Editorial
enero 28, 2019
El 13 de junio de 2000 fue un día muy especial para el
presidente Fernando de la
Rúa. Ese día, en Washington, logró lo que tanto
ansiaba desde que asumió el 10 de diciembre de 1999: el apoyo político del
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo para el ajuste que lanzó para contener el déficit y para garantizar
las inversiones externas, todo en aras del crecimiento del país. En ese
entonces el director gerente del FMI era Horst Köhler y Stanley
Fischer era el subgerente. Luego de la reunión un exultante Thomas Dawson,
vocero del FMI, dijo que el programa del FMI con la Argentina marchaba
sobre ruedas. Por su parte, la jefa de la delegación que hizo la revisión de
las cuentas públicas en las últimas dos semanas, Theresa Ter-Minassian, aseguró
a La Nación que
el gobierno argentino “no va a tener ningún problema en cumplir las metas del
primer semestre”, y destacó la “unidad política” detrás del ajuste de gastos
dispuesto por el gobierno.
El titular del BID, Enrique Iglesias, difundió el
apoyo de su institución y del Banco Mundial a la política económica
implementada por el gobierno de De la Rúa. “Apoyamos el fondo de infraestructura
que permitirá un aumento de la demanda interna rápidamente, con un instrumento
novedoso. Además, reiteró la “unidad política” que exhibe el país. “Ajustes
como el que hizo la
Argentina son muy severos y dolorosos. Aquí un mensaje
político de gran unidad de parte de los distintos partidos presentes, que es
muy importante para la comunidad internacional”, expresó Iglesias. En una
reunión posterior, Iglesias le anunció al ministro de Economía, José Luis
Machinea, que el BID había decidido extender al país un crédito de 500 millones
de dólares. Por su parte, Köhler y Fischer le confirmaron a De la Rúa que el FMI respaldaba
el proceso de ajuste por unos 540 millones de dólares. En un comunicado, el FMI
destacó que sus autoridades le expresaron personalmente al presidente argentino
su fuerte respaldo para afianzar la situación fiscal (fuente: La Nación, edición
del 14 de junio de 2000).
Dos décadas más tarde la historia se repite. No está
Köhler sino Christine Lagarde. No están De la Rúa y Machinea sino
Mauricio Macri y Nicolás Dujovne. Sin embargo, la situación es la misma. Las
autoridades del FMI acaban de felicitar al gobierno argentino por el éxito de
su plan de ajuste. Lagarde casi usó los mismos términos que en aquel entonces
utilizaron Köhler, Fischer e Iglesias. La euforia de Macri es igual a la de
De la Rúa.
El pueblo argentino recuerda cómo terminó De la Rúa. La imagen del
helicóptero que lo retiraba de la Rosada en aquel anochecer trágico del 20 de
diciembre de 2001 será imborrable para los argentinos. Sin embargo, muchos
compatriotas parecen no recordar el apoyo que el gobierno de la Alianza recibió en
2000 del poder financiero transnacional. El mismo que hoy está recibiendo el
gobierno de Cambiemos. Afortunadamente, todo parece indicar que Macri terminará
su mandato tal como lo consagra la Constitución. Pero ello
no significa que los argentinos nos privemos de sufrir los mismos efectos
deletéreos de toda política de ajuste bendecida por el FMI. Lo notable es que
sabemos muy bien de qué se trata. Lamentablemente, nos empecinamos en tropezar
con la misma piedra todo el tiempo.
Si en 2000 el FMI bendijo el ajuste de De la Rúa y el pueblo sufrió
las consecuencias (desempleo, inflación, pérdida del poder adquisitivo,
tarifazos), ¿por qué en 2019 todo será diferente? Porque lo único que cambiaron
fueron los actores pero las instituciones y el apoyo a la política de ajuste
son exactamente los mismos. Una vez más no queda otra que recurrir al genio de
Einstein: es de locos, dijo, pretender obtener resultados diferentes empleando
los mismos métodos. Pues bien, aún son millones los argentinos que creen de
buen fe que ahora, con Macri en la
Rosada, el ajuste será beneficioso. Pero a diferencia del
genio, que los hubiera tratado de locos, estos argentinos están enfermos de
fanatismo ideológico.
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