desesperada gritando: “¡Mataron a mi marido!”, una y otra vez. La
auxilió un médico que salió de su casa al escuchar los disparos. Sobre el
asfalto, el cuerpo del “Pelado” se empapaba del rojo de su propia sangre
derramada. Tenía 37 años.
No hubo dudas de que Ortega Peña había
caído víctima de una operación letal planificada milimétricamente. Lo estaban
esperando. Se pudo reconstruir –no lo hizo
Si algo faltaba para que se confirmara que el
asesinato de Ortega Peña era un crimen perpetrado desde el Estado a través de
un grupo parapolicial, los hechos de las horas y los días siguientes no dejaron
dudas. Primero, el jefe de
Un militante decidido
“No ha muerto simplemente el diputado, sino
un militante del peronismo revolucionario que tenía una vieja y consecuente
lucha al servicio de la clase obrera peronista y del pueblo. No nos cabe
duda de que son precisamente los enemigos del pueblo por el que luchaba Ortega,
quienes lo asesinaron. No interesa demasiado la mano que empuñó el arma, sino
de dónde provino la orden de matar”, dijo Eduardo Luis Duhalde –socio de Ortega
Peña en su estudio jurídico y compañero de militancia– al despedirlo en
Proveniente de una familia antiperonista
acomodada, la primera militancia de Rodolfo Ortega Peña fue en la izquierda.
Estudiante brillante, se recibió de abogado a los 20 años, haciendo al mismo
tiempo la carrera de Filosofía, y después estudió Ciencias Económicas. Para
entonces se había convencido de que la posibilidad de los cambios
políticos y sociales en
En las elecciones del 11 de marzo de 1973 fue elegido diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. En su juramento utilizó la frase “La sangre derramada no será negociada”. Junto con Eduardo Luis Duhalde, lanzaron en 1973 la revista Militancia Peronista, de mucha repercusión dentro de la militancia peronista en la época. En junio de 1974 la publicación fue clausurada por decreto de Juan Domingo Perón y volvieron a editar otra similar bajo el nombre De Frente, que también fue clausurada.
La autoría de la Triple A
Para el momento de su asesinato, el Gobierno
de Isabel Perón consideraba a Rodolfo Ortega Peña un enemigo declarado y
La primera acción firmada de
El comunicado era más bien parco: “Los
mencionados serán ajusticiados en el lugar donde se encuentren”. Se levantó
una ola de denuncias: parecía cada vez más claro que los impulsores de
Las amenazas de muerte no habían sido
suficientes para detener a Rodolfo Ortega Peña. Se negó a abandonar su
banca de diputado, a la que consideraba como un puesto de lucha, y tampoco
aceptó que se lo protegiera. Hace unos años, un antiguo dirigente del PRT-ERP
le contó al autor de esta nota que esa organización le había ofrecido una
custodia integrada por sus militantes para garantizar su seguridad y que “El
Pelado” se había negado. “No tendríamos que haberle hecho caso y protegerlo
igual, aunque no quisiera”, lamentó.
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